Jorge García García. Recuerdos de Cástaras.
Los bienes «habices» (en árabe: waqf, plural, awqāf o: ḥubs, plural aḥbās), son una institución socioeconómica islámica que consiste en donaciones destinadas a obras pías mediante la cesión a perpetuidad del usufructo de una propiedad. Estas donaciones pueden tener diversos propósitos, como el mantenimiento de edificios (especialmente mezquitas y rábitas, pero también fortalezas, cementerios, caminos y otras construcciones tanto de uso civil como religioso) o la financiación de obras caritativas (para pobres, enfermos, esclavos, cautivos y estudiantes). Tres características fundamentales distinguen a estos legados: 1) Se trata de actos espontáneos de liberalidad, libres y voluntarios, sin sujeción a obligación alguna del musulmán; 2) Tienen una finalidad piadosa en consonancia con los valores y principios del Islam; y 3) Son inalterables e inalienables, por lo que deben destinarse exclusivamente al propósito fijado por el donante y no pueden ser objeto de venta, donación o herencia.
En al-Ándalus, esta institución tuvo un gran desarrollo. Aunque existen referencias inciertas sobre la constitución de legados piadosos ya en el siglo VIII, es a partir del siglo X y durante todo el periodo de dominación islámica en la península ibérica cuando se generalizan los bienes habices. Al finalizar la Reconquista, eran numerosísimos y estaban muy extendidos por todo el reino de Granada, donde continuaron incrementándose desde el siglo XIII, durante la hegemonía de la dinastía nazarí, y persistieron al momento de la entrada de los Reyes Católicos en Granada a principios de 1492.
El estudio de los bienes habices no solo revela la organización socioeconómica islámica, sino también cómo las estructuras de poder y espiritualidad en al-Ándalus moldearon el patrimonio cultural hispánico. Tras la Reconquista, los bienes habices continuaron teniendo un impacto importante en la estructura de poder eclesiástico y en la financiación de las nuevas instituciones creadas al amparo de la monarquía católica, lo que los convierte en una pieza clave para entender la evolución de la sociedad española en los siglos posteriores.
Una de las cláusulas del Tratado de Granada, que puso fin a la dominación islámica en la península ibérica, establecía que se respetarían la organización interna de los musulmanes, así como sus peculiaridades organizativas y jurídicas, haciendo específica mención a los legados píos y las limosnas de las mezquitas, es decir, a los bienes habices, que seguirían siendo administrados por los alfaquíes. No obstante, los Reyes Católicos se justificaron en la rebelión de las Alpujarras de 1499 para abolir las Capitulaciones de Granada y fundamentar la conversión forzosa de los musulmanes del reino al cristianismo. En tal situación, desaparecido de iure el Islam en Granada, los bienes habices perdieron su sentido esencial y fueron repartidos por la Corona entre diferentes instancias. Gran parte de estos bienes pasaron a manos de la Iglesia, y las rentas obtenidas sirvieron para financiar la construcción de templos y el mantenimiento del clero de las nuevas parroquias creadas en 1501.
Libro de habices de 1527. (Foto cortesía de Ángel Bañuelos, adaptada).
Para controlar y administrar estos recursos, surgieron a partir de 1501 los libros de habices, documentos de extraordinario valor informativo que se conservan en el Archivo de Simancas (fechados entre 1501 y 1503), en el Archivo de la Catedral de Granada y en el Archivo Histórico Diocesano de Granada, donde se guardan quince volúmenes datados entre 1505 y 1721. La custodia y conservación de estos libros, a lo largo de los siglos, ha permitido la preservación de datos clave sobre el funcionamiento y la distribución de los bienes habices en la región.
De este corpus documental, centramos nuestro interés en el Libro de apeamiento de los habices del Alpujarra, manuscrito por el escribano Benito de Carrión y datado en 1527, por contener los habices de Cástaras. Este documento, relativamente bien conservado, se caracteriza por su escritura procesal en tinta sepia, su formato en pergamino con 306 folios de corte algo irregular y unas medidas aproximadas de 31 × 21,5 cm. Su contenido refleja un periodo de interacción entre el árabe granadino y el castellano de repoblación, dejando constancia de las influencias lingüísticas y culturales que marcaron la época. Además, ofrece una visión detallada de cómo las estructuras administrativas y lingüísticas evolucionaron en el Reino de Granada tras la Reconquista, reflejando la transición del dominio islámico al cristiano.
La redacción de los libros de habices se basaba en el dictado de los apeadores o conocedores a los escribanos enviados por la Corona. Estos funcionarios recopilaban información sobre los bienes habices con el propósito de elaborar un censo que facilitara su gestión. Así, transcribían al papel lo que escuchaban de los apeadores, lo que implicaba que los documentos resultantes estuvieran influidos tanto por la expresión oral del dictante —usuario de un sistema fonético semítico— como por la interpretación del escribano, que adaptaba lo que oía a su propio repertorio lingüístico indoeuropeo, limitado por un sustrato fonológico con tan solo cinco sonidos vocálicos. Como consecuencia, un mismo antropónimo o topónimo de origen árabe podía aparecer escrito de distintas formas, según la pronunciación y la manera en que era comprendido. Este fenómeno, si bien aporta información valiosa sobre la pronunciación y la asimilación del árabe por parte de la nueva cultura dominante, también genera errores y dificultades en la interpretación de los textos. A ello se suma que en el proceso de transcripción es frecuente que un mismo fonema o grafo se represente de manera diferente, lo que introduce variaciones adicionales y puede inducir a errores en la lectura y el análisis de los documentos.
Libro de habices de 1527 abierto por los folios 158v-159r. (Foto cortesía de Ángel Bañuelos, adaptada).
El presente trabajo se apoya en la transcripción de los habices de Cástaras contenidos en los Libros de Habices de la Alpujarra de 1527. Como fuente principal se ha utilizado la edición realizada por Lorenzo Padilla en 2019, cotejada con la publicada por Espinar Moreno en 1980 y, en parte, con el manuscrito original (fols. 150r–161v). A dicha transcripción se han incorporado las partidas 11 y 36 (fols. 148r y 151r), ausentes en la edición de Padilla y tomadas de la de Espinar, señaladas entre corchetes y con tono de la tipografía diferente. La foliación del manuscrito aparece volada, entre barras, y en tonalidad diferenciada para facilitar su identificación.
Las divergencias relevantes con la edición de Espinar se han indicado entre corchetes junto a la transcripción principal; los errores identificados han sido tachados. El texto se ha enriquecido con la numeración de las partidas en caracteres rojos y un glosario emergente, accesible al pulsar sobre las palabras destacadas en azul, que ofrece definiciones y aclaraciones terminológicas.
[...]
/146v/[…]En el lugar de Cástaras de la dicha taha de Xubiles, diez e seys días del dicho mes de otubre del dicho año, estando presente Hernando Syerra, alguazil e vezino del dicho lugar, en presençia de mí, el escrivano e testigos yuso escritos, paresçió el dicho vesytador e dixo por quanto él viene al dicho lugar apear e deslindar los habizes de la dicha yglesya e rábitas del dicho lugar, por tanto que le pide e requiere que, conforme al dicho mandamyento del dicho señor teniente, e so la pena dél, nonbre apeadores que sepan los dichos bienes, quél está presto de les pagar su justo e devido salario. Testigos Juan Carrillo e Savastián López, vezinos del dicho lugar.
Luego el dicho Fernando de Syerra dixo quél está presto de cumplir el dicho mandamyento, e cunpliéndolo dixo que nonbrava e nonbró por tales apeadores para los dichos bienes e habizes a Lorenço Núñez Aboalí e a Pedro Núñez Abençayde, vezinos del dicho lugar, los quales son personas ábiles e sufiçientes para ello, e conoçen e tiene entera notiçia de los dichos bienes e asý los nonbró. Testigos los suso dichos.
Luego los dichos Lorenço Núñez e Pedro Hernándes /147r/ dixeron quellos an por bien de apear e deslindar los dichos habizes e yo el dicho eucrivano por virtud c1e lci.de la dicha comisyon tome e rçebiamento en forma de derecho de los dichos apeadores e de cada uno d'ellosso cargo d'el qual prometieron que bien e fielmente haran el dicho apeamiento de los dichos habizes syn yncobrir cosa alguna, segund que los otros apeadores lo tienen jurado e prometido. Testigos los dichos.
Las heredades de los dichos habizes que los dichos apeadores deslindaron e apearon e declararon son los syguientes.
Heredades de los habizes de la yglesya y rábitas del lugar de Castaras
/161v/ E asy fecho el dicho apeamiento de los dichos bienes e habizes de la dicha yglesya e rábitas de Cástaras en la manera que dicha es, los dichos apeadores de suso declarados dixeron que, so cargo del dicho juramento que tienen fecho, que todos los dichos bienes e cada vna cosa dellos son de la dicha yglesya de Cástaras y los tenían e poseyan en tiempo de moros e agora los tienen e posehen syn contradiçión de persona alguna e quellos no saben qué otros bienes algunos de la dicha yglesya más que los de suso declarados. A lo qual fueron presentes por testigos Sebastián López, benefiçiado, e Françisco Mayordomo, vezinos dicho lugar.
[...]
Libro del Apeamiento de los habices del Alpujarra, de las Tahas de Ferreyra, Poqueyra y Juviles que los apeó Benito de Carrión, escribano. Año de 1527.
Archivo Histórico Diocesano de Granada: Libro del Apeamiento de los Habices del Alpujarra, de las Tahas de Ferreyra, Poqueyra y Jubiles que los apeó Benito de Carrión, escribano. Año 1527, fols. 146v–161v. Transcripción en: Padilla Maldonado, Lorenzo (2019): Libro del Apeamiento de los habices del Alpujarra de las Tahas de Ferreyra, Poqueyra y Juviles. Año 1527. Granada: edición digital del autor; y en Espinar Moreno, Manuel (1980): Estructura económica de las Alpujarras: Los libros de habices. Granada: Universidad de Granada (tesis doctoral inédita).
Para facilitar la consulta y el cotejo del presente estudio con la fuente original, se presenta a continuación una tabla índice que establece la correspondencia entre la foliación del manuscrito y la numeración de las partidas utilizada en esta edición. La tabla permite localizar el folio en el que comienza cada partida, o identificar las partidas que se inician en un determinado folio del documento original.
Folio | Partidas | Folio | Partidas | Folio | Partidas |
---|---|---|---|---|---|
147r | 1, 2, 3, 4 | 152r | 44, 45, 46, 47 | 157r | 81, 82, 83, 84 |
147v | 5, 6, 7, 8, 9 | 152v | 48, 49, 50, 51, 52 | 157v | 85, 86, 87, 88, 89 |
148r | 10, 11, 12, 13 | 153r | 53, 54, 55, 56 | 158r | 90, 91, 92, 93 |
148v | 14, 15, 16, 17 | 153v | 57, 58, 59 | 158v | 94, 95, 96, 97 |
149r | 18, 19, 20, 21, 22 | 154r | 60, 61, 62, 63 | 159r | 98, 99, 100, 101 |
149v | 23, 24, 25, 26, 27 | 154v | 64, 65, 66, 67 | 159v | 102, 103, 104, 105 |
150r | 28, 29, 30, 31 | 155r | 68, 69, 70, 71 | 160r | 106, 107, 108, 109, 110, 111 |
150v | 32, 33, 34, 35 | 155v | 72, 73, 74 | 160v | 112, 113, 114, 115, 116 |
151r | 36, 37, 38, 39 | 156r | 75, 76, 77 | 161r | 117, 118, 119, 120, 121 |
151v | 40, 41, 42, 43 | 156v | 78, 79, 80 |
La onomástica presente en los libros de habices de la Granada del siglo XVI refleja un sincretismo característico, combinando nombres cristianos y árabes como resultado de la coexistencia y adaptación de los moriscos a la sociedad castellana posconquista. Para cumplir con las normativas impuestas, los moriscos adoptaban nombres de pila cristianos, que solían combinar con apellidos y sobrenombres de origen árabe, los cuales derivaban de sus linajes, oficios o lugares de procedencia.
Este uso dual de nombres representaba un equilibrio entre la adaptación a las nuevas realidades sociopolíticas y la preservación de la identidad cultural propia. En los documentos, se observan distintas combinaciones, como nombres de pila cristianos con apellidos castellanos, patronímicos árabes o incluso fórmulas mixtas con gentilicios o referencias geográficas. Estas combinaciones no solo facilitaban la identificación en registros administrativos y censos, sino que también conservaban la memoria familiar y cultural, funcionando como un mecanismo de resistencia simbólica.
Los apellidos solían reflejar el lugar de origen o el estatus social, mientras que los sobrenombres árabes eran fundamentales en la identidad personal, aunque su significado original podía perderse o alterarse en las transcripciones castellanas. Estudios recientes han profundizado en estos aspectos, proporcionando una visión más amplia de la compleja identidad morisca a través de su onomástica.
Dado que los libros de habices son fuentes jurídicas centradas en propiedades y transacciones, la información sobre los individuos es limitada, y generalmente se restringe a los titulares de bienes, así como a aquellos que administraban los habices o participaban en litigios. Tras examinar los aspectos generales de la antroponimia en al-Ándalus, es importante observar cómo estos principios se reflejan en casos concretos de la época. Estos nombres, aunque fragmentarios, ilustran la diversidad de personas que interactuaban con el sistema de habices y formaban parte activa de la vida comunitaria de Cástaras. En conjunto, complementan el estudio de la propiedad, la economía y la organización social de la región.
El repertorio onomástico registrado en las partidas de habices de Cástaras confirma esta riqueza y complejidad antroponímica. La tabla elaborada a partir de estas fuentes muestra más de ochenta nombres propios diferentes, con una notable recurrencia de fórmulas mixtas que combinan nombres cristianos como Juan, Pedro, Hernando, Miguel o Francisco con apellidos o sobrenombres árabes que aluden a linajes, oficios o topónimos.
El examen de este repertorio pone de manifiesto la reiterada presencia de ciertos vecinos de Cástaras en las partidas, lo que refleja su relevancia dentro de la comunidad morisca. La frecuencia con la que un individuo aparece en estos registros puede actuar como un indicador de su posición económica. Entre las figuras que destacan por su elevado número de menciones se encuentran Françisco el Mayordomo, Pablo Alfaquí y Hernando el Hajelí, reflejando distintos tipos de liderazgo o funciones desempeñadas. Asimismo, la recurrencia de ciertos apellidos o estructuras nominales permite entrever la pervivencia de determinados linajes o familias en la documentación estudiada. Algunos nombres, como los Aboalí, los Reduán o los Yça / Ayça, apuntan a clanes familiares persistentes.
En este sentido, el nombre Françisco Abenjenir (partida 55) refleja un claro sincretismo: «Françisco» como nombre cristiano adoptado, y Abenjenir como patronímico árabe, probablemente indicando la filiación («hijo de Jenir»). Otros casos, como Pedro Almoxarayf (partida 47) o Pablo Alfaquí (partidas 67, 70 , 112, ...), conservan oficios en lengua árabe —muṣārif 'receptor de rentas' y faqīh 'jurisconsulto', respectivamente— que aportan información sobre el estatus o la función del individuo en la comunidad.
Una parte significativa de los nombres se repite con variantes gráficas, lo que evidencia tanto la oralidad predominante como la dificultad de los escribanos para transcribir sonidos árabes. Nombres como Christóbal Alçaba, también escrito como Christoval Çaba, Cristóual Acaba o Cristóual Açaba (partidas 62, 63, 118, 100, 116), ejemplifican este fenómeno. Lo mismo ocurre con Luys Polayguad, también registrado como Polayguar o Polayguat (partidas 105, 106, 115, 118), cuya forma original árabe permanece oscura, pero sugiere un origen toponímico o gentilicio.
Sobrenombres relacionados con el oficio o función, como Francisco el Mayordomo (mencionado en más de diez partidas), o Martín Alguacil (partidas 10, 12, 22, 27, 107 y 113), muestran la integración de estos individuos en la administración. Igualmente, otros como Hernando Syerra, a veces con el añadido de alguazil —del árabe wazīr 'lugarteniente'— (partidas 68, 86, 97, 98, 103), permiten rastrear ciertas jerarquías administrativas.
El caso de Juan Destepa Reduán (partidas 43, 54 y 63) y su probable antecesor Juan Destepa Reduán el Viejo (partida 2) sugiere la pervivencia de linajes y la transmisión nominal entre generaciones, con la partícula «el Viejo» marcando diferencia generacional. A veces, se ofrecen indicios biográficos, como Pedro Dabao, difunto (partida 44), o sociales, como Xarif, que se pasó allende (partida 49), que indica la huida o conversión de este individuo.
Este dibujo, en el que se ve un morisco tirando del ronzal de la caballería sobre la que cabalga su mujer con un niño metido en el serón, representa fielmente una práctica inveterada y frecuente en Cástaras hasta mediados del siglo XX. (Christoph Weiditz: Das Trachtenbuch, 1529).
Otros antropónimos recogen gentilicios relacionados con ciudades o regiones, como Hernando de Baeça Yça (partida 120), o con nombres que probablemente derivan de etnónimos o linajes bereberes, como Abençayt, Abenrreduán o Aboalí, todos ellos frecuentes en el corpus analizado. La variedad fonética y gráfica es también apreciable en nombres como Miguel el Najar, que aparece como Miguel Alnajar (partidas 45 y 59), o Juan el Naxar, equivalente de Juan Alnajar (partidas 22 y 120), ambos probablemente relacionados con el oficio de carpintero (naŷŷār en árabe).
Un ejemplo interesante es el de Andrés Vmeya, vecino de Válor, que poseía propiedades en Cástaras. Perteneciente a una familia de renombre, arraigada desde antiguo en Válor y vinculada con los primeros califas de Córdoba y con la dinastía Omeya de Damasco, es reflejo de las conexiones sociales y políticas que van mucho más allá del limitado entorno local.
En cuanto a la presencia femenina, escasamente documentada en los registros, el uso del antropónimo se ve reducido a identificaciones indirectas. «María, muger del Fiteti» (partidas 59, fol. 153v y 71, fol. 155r), es la única nombrada con nombre propio, mientras que en el caso de la mujer del Garnataxi (partida 120, fol. 161r), se omite completamente su nombre, lo cual subraya la subordinación jurídica y simbólica de la mujer en estos documentos. Este fenómeno refleja la prevalencia de una estructura patriarcal en la sociedad islámica, que perduró en la morisca y que continuó presente en épocas posteriores, evidenciando la marginación social de la mujer, cuya identidad en los registros se disuelve en el exclusivo protagonismo de los hombres.
Por último, algunos nombres singulares como el Bani / el Beni (partidas 3, 29, 30 y 32) revelan fórmulas poco convencionales, probablemente asociadas a la tradición onomástica morisca, como referencia al linaje o descendencia.
El análisis de estos antropónimos amplía el conocimiento sobre los individuos que interactuaban con el sistema de habices en Cástaras, y permite entender mejor la construcción de la identidad morisca en el contexto de la dominación cristiana. Su estudio pormenorizado es clave para reconstruir redes familiares, trayectorias vitales y dinámicas sociales que, de otro modo, quedarían ocultas tras la fría nomenclatura de los registros patrimoniales.
A continuación, se presenta un repertorio ordenado de los nombres personales recogidos en los habices de Cástaras, con indicación de las partidas en las que aparecen. Esta relación permite observar las variantes gráficas, las repeticiones más frecuentes y las posibles relaciones familiares o funcionales entre los individuos citados.
Antropónimos (alfabético apellido) | Partidas |
---|---|
Antón Abdudihin / Antón Adudim | 64, 66, 78 |
Luys Abdudín | 79 |
Luys Abdurrafee | 101 |
Andrés Aben Reduán / Andrés Destepa Abenrreduán | 72, 80 |
Lucas Espartero Abenayça | 61 |
Pedro Abenayt | 99 |
Alonso Abençaid | 117 |
Martín Abençayt | 100 |
Françisco Abenjenir | 55 |
Juan Abenrreduan | 119 |
Andrés Abenzorayque | 9 |
Martín Abenzorayque | 11, 27, 111 |
Lorenço Abinaym / Lorenço Abonaym / Lorenço Ximénez Abonaym | 7, 8, 20, 29, 30, 31, 32, 46 |
Juan Aboalí | 76, 79, 92 |
Andrés Aboali / Andrés Aboalí | 86, 99 |
Andrés Aborrida | 71, 73, 74 |
Pedro Açamar (vecino de Xubiles) | 57 |
Juan Adudym | 84 |
Alonso Adurrafe | 87 |
Hernando Ahagelí / Hernando el Hagelí | 97, 98 |
Hernando Alazerac | 93, 95, 96, 113 |
Juan Alazerac | 97 |
Pedro Alazerac / Pedro Alazeraque / Pedro Alazraque | 63, 95, 117 |
Lorenço Alazeraque | 69 |
Hernando Albache / Hernando Alhache | 22, 34, 64, 66, 70 |
Juan Albaztí / Juan Albaztil | 32, 87 |
Cristoual Alçaba / Christóbal Alçaba / Christoval Çaba / Christóval Çaba / Cristóual Acaba / Cristóual Açaba | 59, 60, 62, 100, 101, 116 |
Andrés Alcoraiça / Andrés Alcorayça | 29, 80 |
Pablo Alfaquí | 67, 70, 112 |
Pedro Alfaquí | 74, 96 |
Lucas Algarnataxi | 85 |
Juan Algasy / Juan Algazi | 65, 111 |
Lorenço Algomerí | 116 |
Martín Alguazil | 10, 12, 22, 27, 107, 113 |
Zacarías Alhache | 102 |
Pedro Almoxarayf / Pedro Almoxayraf / Pedro Moxeyraf / Pedro Moxeyref | 47, 112, 117,, 118 |
Pedro Almueden | 66, 110, 110 |
Andrés Alnajar / Andrés el Najar | 45, 46, 73, 109, 115 |
Juan Alnajar / Juan el Naxar | 22, 120 |
Miguel Alnajar / Miguel el Najar | 45, 57 |
Martín Axoayac | 85, 104 |
Hernando Ayça / Hernando de Baeça Yça / Hernando Yça | 4, 48, 72, 120 |
Juan Azemez | 89 |
el Bani / el Beni | 29, 30, 32 |
Baton | 51 |
Lorenço Boalí / Lorenço Núñez Aboalí / Lorenço Núñez Alboalí | 65, 81, 92 |
Pedro Carbaton / Pedro del Carbaton / Pero Carvaton | 44, 45, 46, 54, 57, 60 |
Juan de Carmona | 14 |
Juan Carrillo | 27 |
Pedro Çoayan / Pedro Çoayat | 100, 101 |
Pedro Cochon | 81, 91, 92 |
Pedro Dabao difunto | 44 |
Pedro Damim | 56 |
Pedro Domib / Pedro Domin [Donum] / Pedro Donum | 52, 58 |
Lorenço Farra | 89 |
Luys Farra / Luys Parra | 62, 67, 68, 69 |
Luys Farrán / Luys Ferran | 42, 43 |
María (muger del Fiteti) | 59, 71 |
Martín Haçin | 23 |
Andrés el Hajelí | 80 |
Miguel Herrero / Miguel Herrero Taher | 23 |
Lorenço Hoçey | 17, 18 |
Sebastián López | 89 |
el Mayordomo / Françisco el mayordomo / Françisco Mayordomo / Françisco Mayordomo Abentomeyt | 6, 8, 23, 26, 33, 37, 38, 74, 76, 79, 82 |
Pedro Muxeyra | 64 |
Miguel el Najar | 59 |
Pedro el Najar | 108 |
Luys Polayguad / Luys Polayguar / Luys Polayguat | 105, 106, 118 |
Juan Rami | 110, 110 |
Juan Destepa Reduan | 43, 54, 63 |
Juan Destepa Reduán el Viejo | 2 |
Martín Reduan | 56 |
Pedro Romero | 89 |
Hernando Syerra / Hernando Syerra Alguazil | 68, 70, 84, 98, 99, 102, 113 |
Hernando Vbequer | 25 |
Xarif que se pasó allende | 49 |
Miguel Xodoc | 53 |
Juan Yzmael | 13, 33, 79, 108 |
Françisco Zobuba | 105 |
La toponimia de Cástaras recogida en el Libro de Habices de 1527 puede ser un reflejo de su historia, geografía y economía, con una marcada influencia árabe y una organización espacial estrechamente ligada a la agricultura y al aprovechamiento de los recursos hídricos. Este documento constituye una fuente clave para comprender la distribución de la propiedad y la pervivencia de la lengua y la cultura andalusí en la región.
El presente análisis toponímico se apoya inicialmente en el conocimiento directo del terreno de Cástaras, adquirido a través de la experiencia personal. Esta aproximación ha permitido formular hipótesis sobre la ubicación de algunos lugares mencionados en el Libro de Habices de 1527, como un ejercicio académico que debe considerarse con la debida cautela y contrastarse con otras investigaciones.
El estudio de esta toponimia permite reconstruir el paisaje agrario y la organización territorial de la época. Por otra parte, los libros de habices son fuentes fundamentales para los estudios lingüísticos, ya que reflejan la evolución de los nombres de lugar y la escasa penetración del castellano en las áreas rurales.
La evolución histórica de la población a lo largo del siglo XVI —con la incorporación paulatina primero, y drástica después, de la cultura cristiana tras la guerra de los moriscos en el último tercio de la centuria— provocó una transformación generalizada de la toponimia menor. Esto dificulta establecer la correspondencia entre los topónimos árabes reflejados en los libros y los nombres castellanos empleados posteriormente, cuyo uso también está desapareciendo hoy debido a la emigración y al despoblamiento. No obstante, algunos términos han perdurado, testimoniando la impronta árabe en la denominación de ciertas infraestructuras.
A pesar de esta transformación toponímica, el orden seguido por los apeadores en la relación de propiedades, la permanencia de ciertos topónimos y la invariabilidad de determinados elementos geográficos permiten aproximarse al paisaje de Cástaras y su entorno, estableciendo hipótesis más o menos plausibles sobre la configuración del hábitat a comienzos del siglo XVI.
Parece que los apeadores del Libro de Habices, en nuestro caso, inician la relación por los bienes situados a mayor altitud, por encima del Barribalto, posiblemente en el entorno del Cortijuelo. Continúan descendiendo hacia la zona urbana, que atraviesan y prosiguen por los pagos situados más abajo, que en la actualidad se conocen como el Marjal. Avanzan luego por unos pagos a los que da nombre una fuente, Ayzorayte, que lindan con el camino que va a Ferreira y con el que conduce a la Fuente Grande (partidas 1–31).
Posteriormente, se desvían hacia los alrededores de la iglesia —que fue una antigua mezquita llamada Gima Alquibir (es decir, Mezquita Mayor)—, la fuente manantial del Barrimedio, mencionada tanto en castellano como Fuente Grande y en árabe como Ayna Alquibir, y un cementerio cristiano situado junto a la iglesia, así como un cementerio musulmán, que serían distintos. En esta zona se mencionan, como límites de propiedades, el camino de Nieles, que correspondería al actual Caminillo Viejo, el camino real de Juviles y el camino que va de la alquería alta a la baja (partidas 33–45).
El recorrido continúa por pagos y casas en un núcleo denominado Harat Alnajar (Barrio del Carpintero), con fuente distinta de la Ayna Alquibir, y un solar de rábita, junto a un barranco cuyo nombre se omite, un barrio que debió de tener cierta importancia en el conjunto urbano a juzgar por la cantidad de bienes relacionados (partidas 46–60).
A continuación, se describen propiedades situadas en un pago denominado Padul, relevante por al número de menciones (ocho), en una zona de riego situada por debajo del camino de Ferreira, que identificamos con el que baja desde el Barribalto —desaparecido parcialmente con la construcción de la Caseta y la carretera—, pasando por debajo de la era del Coral de Piedra y uniéndose al camino que hoy conocemos como de Notáez o del Cementerio (partidas 61–68). Luego, el recorrido retorna a los alrededores de la iglesia (mezquita Aljama) (partidas 69–73) y continúa ascendiendo por las cercanías del camino hacia el Barribalto (partidas 73–77).
Parece que vuelven otra vez a bienes situados en las cercanías de la iglesia y de un barranco que esta vez sí mencionan por su nombre: Mazaupa (partidas 71–75). Siguen dos michares, núcleos agrícolas rurales de cierta extensión (partidas 76–77), para continuar por una zona donde abundan las piedras: pagos de Laujar, Peñas Altas y Chupina (partidas 77–81). Describen luego un habiz, un olivo situado en la Alquería Alta, y otro en Harat Alnajar (partidas 82–83), así como otros en las cercanías de una fuente llamada Hayralxata, del barranco Handac Almoral, otro en el pago de Almaguara y otro más en el de Alaharayat (partidas 84–86). Vuelven al Arrabal, y siguen por los pagos de Cotayahat, Alharraz y Alahha (partidas 87–96).
Ya en la parte baja, la mención de propiedades en el entorno de la Fuente Caliente, Ayni Aldefi o Aldefoy (partidas 97–98), permite situarnos con seguridad en estos pagos cuyo nombre se ha conservado, y ubicar también los de Azueya, Albarcoque y Deyr (partidas 99–104) en las proximidades de la confluencia de los barrancos, ya en la Rambla.
Finalmente, se registran viñas, eriazos y hazas de secano y de riego, en los pagos de Castala, Hofrat Haçin, Pando, Aduzduqui, Alxubra, Handac Alacmar, Abexyahia y Barnit (partidas 107–118), y finalizan con un pedazo de tierra, un moral y una viña en los pagos de Handac Alnajar los primeros, y Mogayb la última (partidas 121–122).
Una vez analizado el proceso seguido por los apeadores en la redacción del libro, pasamos al estudio pormenorizado de los elementos toponímicos. Este análisis permite desentrañar las huellas de la relación histórica entre la comunidad y su territorio, a través de nombres de barrancos, peñas, caminos, fuentes, núcleos de población, pagos y otros referentes topográficos que formaban parte de la estructura agraria de la época.
Los barrancos constituyen un elemento clave del paisaje y la organización territorial de Cástaras, cuyo término se halla estructurado en torno a un complejo sistema de cauces que recogen las aguas de todo el municipio. Estas aguas convergen en las inmediaciones del núcleo urbano y son finalmente canalizadas hacia el río Guadalfeo a través de la rambla de Cástaras.
El sistema está formado por los barrancos de la Alberquilla, de la Torna y del Gayubar, que nacen en la zona conocida como Porahíarribas, en las alturas sobre los prados de Villareal, Simón, Nogal y Seco. El barranco de la Alberquilla va recogiendo las aguas del barranco de la Torna en el Hundidero, un poco más abajo de la caseta de peones camineros —hoy reconvertida en casa rural—, tras haber incorporado este las aguas del barranco de los Castaños por debajo del Prado Simón. Más abajo, en la Fuente Baja, se le suman los barrancos de la Calera y del Quemado, ya unidos en un solo cauce. Por su parte, el barranco del Gayumbar —también conocido como de los Menores en el tramo cercano al pueblo y como de la Fuente Medina o Solís en la cartografía oficial— se une al de la Alberquilla por debajo de la Fuente Caliente, formando así la rambla de Cástaras.
Estos barrancos aparecen con frecuencia en los habices de Cástaras como referencias a los linderos de numerosas propiedades situadas en sus márgenes. En muchos casos, los textos mencionan simplemente «el barranco», sin mayor especificación, lo que dificulta la identificación de cada cauce. Sin embargo, en algunas partidas se conservan nombres concretos que permiten realizar un análisis toponímico más preciso y establecer hipótesis razonables sobre su correspondencia con los nombres actuales. A partir de estas pistas, se puede trazar una primera cartografía del territorio habitado y trabajado por la comunidad, a través de sus cauces, sus nombres y su memoria.
A lo largo del tiempo, los barrancos de Cástaras han adoptado diversas denominaciones, adaptando su onomástica al momento histórico y a los usos tradicionales. Sin embargo, estos topónimos locales rara vez han sido incorporados a la historiografía o reflejados en la cartografía oficial. Tras las referencias registradas en los libros de habices, no se vuelve a tener constancia escrita de estas formaciones geográficas hasta 1791, cuando el beneficiado García Villalta informa al geógrafo Tomás López de la existencia de dos arroyos en Cástaras: el de la Sendilla, al poniente, y el de Granada, al levante, identificables hoy con los conocidos como barranco de la Alberquilla y barranco del Gayumbar, respectivamente. La presencia de estos nombres en la cartografía no se documenta, según la información disponible, hasta la publicación de la hoja 1042 del Mapa Topográfico Nacional a escala 1:50.000 en 1936, donde el barranco del Gayumbar figura con la denominación de «fuente Medina o Solís». En épocas más recientes, el topónimo «Alberquilla» ha sido incorporado a la cartografía oficial, aunque refiriéndose en su parte alta al barranco de la Torna o del Prao Nogal, lo que supone una atribución equívoca desde el punto de vista tradicional. De este modo, el tramo alto del barranco de la Alberquilla, comprendido entre su nacimiento y la confluencia con el barranco de la Torna, permanece en los registros cartográficos sin un topónimo claramente establecido. A lo largo de este trabajo, seguiremos la denominación tradicional, que identifica el barranco de la Alberquilla al oeste, con su afluente central, el barranco de la Torna o del Prao Nogal, y el barranco del Gayumbar al este.
Nombre del barranco | Partidas |
---|---|
Barranco (sin especificar) | 1, 2, 14, 19, 28, 37, 49, 50, 53, 68, 72, 73, 77, 78, 80, 84, 100, 101, 103, 104, 105, 110, 119, 120 |
Handac Aljoayza | 48 |
Handac Alacmar | 112 |
Handac Almoral | 84 |
Handac Alnajar | 119, 120 |
Handac Mazavpa | 76 |
La presencia del término handac (del árabe jandaq 'barranco'), que puede designar una zanja, foso o barranco —a menudo con curso permanente o estacional—, es especialmente notable en los habices de Cástaras, donde se registran cinco topónimos que lo contienen. En este contexto, es evidente que se alude a la última acepción, es decir, al barranco. En cinco casos, el término handac se combina con raíces de tipología diversa: dos fitotopónimos —uno de ellos con una estructura mixta arábigo-romance—, una referencia astronómica, un antroponímico profesional y un caso sin interpretación clara todavía. A continuación se detallan estos casos.
El fitotopónimo Handac Aljoayza aparece en la partida 48 (fol. 152v) como nombre de un pago. El complemento Aljoayza proviene del árabe al-ŷuwayza, diminutivo de ŷawza ‘nogal’, por lo que puede interpretarse como ‘barranco del nogalillo’. Esta denominación sugiere la presencia de nogales en sus inmediaciones, o bien de un ejemplar aislado pero significativo, en coherencia con la existencia cercana del prado Nogal y con una silvicultura tradicional en las zonas altas de la Alpujarra.
Mencionado en la partida 112 (fol. 160r) como nombre de un pago, Handac Alacmar se interpreta por Martínez Ruiz como jandaq al-āqmār ‘barranco de la luna’. Es importante señalar que al-āqmār es la forma plural de
El fitotopónimo mixto arabigo-romance Handac Almoral presenta una estructura lingüística mixta característica de la toponimia andalusí. El segundo componente, Almoral, es claramente de origen romance. Procede del latín morum a través del latín vulgar mora (fruto del moral o de la morera), con el sufijo -al con el valor de indicar el tipo de árbol, es decir, el productor del fruto mencionado, con el significado 'moral'. La presencia del artículo árabe al- ante el radical romance es un fenómeno frecuente en la toponimia andalusí, donde elementos léxicos romances fueron incorporados al habla local con la adición del artículo árabe, fosilizándose posteriormente en la toponimia del lugar.
Por tanto, Handac Almoral se interpreta como el 'barranco del moral'. Este fitotopónimo mixto refleja la interacción lingüística y cultural entre el árabe y el romance en la región.
El nombre Handac Alnajar aparece en las partidas 120 y 121 (fol. 161r) como designación de un pago, y puede traducirse con bastante seguridad como ‘barranco del carpintero’, a partir del árabe al-naŷŷār. Se trata de un topónimo bien documentado y de fácil interpretación asociado a un individuo con el oficio de carpintero.
La existencia de un barrio con el mismo nombre permite proponer una identificación tentativa con el barranco que discurre cerca de dicho núcleo, cuya ubicación exacta sigue siendo dudosa. No obstante, atendiendo a las posibles localizaciones del barrio, podría tratarse del actual barranco del Gayumbar o de los Menores —en la cartografía barranco de la Fuente Medina o Solís—, el único próximo a los emplazamientos verosímiles del antiguo barrio.
El caso de Handac Mazavpa, mencionado en la partida 76 (fol. 156r), es más oscuro. El término Mazavpa no es reconocible a primera vista como palabra árabe común, denotasndo una deformación paleográfica, una adaptación fonética, o incluso una conservación parcial de un nombre mozárabe o híbrido. Martínez Ruiz lo transcribe como mazaupa y lo clasifica como 'no identificado', aunque sugiere con reservas una posible relación con el árabe miʿzab ‘desagüe’, basándose en una coincidencia parcial de raíces consonánticas. Sin embargo, existen diferencias fonéticas significativas que debilitan esta hipótesis.
La situación de las fincas y caminos donde aparece como lindero de un michar permite establecer, con una probabilidad razonable, la hipótesis de que Handac Mazavpa correspondería al actual barranco de la Torna.
Fragmento del mapa Imagen del Arzobispado de Granada, dibujado por Francisco Fernández Navarrete en 1732.
Los caminos que se mencionan a continuación aparecen documentados en los habices de Cástaras principalmente como linderos de hazas, huertos, heredades y otras propiedades. No se trata de una descripción exhaustiva de la red viaria histórica, sino de una constancia fragmentaria que refleja su presencia y función como elementos de delimitación territorial en el contexto agrario de la época.
Camino | Descripción / Identificación | Partidas |
---|---|---|
Camino de Juviles | Dos variantes: desde el Cortijuelo y desde el Barrimedio. Coincidiría con los actuales caminos | 1, 3, 11, 13, 15, 16, 44, 47, 48, 52, 82 |
Camino de Ferreyra | Desde el Barribalto hacia Baño y Notáez y Busquístar. Coincidiría con el camino actual. | 13, 30, 67, 77 |
Camino de Cádiar / Nieles | Accesible desde la Fuente del Barrimedio o desde la Piedra Jorá. Coincidiría con el Caminillo Viejo | 50, 52, 76, 91 |
Camino de la iglesia | Desaparecido con el templo primitivo | 43, 58, 59, 60, 71, 83 |
Camino que va a la fuente del Pixnix | Ubicación desconocida. Tal vez el de enlace desde las Piedras al camino de Juviles | 77 |
Caminos a heredades y hazas | ¿Hundidero, Lohondo, Moraleda, etc.? | 86, 94, 97 |
Caminos sin especificar | Mención genérica a «camino», sin especificar características ni origen ni destino | 79, 85 |
La documentación de los habices de Cástaras de 1527 ofrece un valioso testimonio sobre la red de caminos existente en el término durante la primera mitad del siglo XVI. Las referencias a trayectos concretos —algunos mencionados en múltiples ocasiones— permiten entrever la estructura de comunicaciones de la alquería, tanto en lo relativo a sus conexiones exteriores como a su articulación interna.
Destaca especialmente el camino de Juviles, citado en al menos nueve entradas, a veces calificado como Camino Real. Esta denominación parece englobar dos itinerarios diferenciados pero aún vigentes: uno que parte de la bifurcación del camino de Trevélez en el Cortijuelo, en relación con pagos cercanos al Barribalto; y otro que asciende desde las inmediaciones del Barrimedio, bordeando el barranco del Gayumbar, en dirección a la Fuente Grande. Ambos son caminos todavía transitables en la actualidad.
El camino de Ferreyra puede identificarse con el que desciende desde el Barribalto bordeando el Marjal, para unirse, bajo la era del Corral de Piedra (en el pago de la Ermita), con el camino del cementerio, Notáez y la Casería de Mercado, prolongándose luego hacia Busquístar y los pueblos de La Taha. Este sería el trazado original, al que más tarde se sumaría un ramal de acceso a los barrios bajos, junto a la parte baja del Hundidero, que ganó importancia con el crecimiento demográfico, especialmente tras la construcción del puente del Molino.
Los caminos de Cádiar y Nieles parecen corresponder al mismo eje de salida del término, con variantes según el punto de partida: desde la Fuente del Barrimedio (Ayna Alquibir) o desde el manantial de la Piedra Jorá, que podría identificarse con el actualmente conocido como Caminillo Viejo.
Asimismo, el camino que desciende de la Alquería Alta a la Baja parece haber pervivido en el trazado que en algunas partidas se denomina «camino de Cádiar», ya que también daba acceso a las poblaciones situadas al este del núcleo principal.
El camino que conduce a la fuente del Pixnix plantea mayores dudas, al no haberse podido identificar con certeza dicho manantial. Podría tratarse del sendero que enlaza el camino del Barribalto —en la zona de Piedras— con el de Juviles por las Catifas, si se confirmara que la fuente del Pixnix coincide con la conocida como Piedra Jorá.
En cuanto al camino de la iglesia, habría desaparecido tras la destrucción del templo original, que fue reemplazado a finales del siglo XVII en su ubicación actual. Si algún tramo ha perdurado, probablemente quedó afectado por la apertura de la carretera, que alteró o se superpuso a las conexiones anteriores.
Los caminos mencionados como conducentes a hazas o heredades pueden entenderse como rutas de uso agrícola que, en muchos casos, aún se conservan, aunque a menudo impracticables por la maleza y el abandono. Es posible que hagan referencia a veredas que daban acceso a zonas como el Hundidero, Fuente Baja, Lohondo o la Moraleda, donde la actividad agrícola fue intensa durante siglos.
Varias de estas rutas tradicionales —el Caminillo Viejo (camino de Nieles y Cádiar), el camino de Trevélez y el del Barribalto— han sido integradas en la Ruta Medieval de la Alpujarra, un itinerario senderista que recorre antiguos caminos de herradura y ofrece una experiencia histórica y paisajística del territorio. Su inclusión confirma la continuidad de buena parte de estas vías ancestrales a lo largo de los siglos y favorece su conservación.
Por otro lado, la lectura de los habices permite constatar la ausencia de menciones al actual Camino Nuevo —ya desaparecido bajo la carretera a Nieles—, cuya construcción exigió notables obras de ingeniería: puente sobre el barranco del Gayumbar, muros de contención y apertura en roca viva en la Piedra Picá. Estas intervenciones no se correspondían con los medios ni las necesidades del siglo XVI y serían resultado de una fase posterior orientada al tránsito moderno.
Puede establecerse una tipología diversa de estas vías según su uso: caminos de tránsito comarcal (como los de Juviles, Ferreyra o Cádiar), caminos de uso agrícola o ganadero hacia pagos concretos, y caminos de acceso a espacios religiosos o fuentes.
Esta diversidad confirma el carácter multifuncional de la red viaria tradicional, que respondía a necesidades agrícolas, ganaderas, de abastecimiento, culto religioso y circulación regional. Estructuraba el territorio de Cástaras y lo conectaba con los núcleos vecinos y con rutas supracomarcales, insertándolo en las redes de comunicación de la Alpujarra medieval y moderna. Pese a la desaparición o transformación de algunas de estas vías, muchas han permanecido estables durante más de cinco siglos, configurando un componente esencial del paisaje histórico. La persistencia de ciertos topónimos y trazados refuerza esa continuidad y subraya el valor patrimonial de esta red tradicional de caminos.
Una lectura detenida de los habices de Cástaras no permite discernir si las fuentes a las que se alude corresponden a manantiales naturales o a construcciones artificiales. Esta ambigüedad, unida a la transformación del paisaje y del léxico local con el paso del tiempo, dificulta —hasta el punto de hacerla imposible— la identificación de estos manantiales y fuentes en el contexto geográfico contemporáneo. No obstante, trataremos de aproximarnos a una comprensión razonable del paisaje hídrico de Cástaras, estudiando esta toponimia menor e intentando establecer correspondencias entre las fuentes antiguas y los manantiales actuales, que, lógicamente, habrán perdurado.
Con este objetivo, se ha elaborado una relación de los manantiales conocidos en la actualidad —sin ánimo de ser exhaustiva ni definitiva— mediante un ejercicio de rastreo que trata de establecer vínculos entre las fuentes mencionadas en los habices y los manantiales aún existentes. Algunos de estos abastecen hoy fuentes construidas, en su mayoría, hacia 1930. A continuación, se enumeran los principales:
Existen asimismo otros manantiales y surgencias menores repartidos por el término, que quedan fuera del alcance de este estudio por razones tanto geográficas como temáticas.
En paralelo a los manantiales actualmente identificables, las partidas documentales de los habices recogen una serie de fuentes, algunas con denominaciones difíciles de localizar o identificar con precisión. La tabla siguiente recoge las referencias encontradas en dicha documentación:
Nombre de la fuente | Partidas |
---|---|
Fuente de Alcaría Alta / Fuente sin nombre en el pago de Harata Benhayr | 4, 14 |
Fuente de Hayralxata | 76, 84 |
Fuente Caliente / Fuente Callente / Ayni Aldefi / Aldefoy / Aymyal de Fez | 97, 98, 104 |
Fuente Grande / Ayni Alquibir | 31, 34, 35, 36 |
Fuente del Arrabat / Arrabal | 87 |
Aynat Alnajar / Ayni Alnajar | 50, 51 |
Ayzorayte / Ayni Azorayt | 29, 31 |
Fuente del Pixnix | 77 |
Fuente sin nombre en el pago del Barnit | 116 |
La fuente de Alcaría Alta se menciona de forma explícita en la partida 14 de los habices de Cástaras, localizada en el pago de Alquiniça. El apeador la sitúa en las cercanías de un barranco y del camino que conduce a Trevélez. Esta ubicación permite establecer una clara correspondencia con el actual manantial de la Alberca, que brota junto al camino que asciende al Portichuelo —el antiguo y actual camino de Trevélez—, a unos 150 metros al noroeste del Barribalto y asociado geográficamente al barranco de la Alberquilla. Este manantial abastece hoy a las fuentes construidas en el Barribalto. Resulta significativo que esta misma fuente sea, con toda probabilidad, la referida en la partida 4 como lindero de una haza en el pago de Harata Benhayr: «que alinda [...] con la fuente. Tiene esta haça medio día de agua en la dicha alverca del dicho pago el jueves de cada semana». La presencia de una alberca asociada a este pago refuerza la identificación con un manantial de cierta importancia y la coincidencia con la Fuente de la Alverca mencionada.
El manantial, con un caudal cercano a los 7 litros por segundo en la actualidad, habría sido suficiente en época histórica para abastecer a la población de la alquería alta y para el riego del terreno situado en cotas inferiores, entre los barrancos de la Alberquilla y de la Torna. Su importancia dentro del sistema hidráulico local resulta, por tanto, indudable.
El topónimo Harata Benhayr, que designa el pago donde se ubica la haza lindante con la fuente, podría ofrecer una pista sobre su denominación original o una advocación local. Deriva del árabe hārat ibn Jayr, que significaría 'las tierras del hijo de Jayir' o 'la propiedad del hijo de Jayir'. La coexistencia de esta denominación árabe para el pago y la romance para la fuente en los mismos documentos sugiere una transición toponímica en curso o el uso de diferentes nombres según el contexto o los hablantes.
Resulta significativo que, en el momento de la redacción de los habices, esta fuente ya aparezca con una denominación plenamente romance, «Fuente de Alcaría Alta». Es probable que, como en tantos otros casos, su antiguo nombre árabe —quizás implícito en la denominación del pago de Harata Benhayr— se hubiera perdido pronto por influencia de la nueva cultura dominante, dando paso a una expresión que remite directamente a su localización geográfica —la parte alta de la alquería—, en el marco de una toponimia en proceso de transformación.
La fuente de Hayraxata, aunque mencionada en los habices como parte del sistema hídrico de Cástaras, no ha podido ser identificada en el paisaje actual por la falta de referencias geográficas precisas en el documento y a la ausencia de elementos conservados en la memoria oral, lo que impide establecer una correspondencia clara con algún manantial conocido. Su nombre, de origen claramente árabe, ha llegado a nosotros en forma romanceada, lo que dificulta aún más su localización.
Lingüísticamente, Hayraxata puede interpretarse como una contracción de ʿayn ḥārt šaṭa, 'fuente del campo de la ribera', combinando el término ʿayn 'fuente', 'manantial' con ḥārt 'labrantío', 'campo cultivado' y šaṭa 'ribera', 'llanura'. Este mismo origen etimológico parece reflejarse en el topónimo del pago que regaba dicha fuente, Harataxata, cuyo significado se abordará en su apartado correspondiente.
Aunque no se menciona explícitamente en los habices de 1527 que estamos estudiando, resulta pertinente traer a colación la referencia de los de 1501 a la «huente Çeherich Alfaguara», ya que ofrece datos relevantes que podrían ayudar a identificar ciertas ubicaciones. El término Çeherich, ampliamente documentado en los habices de la Alpujarra y procedente de la variedad dialectal ṣahrīŷ del árabe clásico ṣihrīŷ, correspondería a una alberca con características particulares. Por su parte, Alfaguara deriva del árabe andalusí al-fawwāra, que significa 'fuente que brota con fuerza'. De este modo, Çeherich Alfaguara podría interpretarse como 'alberca de la fuente que brota con fuerza' o 'alberca de la fuente abundante'. Los habices de 1501 sitúan esta fuente y alberca en el pago de Harataxata, ya analizado en otro apartado. Dado que también hemos estudiado la fuente Hayraxata en relación con este pago y teniendo en cuenta la ausencia de otras surgencias significativas en la zona, es plausible que Çeherich Alfaguara y Hayraxata se refieran a la misma fuente, que probablemente sea la Fuente de la Alcaría Alta, hoy conocida como fuente de la Alberca.
La Fuente Caliente —también documentada como Fuente Callente, Ayni Aldefi, Aldefoy o Aymyal de Fez— es una de las mejor identificadas dentrodel sistema hidráulico de Cástaras. Aparece citada en las partidas 94, 97, 98 y 104 de los habices con una denominación que, con variaciones formales, ha perdurado hasta hoy, lo que permite una localización precisa. Su identificación contribuye, además, a ubicar con claridad varios pagos aledaños mencionados en los documentos, en particular aquellos situados en las inmediaciones de la confluencia de los barrancos de la Alberquilla y Gayumbar, en el pago que lleva su nombre.
En términos etimológicos, la forma árabe original de este topónimo es ʿayn al-dafī ‘la fuente caliente’, derivada de al-ʿayn ‘la fuente’ y al-dafī ‘caliente’, ‘templado’ o ‘caluroso’. La interpretación de los transcriptores ha dado lugar a diversas formas —como Aldefi, Aldefoy o Aymyal de Fez— que no distorsionan la interpretación final a pesar de las deformaciones gráficas.
La permanencia del nombre y su localización en la zona de contacto entre dos barrancos principales refuerzan su importancia dentro del sistema hidráulico tradicional de Cástaras, donde debió cumplir funciones relevantes de riego de los bancales cercanos.
La Fuente Grande aparece mencionada en las partidas 31, 34, 35 y 36. Su identificación se refuerza por el hecho de que los apeadores la sitúan en un pago denominado Ayni Alquibir, expresión que significa precisamente ‘Fuente Grande’. Esta coincidencia permite reconocerla con seguridad como el manantial del Barrimedio de Arriba, el de mayor caudal del término.
Según los datos recogidos en la web Conoce tus Fuentes, su caudal se estimó en unos 15 litros por segundo en el momento de la visita, aunque varía a lo largo del año y presenta estiajes estivales acusados solo en años especialmente secos. Salvo en contadas ocasiones, ha sido suficiente para el abastecimiento humano. La surgencia se localiza junto al cauce del barranco del Gayumbar —denominado oficialmente como de la Fuente Medina o Solís—, a unos 300 metros al norte del núcleo principal de Cástaras. A lo largo del tiempo, sus aguas han abastecido diversas fuentes públicas —como las de la Cuesta de la calle Calvario, la Cuesta de San Miguel, el Barrio Medio de abajo y la Placeta—, así como el lavadero y la alberca construidos a su salida.
Existen indicios arqueológicos que sugieren que el sistema de recogida del agua pudo haber ocupado otras posiciones, lo que apunta a modificaciones en la infraestructura a lo largo del tiempo.
En cuanto al enfoque lingüístico, el topónimo Ayni Alquibir proviene de la expresión árabe ʿayn al-kabīr, en la que ʿayn significa ‘fuente’ o ‘manantial’, y al-kabīr, ‘grande’ o ‘mayor’. La forma romanceada Ayni Alquibir conserva ambos elementos originales y transmite con claridad el significado de ‘Fuente Grande’, en coherencia con la importancia del manantial al que alude.
La Fuente del Arrabat / Arrabal, mencionada en la partida 87, se encontraba junto a unos morales y una casa en el Arrabal, un núcleo que se analiza en otro apartado. Dado que en las posibles ubicaciones del núcleo poblacional no existen surgencias, es probable que el agua que abastecería dicha fuente fuera conducida desde algún manantial cercano. Se proponen dos posibles fuentes de abastecimiento: el manantial del Hundidero, cuyas aguas eran canalizadas por una acequia cercana a la posible ubicación del núcleo al menos hasta el siglo XX, y la Fuente Vieja, situada cerca del barranco del Gayumbar, a unos 150 metros de la ubicación virtual del Arrabal, lo que la convierte en otra candidata plausible. El manantial del Hundidero sigue manando en la actualidad y sus aguas se destinan para riego, mientras que la Fuente Vieja fue sepultada por un terraplén durante la construcción de la carretera en 1966, lo que ha dificultado su estudio.
Aunque con escasa probabilidad, también se sugiere que la Fuente Grande podría haber sido utilizada como fuente de abastecimiento para el Arrabal, de manera similar a lo que ocurre en la actualidad con los barrios bajos. No obstante, la implementación de este suministro habría exigido una canalización mediante tuberías, infraestructura incompatible con las condiciones técnicas y socioeconómicas de la época.
El término Arrabal proviene del árabe hispánico arrabāḍ, que significa barrio o zona exterior a una fortificación, y se aborda en el apartado dedicado al núcleo homónimo.
En las partidas 50 y 51 se menciona como lindero un pago denominado Aynat Alnajar / Aini Alnajar, donde se localizan morales, hazas y la azaquifa de Lucas Algaranataxi. Junto a estos elementos figura además una fuente con una alberca cuyo nombre no se especifica pero es lógico presumir que sería Alnajar, el mismo del pago al que parece dar nombre. La ubicación del pago Haratalnajar, estrechamente vinculado a la denominación de la fuente, como se verá al estudiarlo, permanece indeterminada, lo que complica también la identificación precisa de la fuente a la que se alude en el mismo.
Suponiendo que el pago Haratalnajar y la fuente Ayni Alnajar estuvieran asociados espacialmente al barrio homónimo, cuya ubicación está igualmente por determinar, y sobre la base de los escasos datos disponibles, se esbozan algunas hipótesis sobre su posible localización.
La mención de una alberca asociada sugiere que podría tratarse de un manantial con un cierto grado de aprovechamiento hidráulico, lo que aporta un criterio relevante para evaluar estas hipótesis.
Una posibilidad es que se tratase del manantial de la Piedra Jorá, situado efectivamente junto al camino de Nieles, tal como se analiza en el apartado correspondiente a la red viaria. No obstante, la topografía del entorno, la distancia a los núcleos de población y la ausencia actual de infraestructuras hidráulicas visibles —alberca o cultivos— en esa zona hacen poco probable la opción.
Una segunda hipótesis sería que la fuente se ubicara en el propio núcleo de Haratalnajar, en una zona cercana a la alquería del Medio. Sin embargo, esta opción presenta el inconveniente de su proximidad tanto al núcleo central como a la Fuente Grande, lo cual genera dudas sobre la independencia funcional de dicha infraestructura.
Una tercera posibilidad contempla que Haratalnajar correspondiera a uno de los barrios bajos actuales, en cuyo caso la fuente mencionada podría identificarse con la Fuente Vieja, tratada en un apartado anterior. Esta hipótesis plantea como dificultad la inexistencia de alberca aneja y la distancia respecto al camino de Nieles, aunque no se puede descartar que hubiera una vía secundaria antigua, coincidente con el trazado del actual Camino Nuevo que pasara por las inmediaciones.
Finalmente, no puede excluirse que tanto la fuente como la alberca asociada hayan desaparecido sin dejar vestigio arqueológico o documental reconocible.
Incluso se puede pensar que se tratase de la misma Fuente Grande, la Fuente del Barrimedio que ya hemos analizado, hipótesis que cobra fuerza conforme se avanza en el análisis, pero de la que no hay elementos que permitan decantar la balanza.
En resumen, dadas las limitaciones de la documentación conservada y el estado actual del terreno, no es posible establecer con certeza la localización de la fuente mencionada en esta sección.
El nombre Aynat Alnajar procede del árabe ʿayn al-naŷŷār, compuesto por ʿayn ‘fuente’ y al-naŷŷār ‘carpintero’, con el significado de ‘fuente del carpintero’. Esta forma toponímica sigue un patrón frecuente en el árabe granadino, asociando el término ʿayn (fuente o manantial) a un nombre de oficio o gentilicio. Aunque hoy resulte difícil de ubicar físicamente, su pervivencia en la documentación sugiere que aún era un topónimo reconocible para la comunidad local en el momento en que se redactaron los documentos bajo estudio.
Los topónimos Ayzorayte y Ayni Azorayt aparecen mencionados en las partidas 30 y 31, respectivamente, delos habices de Cástaras de 1527 como denominación de un mismo pago . En la partida 30 se describe una mata de morales lindante con la haza de Françisco el Berbelí, el Camino Real que va a Ferreyra y la haza de Lorenço Abonaym, ubicada en el pago de Ayzorayte. La partida 31 sitúa dos matas de morales en un pequeño pedazo de tierra en el pago de Ayni Azorayt, lindante con las mismas hazas de Françisco el Berbelí y Lorenço Abonaym, así como con el camino que va a la Fuente Grande.
La mención de estos pagos y caminos como linderos ofrece una idea general de su ubicación relativa. La proximidad a elementos como el Camino Real de Ferreyra y el camino a la Fuente Grande sugiere una localización en una zona de tránsito, posiblemente en la confluencia del camino de Ferreira (Busquístar) con el que se dirigía desde ese paraje al barranco del Barrimedio de Abajo —desaparecido con la construcción de la carretera—. Esta zona coincidiría con los alrededores de la actual caseta de peones camineros, hoy convertida en casa rural. Sobre esta base, y con las debidas reservas, proponemos como hipótesis inicial, su posible coincidencia con la Fuente de la Teja, por ser la única surgencia en esa zona. Este manantial se sitúa en los aledaños del edificio, junto al barranco de la Alberquilla, brota bajo una gran peña, y sus aguas, canalizadas mediante una obra moderna, se vierten unos metros más abajo al mismo barranco.
Como se ha señalado anteriormente, Ayn proviene del árabe ʿayn, que significa ‘fuente’ o ‘manantial’. El segundo componente deriva de la raíz árabe ṣirāṭ, cuyo significado principal es ‘camino elevado’, con el sufijo -ayte / -ait actuando como diminutivo. Interpretamos el topónimo como ‘la fuente del caminillo alto’ y, en una lectura más atrevida, como ‘la fuente del caminillo al Barrio Alto’, dada la ubicación que creemos más probable y que coincidirá con la actual fuente de la Teja.
La Fuente del Pixnix se menciona únicamente en la partida 77 de los habices de Cástaras de 1527, en relación con los linderos de un michar denominado Michar Alaujar, situado en el pago del Labjar o Laujar. Se indica que dicho michar linda, por la parte baja, con el camino que va a la Fuente del Pixnix. Otros linderos citados son las Peñas Altas, un barranco y un huerto de Pedro de Jaén Moxeyraf.
La identificación precisa de la Fuente del Pixnix resulta problemática. Aunque se cree localizada la zona de las Peñas Altas, la disposición de los linderos descritos en la partida 77 no parece encajar directamente ni con los caminos de Ferreyra ni con el que podría ir a la Fuente del Pixnix, al menos según la configuración actual del terreno y de las vías de comunicación conocidas. Esta incongruencia dificulta la inferencia de su ubicación a partir de la relación con el Michar Alaujar.
Desde el punto de vista etimológico, el topónimo Pixnix presenta una interpretación incierta. No se han hallado etimologías verosímiles en las fuentes habituales. La presencia de la letra p apunta con fuerza a que su origen no es árabe, al menos no del árabe clásico, y su estructura podría sugerir un origen bereber. También podría tratarse de una variante local, una forma romanceada de un nombre de lugar, o incluso de un antropónimo cuya raíz original se ha perdido.
Isidro de las Cagigas (1953: 310[16]), en su estudio sobre toponimia alpujarreña, menciona el topónimo «Pinix», situado en el Arrabal, basándose precisamente en los habices de 1527. Sin embargo, Cagigas no tenía un conocimiento directo del terreno de Cástaras y muestra cierta desorientación en la localización de algunos topónimos. La información que se desprende de la partida 77 no sitúa la Fuente del Pixnix de manera explícita en las lindes del Arrabal, lo que genera dudas sobre esta posible correspondencia. Si nuestras apreciaciones son correctas, la mención del pago del Labjar como ubicación del michar lindante, así como la alusión a las Peñas Altas, sugerirían una localización diferente.
En resumen, ni la localización ni la etimología de la Fuente del Pixnix pueden deducirse con certeza a partir de la información proporcionada por los habices. La aparente incongruencia en los linderos y la falta de una etimología clara dificultan su identificación en el paisaje actual, por lo que se considera inapropiado y aventurado proponer una equivalencia con alguna fuente actualmente conocida en el término.
La partida 116 describe una haça de riego en el pago del Barnit que incluye una fuente dentro de sus límites, con un aprovechamiento de un tercio del agua semanal. Esta mención sugiere la existencia de un manantial o surgencia localizada en la propiedad, probablemente de caudal modesto, destinado principalmente al riego de la parcela. La referencia al «tercio de agua semanal» pone de relieve la existencia de un sistema de distribución hídrica reglado y adaptado a las necesidades agrícolas del momento.
La identificación de este manantial resulta complicada debido a la falta de detalles adicionales en la documentación. Entre las fuentes actualmente conocidas en el término de Cástaras, la Fuente del Hundidero y la Fuente Baja —ambas ubicadas en zonas de cultivo— podrían guardar relación con la surgencia citada en la partida del Barnit. Sin embargo, no se puede establecer una correspondencia segura.
En cuanto al topónimo Barnit, Trillo y Hernández (1988: 288), al estudiar los habices de 1501, mencionan el fadin Barnit Almoroch en Cástaras y relacionan la segunda parte del nombre, Almoroch, con el árabe murūŷ (plural de marŷa, ‘llano’, ‘prado’), sin pronunciarse sobre Barnit. Dado que Barnit no presenta una morfología ni una raíz reconociblemente árabes, consideramos plausible que se trate de un antropónimo (posiblemente bereber o una forma alterada del romance), como ocurre con frecuencia en otros pagos mencionados en los habices.
Los habices de 1527 ofrecen un valioso testimonio de las infraestructuras hidráulicas heredadas del periodo andalusí, especialmente en lo que respecta a las albercas, cuya presencia se menciona en distintas partidas del documento.
Así, se mencionan albercas como la de Gollires, por el Barribalto (partida 2); junto a la Fuente Grande o Ayni Alquibir (partida 35); en el pago Harat Alnajar, junto a Ayni Alnajar (partida 49); o la de Haratal al-Naçir en el pago de Çehla (partida 9). Este conjunto de referencias sugiere un sistema hidráulico basado en pequeños embalses distribuidos, destinados tanto al aprovechamiento sistemático del agua en un territorio abrupto y difícil de regar como a la regulación del riego mediante turnos. En algunos casos, como en la partida 4, se menciona una alberca sin más detalle, lo que podría reflejar un conocimiento local implícito que no quedó registrado por escrito.
Un caso especialmente interesante es el de la «alberca del lino que se dice Vercatal Moheden» (partida 98), situada en el pago de Aymi Aldefi o de la Fuente Caliente. Su mención sugiere un uso técnico específico —el tratamiento del lino— y permite proponer una etimología basada en el árabe andalusí: birkat kattān ‘alberca del lino’, a lo que se sumaría el antropónimo Moheden (o Almueden), nombre del linaje propietario de la finca. La forma «Vercatal» podría explicarse como una evolución fonética local, con elisión parcial de la palabra alberca y fusión con catal, derivado de kattān. Refuerza esta interpretación el hecho de que el propio escribano traduce «Vercatal Moheden» como «alberca del lino», evidenciando una identificación consciente del término por su parte.
Etimológicamente, «alberca» deriva del árabe hispánico albírka, procedente del clásico birkah, con variantes como bárka o bark, usadas también en al-Ándalus. Se trata de estanques o depósitos artificiales de agua, con muros de fábrica, destinados fundamentalmente al riego.
En cuanto a las acequias, se documentan en los pagos de Çehla (partida 10), Padul (partidas 66 y 70) y del Albarcoque (partida 102). En todos los casos aparecen sin nombre y marcando límites entre propiedades, lo que revela su papel esencial en la red de distribución del agua. Las acequias —del árabe assáqya (sāqiyah)— cumplían una función estructural clave en el transporte del agua desde fuentes o albercas hasta las zonas de cultivo, y su uso estaba sujeto a normas consuetudinarias de reparto que garantizaban el acceso equitativo al recurso hídrico.
El documento bajo estudio permite identificar cuatro núcleos de población con consideración de alquería, lugar o barrio en el entorno de Cástaras durante la primera mitad del siglo XVI. Estos núcleos son: la Alcaría Alta, la Alcaría de Enmedio, la alcaría de Haratalnajar y el lugar del Arrabal de Cástaras. Su denominación y distribución reflejan la organización espacial del poblamiento en época morisca, y permiten aproximarse, al menos parcialmente, a las formas de ocupación del territorio, a la relación entre hábitat y producción agropecuaria, así como a la evolución histórica del lugar a lo largo de la Edad Moderna.
La Alcaría Alta se erige como uno de los núcleos de población más significativos en los habices de Cástaras de 1527, tal y como atestigua su mención en diversas partidas (14, 16, 17, 18, 22, 24, 25, 26, 27 y 28), en las que se alude tanto a propiedades agrícolas como a casas, solares y elementos religiosos. Entre estas referencias destacan un macáber o cementerio «de tiempo de moros» (partidas 18 y 28), un solar identificado como antigua rábita (24) —edificio que pervivió desde época hispanomusulmana—, así como varias viviendas y solares habitados por vecinos como Juan Yzmael, Juan de Carmona o Francisco el Mayordomo, lo que permite inferir la persistencia de una comunidad estructurada y con vida agrícola y devocional activa.
Aunque innecesaria para fijar su ubicación —evidente, por corresponderse con el actual Barribalto, que ha permanecido en el mismo emplazamiento más de cinco siglos—, la propia forma del topónimo, en sus distintas variantes, informa de su posición geográfica elevada en relación con los otros asentamientos y con la topografía del entorno. La mención en la partida 14 de una fuente, elemento imprescindible para la habitabilidad, aporta además un punto de anclaje adicional para confirmar con mayor seguridad la localización de este núcleo en la zona elevada del término de Cástaras, entre los barrancos de la Alberquilla y la Torna, rodeado de terrenos de cultivo y flanqueado por dos grandes formaciones rocosas: el Tajo de la Yedra —como parte del cerro de los Prados— y el cerro de las Catifas, ambos topónimos actuales.
El término alcaría —del árabe hispánico alqaríyya, y este del árabe clásico qaryah, ‘aldea’ o ‘pueblo’— tuvo una amplia difusión en el ámbito andalusí para designar pequeñas agrupaciones rurales subordinadas a núcleos mayores, y ha pasado al castellano con la forma consolidada alquería. En los documentos, la denominación aparece con diversas formas romances, como Alcaría Alta, Alcaría de Cástaras la Alta o simplemente Casas Altas, reflejando la adaptación del topónimo árabe al castellano y la conciencia de su pertenencia al término de Cástaras, topónimo que, por otro lado, podría interpretarse también literalmente como «casas altas».
La Alcaría de Enmedio aparece citada de forma explícita únicamente en la partida 43 de los habices de Cástaras de 1527, donde se menciona el «pago de las Casas del Alcaría de Enmedio». Esta escasa presencia documental, en contraste con la frecuencia con que se alude a otros núcleos como la Alcaría Alta o el Arrabal, sugiere que se trataba de una entidad poblacional de menor relevancia o, alternativamente, de una denominación que podría solaparse con otros topónimos del entorno.
Una hipótesis plausible, formulada a partir de la lectura conjunta de las partidas 40 a 43, es que la Alcaría de Enmedio estuviera estrechamente vinculada al núcleo de Haratalnajar, cuyo análisis se abordará en el apartado siguiente. La partida 43 sitúa el pago de las Casas del Alcaría de Enmedio lindando por su parte baja con el camino que conduce a la iglesia —antigua mezquita aljama, situada en el pago de Gima Alquibir, al que daba nombre—, y por la parte alta con casas de vecinos mencionados en otras partidas asociadas a ese mismo entorno.
La proximidad al cementerio islámico (partidas 41 y 42) y al camino hacia la Alcaría Alta (partida 42), así como la secuencia seguida por el escribano, refuerzan la idea de una localización intermedia entre un núcleo bajo y la zona elevada ya comentada. En este contexto, la Alcaría de Enmedio —mencionada solo una vez con esa denominación y referida específicamente a un pago— podría corresponder a una parte del núcleo identificado como Haratalnajar, o incluso representar una fase toponímica paralela.
Bajo estas premisas, puede proponerse una identificación provisional de las Casas del Alcaría de Enmedio con uno de los dos núcleos del Barrimedio, o incluso con ambos asentamientos.
Toponímicamente, no hay impedimentos formales para establecer esta equivalencia, si bien no contamos con documentación que la confirme explícitamente.
Cabe añadir, a modo de aclaración, que la denominación «Barrimedio» —empleada aquí como categoría geográfica funcional— no aparece ni en documentos históricos ni en documentación oficial, sino que responde a la forma del habla local durante el periodo de mayor desarrollo demográfico de Cástaras, la cual hemos considerado pertinente recoger y plasmar por su arraigo popular. La forma culta, registrada en la cartografía y otros registros oficiales, es «Barrio del Medio» o «Barrio Medio». Lo mismo sucede con «Barribalto» para «Barrio Alto», formas que conviene tener en cuenta como productos tanto de la tradición oral como de su posterior fijación administrativa.
Haratalnajar aparece en los habices de Cástaras de 1527 como uno de los núcleos más destacados del territorio, mencionado en al menos diez partidas bajo diversas denominaciones: pago, alcaría, lugar o casas. Estos registros reflejan un asentamiento consolidado, con funciones tanto residenciales como agrícolas y comunitarias, en las inmediaciones de la iglesia (antigua Gima Alquibir) y en la confluencia de varios caminos: los de Juviles, Nieles, el Barribalto, la Ayna Alquibir o Fuente Grande, y el camino del Arrabal a la iglesia, lo que refuerza su carácter de encrucijada estratégica dentro del espacio urbano y rural de Cástaras.
El núcleo contaba con viviendas habitadas por vecinos como Pedro Carbaton y Miguel el Najar, así como con solares de casas, morales, cámaras, una plazuela y un solar de rábita de época islámica, apunta a una continuidad de uso desde época andalusí. La Calle Real, mencionada en varias partidas, funcionaría como arteria principal, articulando las distintas funciones del asentamiento, desde el tránsito hacia la iglesia hasta las actividades domésticas y productivas.
Como hemos visto en el apartado anterior, este núcleo podría identificarse también con las denominadas Casas de la Alquería de Enmedio, mencionadas en otra partida como pago, lo que reforzaría su centralidad espacial y simbólica como punto de articulación entre diferentes sectores del hábitat histórico de Cástaras.
Todas estas circunstancias parecen indicar que la ubicación de este barrio correspondería con la zona del Barrimedio, afinando aún más —aunque con el riesgo de equivocarnos— con el actual Barrimedio de abajo.
El topónimo Haratalnajar puede derivarse de la expresión árabe ḥārat al-Naŷŷār, esto es, ‘barrio del carpintero’, siendo ḥāra ‘barrio, calle o caserío’ y al-naŷŷār ‘el carpintero’. Las menciones como pago podrían vincularlo a ḥārt, ‘campo cultivado’, en referencia a sus alrededores agrícolas.
En conjunto, Haratalnajar se perfila como un lugar con intensa vida urbana y un papel clave en la red de asentamientos menores del concejo durante el siglo XVI.
Entre los núcleos históricos que conformaban el espacio urbano de Cástaras a comienzos del siglo XVI, destaca el denominado Arrabal, citado en el libro de habices de 1527 con grafías variantes como Arrebal o Arrabat. Este sector, identificado por la historiografía con el actual barrio bajo, se articulaba en torno a una fuente y contaba con elementos de notable importancia cultural y religiosa.
Las partidas 87, 89 y 90 recogen propiedades residenciales y agrícolas en el lugar, como morales, casas encamaradas y solares. Entre ellas, destaca un solar de rábita de época islámica, de 20 por 18 pies (unos 28 m²), situado en medio de cuatro calles y frente a una gran peña. Este dato sugiere que se trataba de un pequeño edificio exento, probablemente de uso religioso o comunitario, lo cual refuerza el papel del Arrabal como espacio estructurado y activo antes de la llegada de los cristianos, y evidencia la posterior decadencia del lugar con el abandono de sus funciones religiosas tradicionales tras la conquista y la conversión forzosa de la población musulmana. Espinar Moreno ha subrayado la importancia de esta rábita como testimonio de la pervivencia de funciones religiosas islámicas tras la conquista, y Carmen Trillo señala expresamente la existencia en el Arrabal de mezquita, rábita y fuente homónima.
La toponimia también contribuye a enriquecer esta interpretación. El término Arrabal proviene del árabe hispánico arrabáḍ, derivado del árabe clásico rabaḍ. En el ámbito islámico y andalusí, designaba los barrios periféricos extramuros de las ciudades, indicando un crecimiento urbano hacia las zonas bajas. Aunque en Cástaras no se han hallado restos evidentes de fortificación, Patrice Cressier defiende la probable existencia de una estructura defensiva (ḥiṣn) en el entorno, apoyándose en la relación constante entre castillo y distrito (ḥiṣn y ŷuz’) que caracteriza la organización territorial de la Alpujarra.
Esta hipótesis ha sido retomada por Jorge Rouco Collazo en su tesis doctoral de 2021, donde, a partir de los trabajos de Ángel Bañuelos, localiza en el cerro de las Eras —sin evidencias de edificación en época morisca— indicios toponímicos y arqueológicos de un posible castillo o castillejo, tal vez efímero, datado en época califal o incluso anterior.
Así pues, el Arrabal de Cástaras se perfila como un sector urbano periférico, pero con una notable concentración de elementos culturales, arquitectónicos y simbólicos: fuente, rábita, casas, caminos y una toponimia cargada de memoria. Todo ello hace de este barrio, situado dentro del perímetro actual del núcleo urbano principal, una pieza clave para la comprensión de la evolución histórica del poblamiento castareño desde la época andalusí hasta su plena incorporación al modelo urbano cristiano.
El largo período de dominación musulmana dejó una profunda huella en Cástaras a través de sus espacios de culto, oración y memoria. Mencionados en los habices, estos lugares sagrados estructuraban la vida espiritual y social de la comunidad, y su permanencia, transformación o desaparición dan cuenta de los profundos cambios que trajo consigo la conquista.
El término árabe maqbara (plural maqābir), castellanizado como macáber en los documentos de la época, designa los cementerios o lugares de enterramiento musulmanes. La raíz árabe qbr significa ‘enterrar’, y el prefijo m- indica lugar, por lo que maqbara se traduce literalmente como ‘lugar de enterramiento’.
El Libro de habices de 1527 documenta la existencia de varios macáber en el término de Cástaras, principalmente asociados a los diferentes núcleos de población:
La dispersión de los macáber por los diferentes pagos y barrios de Cástaras subraya la importancia de estos espacios para la comunidad musulmana. Su mención en relación con caminos, fuentes, huertas y edificios religiosos destaca su integración en el paisaje cotidiano y su función como lugares de memoria y tránsito. La coexistencia de macáber de tiempo de moros y de tiempo de cristianos refleja la continuidad de la práctica funeraria y la adaptación de los espacios tras la conquista.
El término «rábita» (del árabe ribāṭ, ‘lugar de estación de los musulmanes que se dedican a la piedad y la guerra santa’) alude a una institución religiosa que articulaba tanto la vida espiritual como, en ocasiones, la defensa territorial. En la España andalusí, las rábitas fueron edificios religiosos en los que individuos de intensa espiritualidad se retiraban para llevar una vida ascética, fundamentada en el ayuno, la meditación y el cumplimiento estricto de los preceptos del islam. Estas construcciones, comparables a las ermitas del mundo cristiano mozárabe, se localizaban tanto en el interior como en las afueras de los núcleos urbanos, y con frecuencia ofrecían cobijo a viajeros. En determinados contextos, especialmente en zonas costeras o fronterizas, algunas rábitas asumieron también funciones defensivas, siendo ocupadas por monjes-soldados encargados de proteger el territorio.
En Cástaras, el Libro de habices de 1527 documenta la existencia de varios solares correspondientes a antiguas rábitas, repartidos en distintos barrios. Estas referencias constituyen una valiosa evidencia tanto de la organización del espacio sacro en época andalusí como de su perdurabilidad toponímica y funcional tras la conquista cristiana. Las partidas que los describen permiten, además, establecer relaciones entre las rábitas, los macábares (cementerios), elementos vegetales simbólicos y los caminos principales.
La localización de estas rábitas en espacios funerarios, junto a árboles frutales y caminos principales, revela su estrecha relación con la vida urbana y espiritual de la comunidad musulmana de Cástaras. Esta continuidad también se refleja en menciones posteriores. Carmen Trillo San José, basándose en el Libro de habices de 1501, documenta la existencia de un arrabal con iglesia, rábita y fuente —coincidentes las dos últimas con las ya estudiadas—, así como las rábitas de Harad Alnajar y Ben Tomeyde. Esta última parece tener alguna relación con Francisco el Mayordomo Abentomeyt, ya citado en el apartado de antroponimia como figura destacada de la comunidad, o con algún miembro de su linaje. Se trataría de la misma ubicada en la Alcaría Alta, según se deduce de los linderos especificados en dicho documento.
El Libro de habices de 1527 documenta dos menciones a una antigua mezquita en Cástaras, cuyo nombre quedó reflejado en un pago al delimitar unas matas de morales en las hazas de Andrés Destepa Abenrreduán y Pedro Dabao (partidas 41 y 42). Para entonces, la mezquita ya se había transformado en templo cristiano, pero su recuerdo persistió en la toponimia local.
La expresión Gima Alquibir (del árabe Ŷāmiʿ, ‘iglesia, oratorio’, y al-kabīr, ‘grande’ o ‘mayor’) —también citada en otras fuentes como el artículo de Gómez Moreno— se refiere a la antigua mezquita mayor. Originariamente designaba el oratorio principal donde se celebraba la oración del viernes, extendiéndose su uso desde el siglo VIII a mezquitas relevantes en núcleos urbanos.
Aunque apenas se conocen detalles concretos sobre esta mezquita, como ocurre con la mayoría de estas construcciones en la Alpujarra y otras zonas rurales de al-Ándalus, podemos inferir que se trataba de un edificio modesto, adecuado a su comunidad, con un sistema de abastecimiento de agua desde un barranco cercano para las abluciones rituales. El alminar —torre para la llamada a la oración— todavía se mantenía en pie y en buen estado hacia 1579, pese a los daños sufridos durante la rebelión de las Alpujarras, ocurrida una década antes.
En el Libro de Apeo de 1574 se menciona otra «mezquita que los moriscos hicieron», situada en el barrio bajo. Además, Carmen Trillo documenta en los habices de 1501 la existencia de otras mezquitas, una en el Barrio Alto y otra en el Arrabal, esta última acompañada de una rábita. Aunque estas referencias no forman parte directa del corpus principal, complementan el conocimiento sobre la organización del espacio religioso islámico en Cástaras antes de la conquista cristiana.
La evolución y ubicación de la Gima Alquibir como espacio de culto cristiano se desarrollará en el siguiente apartado dedicado a la iglesia.
Tras la rebelión y la conversión forzosa de los habitantes del Reino de Granada, en 1501 se erigió formalmente la parroquia de Cástaras. Esta iglesia se estableció en la antigua mezquita del lugar, previamente purificada y consagrada para el culto cristiano, y pasó a ocupar un papel central en la reorganización del espacio sagrado. Aunque no se conserva ningún edificio medieval original, los habices de 1527 ofrecen referencias valiosas a la iglesia y su entorno inmediato.
La documentación menciona reiteradamente el «camino que sube a la iglesia» (partidas 43, 58, 59, 60, 71, 83), confirmando su posición destacada y su conexión con los accesos principales del lugar. En sus proximidades se ubicaban tanto el cementerio cristiano («el çimenterio de tiempo de cristyanos», partida 39) como el musulmán («el macáber de tiempo de moros», partidas 41 y 42), reforzando su papel como centro espiritual y territorial en ambas etapas históricas.
Cerca de la iglesia crecían varias matas de morales, descritas como situadas «enfrente» o «junto» a ella, subrayando la importancia agrícola y económica del entorno. Se documentan morales en el pago de Alquistar (partida 40), en Gima Alquibir (partidas 41 y 42) y en las Casas del Alcaría de Enmedio (partida 43), siempre en relación con la iglesia y los cementerios. Asimismo, en la alquería de Haratalnajar se menciona un camino que conducía al templo (partidas 58, 59, 60, 83).
Las referencias sitúan la iglesia en el pago Gima Alquibir, junto a un antiguo cementerio musulmán. Documentos posteriores, como el Libro de Apeo y el Catastro del Marqués de la Ensenada, describen tierras «por dicha acequia, pago de la iglesia vieja, inmediato al barrio de en medio», corroborando su ubicación. Además, la tradición oral recogida por Nicolás García Mezcua ubica el templo junto al manantial del Barrimedio, en el lugar que actualmente ocupa la alberca. Así, fuentes documentales y memoria popular coinciden en que la iglesia heredó y mantuvo el lugar sagrado islámico, constituyéndose en un núcleo religioso central.
Prospecciones arqueológicas recientes, aún inéditas, han descubierto en el pago del Tesorillo restos de tejas —un elemento poco común en la arquitectura tradicional de la Alpujarra— y muros incipientes, a unos treinta metros del barranco de la Torna, cerca de la carretera y del antiguo garaje de Salvador. Estos hallazgos se relacionan con la Gima Alquibir y la primitiva iglesia, aportando evidencia física que confirma, con matices, la ubicación indicada por los documentos y la tradición oral.
En conjunto, esta acumulación de referencias confirma que la iglesia no solo fue un lugar de culto, sino un eje vertebrador del paisaje, alrededor del cual se organizaban propiedades, caminos y cementerios, perpetuando su función estructuradora del espacio entre las etapas islámica y cristiana.
La documentación de habices de Cástaras en 1527 ofrece una imagen muy rica y matizada del campo de la localidad en época morisca. El territorio se articulaba en torno a distintas unidades de explotación —pagos, michares, labrantíos, hazas, bancales y huertos— que reflejan un aprovechamiento intensivo y diversificado de los recursos agrícolas y ganaderos. Estos términos, a veces superpuestos en los documentos, permiten reconstruir las formas de ocupación y uso del espacio rural, así como la persistencia de modelos andalusíes en la organización del campo tras la conquista castellana.
La polisemia de hara
El término romanceado hara (o harat, harata) puede derivar de dos raíces árabes. Por un lado, de ḥāra, que significa 'vecindario' o 'barrio', refiriéndose a una agrupación urbana de menor entidad que la alquería. Por otro, de ḥarṯ, con el significado de 'labrantío', 'campo cultivable' o 'tierras de labranza', en referencia a terrenos destinados a la explotación agropecuaria. Esta ambivalencia semántica puede generar dudas a la hora de optar por uno u otro significado al interpretar los topónimos hara y sus derivados. No obstante, en nuestro caso, el contexto y los demás elementos de las partidas permiten deducir con cierta claridad el sentido de cada aparición. Así, entendemos que Haratalnajar es el único que se refiere a un «barrio» de Cástaras, mientras que el resto de ocurrencias —incluidas algunas menciones al mismo Haratalnajar como pago— aluden a tierras de labor, identificadas por el nombre de sus dueños o por rasgos peculiares del terreno.
Las hazas constituyen una de las divisiones territoriales más frecuentes documentadas en los habices de 1527 en Cástaras. Estas porciones de tierra labrantía destacan por su abundancia en los registros, en comparación con los bancales y los huertos, cuya presencia resulta considerablemente menor. Una de sus principales características es la ausencia de toponimia propia, identificándose casi exclusivamente mediante el nombre de sus propietarios o del linaje al que pertenecieron, lo que refleja una organización territorial estrechamente vinculada a la estructura familiar de la propiedad.
La etimología del término «haza» ha sido objeto de diversas propuestas. Juan Martínez Ruiz la vincula a la evolución fonética del grupo latino -scj- (fascia > faja > haza), hipótesis que comparte el Diccionario de la lengua española. Por su parte, Oliver Pérez propone una derivación del árabe faḥṣ, cuyo significado es «campo» o «campiña», evocando un terreno abierto, relativamente llano y apto para el cultivo. Considerando la prolongada presencia árabe en la Alpujarra, esta segunda propuesta, con su conexión directa a la tierra cultivable, resulta particularmente pertinente en el contexto histórico de Cástaras.
El análisis de las menciones en los habices revela la multifuncionalidad de las hazas. Estas aparecen como habices en sentido estricto, como elementos de referencia para delimitar otras propiedades y, asimismo, como espacios que contienen otros habices o elementos diversos, tales como bancales, huertos, morales, parras e incluso construcciones como casas o cobertizos. Esta triple función evidencia su papel como unidades complejas de explotación agrícola y su importancia en la descripción y organización del paisaje agrario.
Las referencias documentales permiten identificar a las hazas como unidades de extensión y características variables (de «haza de riego» o «haza de secano»), delimitadas habitualmente por otras propiedades, caminos o elementos naturales. Su distribución abarca diversos pagos del territorio bajo estudio y, en ocasiones, se asocia a cultivos específicos, como los morales,permitiendo inferir un uso funcionalmente diversificado del suelo. De manera sistemática, su identificación se realiza a través de la titularidad («haza de Fulano», «haza de los Mengano»), reforzando la dimensión familiar de la organización territorial.
La menor frecuencia de aparición de «bancales» y «huertos» sugiere, en la lógica registral y en la estructura agraria de la época, que estos elementos se concebían como unidades de menor escala o como subdivisiones internas de las hazas, destinadas a usos agrícolas específicos o a un aprovechamiento más intensivo del terreno.
En conclusión, la haza se configura en los habices de 1527 como la unidad fundamental de la organización del paisaje agrario, caracterizada por su adscripción familiar y por una probable raíz etimológica árabe que remite a la fertilidad de la tierra. Los bancales y huertos, aunque presentes, parecen integrarse funcionalmente en el interior de las hazas como modalidades específicas de explotación agrícola.
Aunque la mayoría de las hazas registradas carecEN de denominación toponímica y se identifican únicamente por su titularidad, se documenta al menos una excepción notable: la haza conocida como Catrat Alganda o Catrat Algauda, según distintas lecturas del manuscrito.
La palabra Catrat podría derivar del árabe granadino qaṭra, que significa ‘parcela de tierra’ o, simplemente, ‘haza’, forma documentada como evolución del árabe quṭr ‘porción de tierra’ (Martínez 2001: 365). Este uso coincide con su contexto en el documento, reforzando su carácter como unidad agraria.
La segunda parte del topónimo es de difícil identificación. Si consideramos una posible interpretación errónea de Algayda, Martínez (2002: 350) documenta en el folio 162r, línea 28, un Fadín Algaida en Cástaras, que en realidad corresponde a Juviles. Pocklington (2016: 252) propone que este término deriva del árabe andalusí Faddān al-Gayḍa ‘el campo de la espesura’, donde gayḍa significa ‘bosque’ o ‘espesura’. De ser así, el topónimo completo adquiriría el significado de ‘haza del bosque’.
Por su parte, el Diccionario de la Real Academia Española (1780) recoge Algayda como una voz antigua con el significado de ‘bosque o sitio lleno de matorrales espesos’. A partir de estas premisas, se podría interpretar que Catrat Algaida haría referencia a un ‘terreno lleno de matorral’.
Otras etimologías que proponemos son al-Gūṭa ‘vega fértil’ o ‘depresión irrigada’, hipótesis viable tanto fonética como semánticamente. También, con menor probabilidad, podrían considerarse derivaciones de al-jandaq ‘zanja’ o ‘barranco’, ya estudiada en el apartado dedicado a los barrancos, o de al-Ŷawda ‘calidad’. Determinar cuál es la forma apropiada requeriría un estudio fuera del alcance de este trabajo.
El michar aparece en los habices de 1527 como una unidad territorial distinta de la haza, aunque con similitudes en su descripción y función. Derivado del árabe maŷšār, el término lo definen Trillo y Hernández como un hábitat disperso asociado a tierras de labor, similar al 'cortijo' actual. Según Eguilaz, se refiere a un 'campo que se labra'. Esta etimología sugiere un núcleo agrícola aislado, potencialmente con estructura residencial. Martín Galindo sugiere que el michar podría ser una zona de cultivo aislada del terrazgo principal, asociada a un cortijo y ubicada fuera de los principales núcleos de población, como alquerías o barrios (hara). Aunque menos numerosos que las hazas, los michares representarían una forma de explotación más dispersa en el territorio.
Un ejemplo es el Michar Alaujar (partidas 77 y 84), ubicado en el pago de Labjar. Este topónimo podría derivar del latín lausia o lausa a través del mozárabe lawsa o lawsar, con la terminación -ar indicando abundancia o característica, posiblemente significando ‘piedras en abundancia, pedregal’. La mención en la misma partida del pago Peñas Altas refuerza esta interpretación de un entorno pedregoso. Este michar se situaría cerca del Barribalto, bajo el cerro de las Catifas donde aún quedan restos de edificaciones en la zona que se conocía como las Piedras.
Otro caso es el michar situado en el pago de Harataxata (partida 76). Este topónimo procedería del árabe ḥarṯ šaṭa, 'campo de la ribera o de la orilla'. Atendiendo a esta posible ubicación alargada y ribereña y complementando la información proporcionada en la partida 76 con la contenida en los habices de 1501 (Archivo General de Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, 1ª época legajo 131), donde se cita el michar lindero con la rábita de Ben Tomeyd, el camino y el barranco, este michar se situaría también en las inmediaciones al Barribalto, y se extendería por una franja de terreno a lo largo del barranco.
Las menciones documentales respaldan esta idea de autonomía. El Michar Alaujar (partidas 77 y 84) tiene una denominación toponímica propia, lo que indica su reconocimiento dentro del paisaje de Cástaras. El otro michar, ubicado en el pago de Harataxata (partida 76), se individualiza por su ubicación y linderos, mostrando su independencia territorial.
En cuanto a la extensión, el michar abarca una superficie considerable. El Michar Alaujar contiene «doce bancales de tierra» con capacidad para seis marjales, y el de Harataxata tiene cinco marjales cultivables. La presencia de varios bancales dentro de un michar sugiere una organización interna del terreno similar a la de las hazas, pero quizás a mayor escala o con una explotación más diversificada.
Al igual que las hazas, los michares contaban con recursos hídricos, con derechos de agua específicos (partidas 76 y 77). Esta infraestructura subraya la importancia del riego en estas unidades agrícolas. La vegetación era variada, incluyendo morales, higueras, almeces, fresnos, álamos, ciruelos y parras, lo que refleja una explotación agrícola diversificada.
En conclusión, el michar se presenta como una unidad agrícola más extensa y potencialmente aislada que la haza, a menudo con denominación propia y estructurada en bancales. Su vinculación con hábitats dispersos (cortijos) y su ubicación en áreas más marginales o de sierra indican una forma de explotación adaptada a zonas fuera de los núcleos de población principales, pudiendo estar asociada a viviendas de ocupación permanente o estacional, según la naturaleza de su explotación.
En los habices de 1527, los «huertos» aparecen a veces como unidades con cierta individualidad, llegando incluso a recibir denominaciones específicas, como el «huerto de morales de Juan Alnaxar» o el «huerto de morales de Pedro Almuedén». Aunque no constituyen la unidad de propiedad predominante —papel reservado a la haza—, su mención diferenciada sugiere una especialización en el uso del suelo, posiblemente orientada a la producción familiar.
El término «huerto» proviene del latín hortus, que designaba un espacio cultivado y generalmente cercado, de extensión reducida. En los documentos de Cástaras se asocian sobre todo al cultivo de árboles frutales, especialmente morales, y en menor medida higueras y otros frutales (partidas 25, 28, 64, 100).
Su ubicación se describe en relación con elementos cercanos: casas (partidas 22, 25, 28), otros huertos (partidas 22, 64), una haza (partida 100), un michar (partida 77), barrancos (partidas 28, 100), o antiguas estructuras como un macáber y el solar de una rábita (partida 25). Algunos se localizan en áreas concretas, como las casas del Alcaría Alta (partidas 22, 25, 28) o pagos como el Padul (partida 64) y Alharrba (partida 100).
En conjunto, los huertos reflejan una forma de explotación agrícola más intensiva y localizada, vinculada no solo al abastecimiento familiar, sino también a actividades económicas de importancia, como la sericultura.
Resulta significativo que el vocablo fadín, documentado en los habices de 1527 en otros territorios de tahas alpujarreñas como Ferreyra, Poqueira y la propia Jubiles, no figure en ninguna de las partidas correspondientes a Cástaras. El término, derivado del árabe faddān, que designa una ‘fanega de tierra’ o la extensión que un par de bueyes puede arar en una jornada, presenta en el árabe granadino la forma faddīn, por efecto de la imāla (desplazamiento vocálico de ā a ī). Aunque Juan Martínez Ruiz (1985a) le atribuye varias apariciones en Cástaras, los folios en que las sitúa corresponden en realidad a Xubiles, probablemente debido al uso de índices defectuosos o desorganizados. En los habices de otras poblaciones del antiguo Reino de Granada, el término fadín se emplea, al parecer, para referirse a porciones de tierra con el mismo significado que haza, término con presencia abundante en la documentación de Cástaras.
La referencia a peñas como elemento geográfico en los habices de Cástaras es constante y significativa. En total, se documentan al menos catorce menciones explícitas a formaciones rocosas —individuales o agrupadas—, ya sea con nombre propio o como descriptores genéricos del paisaje. Esta recurrencia se explica en buena medida por la propia geología del entorno, fuertemente condicionada por la presencia del manto geológico de Cástaras, así como por los de Murtas y Alcázar. Estos afloramientos, atravesados por una compleja red de fallas, provocan una notable acumulación de formaciones pétreas en la zona norte del término municipal, lo que hace que las peñas y roquedales formen parte habitual del relieve y, por tanto, del lenguaje toponímico.
Los documentos mencionan tanto peñas singulares —como «una peña grande que se dize Alhajara Bonaym» o la «Peña de Gollar»— como agrupaciones genéricas del tipo «unas peñas» o «unas peñas altas», lo que indica que que su identificación como puntos de referencia respondía tanto a su prominencia física como a su función práctica en la delimitación del territorio. Asimismo, algunas denominaciones presentan indicios de etimología árabe o híbrida, lo que las convierte en elementos de especial interés para el estudio del sustrato lingüístico granadino.
A continuación se analizan los distintos topónimos en los que interviene la palabra «peña», con atención a su posible etimología, localización e interpretación dentro del contexto paisajístico e histórico de Cástaras.
La Peña de Gollar, mencionada en dos ocasiones en los habices de 1527, constituye uno de los referentes orográficos más recurrentes del documento. La grafía del término presenta cierta inestabilidad: Gollar, Golyar y Goliar son las tres formas documentadas, referidas tanto a un pago como a una peña concreta, lo que sugiere que el relieve rocoso pudo dar nombre a un paraje más amplio, probablemente de uso agrícola o pastoril. En la misma zona se menciona también una alberca llamada Gollires, que podría guardar relación etimológica.
El topónimo, exclusivo de los habices de 1527 y ausente en otras fuentes conocidas, no ha sido objeto de estudios específicos. Aunque su origen es incierto, se propone que estaría relacionado con la raíz árabe qulla, que significa ‘cumbre’ o ‘cima de montaña’. Esta acepción resultaría coherente con la prominente orografía del entorno. La evolución fonética qulla > Gollar implicaría la sonorización de la q inicial (q > g), un fenómeno documentado en otros topónimos granadinos.
Con menor respaldo en el contexto toponímico local se sugiere también una posible derivación latina a partir de gula, influida por cuello (como en gollizo), en alusión a una garganta o estrechura del terreno.
La identificación concreta de la peña, aunque no definitiva, apunta al cerro de los Prados, cerca de la bifurcación de los caminos de Juviles y Trevélez, dentro del pago del Cortijuelo.
El topónimo Hafalcahra, también registrado con la grafía Hafaçahara, aparece en los habices de Cástaras de 1527 en dos ocasiones, vinculado expresamente a una peña. Su estructura revela un compuesto claramente redundante, procedente del árabe granadino ḥafa (‘peña o cerro enriscado’) y ṣaḥar (‘roca, peña’), lo que permite interpretarlo como ‘peña rocosa’ o ‘risco de roca’.
Este tipo de construcciones reiterativas es relativamente común en la toponimia de origen árabe, especialmente cuando se quiere resaltar la naturaleza abrupta o prominente de un accidente geográfico. Aunque no puede establecerse con certeza su correspondencia con elementos actuales del paisaje, no resulta descabellado asociarlo al conocido Tajo de la Yedra, cuya imponente presencia domina el paisaje de Cástaras. La monumentalidad de este cerro justificaría la fijación de un nombre descriptivo tan enfático en la tradición local.
El topónimo Alhajara Bonaym, citado en los habices de 1527 en relación con una «peña grande», constituye una clara muestra de la toponimia árabe heredada en el entorno de Cástaras. Su primera parte deriva del árabe ḥaŷar, que significa ‘piedra’ o ‘peña’, y se presenta con el artículo definido al- en su forma castellanizada: Alhajara.
El segundo componente, Bonaym, lo interpretamos como una evolución fonética del antropónimo árabe Abū Nāyim (‘padre de Nāyim’), fórmula onomástica habitual en el mundo islámico. El conjunto podría traducirse literalmente como «la piedra de Abonaym», lo cual indica una relación con la propiedad o presencia de un individuo o linaje así denominado en torno a un accidente geográfico notable.
Documentado también como Hajar Abonaym, Alhaiar Abonamu o Alhajara Bonaym, el topónimo presenta una notable estabilidad de raíz, a pesar de las variantes gráficas, lo que refuerza su carácter patrimonial y su importancia dentro del paisaje histórico de la localidad.
La peña se sitúa en el pago de Haratalnajar, que suponemos vinculado al antiguo barrio o alquería homónima, cuya localización se propone en otro apartado del presente estudio.
El topónimo Peñas Altas aparece citado en dos ocasiones en los habices de 1527, con una formulación plenamente romance y de carácter descriptivo. La expresión hace referencia a un conjunto de formaciones rocosas elevadas, sin duda prominentes en el paisaje y fácilmente reconocibles.
Su naturaleza genérica y su transparencia semántica hacen difícil una identificación exacta, pero se propone situarlas, con todas las reservas, en el cerro de las Catifas, donde el relieve abrupto y las formaciones pétreas se ajustan bien a la descripción implícita en el nombre.
El topónimo Alhafa Mital Haçan, registrado en los habices de 1527, presenta una clara estructura árabe. La primera parte, Alhafa, proviene del árabe andalusí al-ḥāffa, que significa ‘borde’, ‘margen’, ‘cerca’ o ‘valla’. La segunda parte, Mital, se relaciona con mitāʿ, una variante andalusí de matāʿ, que puede traducirse como ‘propiedad’ o ‘posesión’. Finalmente, Haçan es un antropónimo árabe, probablemente una forma antigua o adaptada de Hasán.
Este topónimo podría interpretarse como ‘el margen de Hasán’ o ‘la cerca de Hasán’, lo que deja entrever que la peña o paraje geográfico al que hace referencia estaría vinculado a la propiedad o al territorio de un individuo o linaje denominado Hasán. También se ha documentado una variante transcrita como Alhafa Micalçari, lo que refuerza la hipótesis de un vínculo entre el lugar y una figura personal o familiar.
El topónimo refleja la influencia de los nombres propios y linajes en la configuración histórica del paisaje.
En la documentación bajomedieval y moderna del Reino de Granada, el término pago aparece de forma recurrente como unidad territorial y agraria de gran importancia. Tanto los habices de Cástaras de 1527 como los Libros de Apeo y Repartimiento permiten constatar que el pago designaba una porción de terreno rural delimitada y con nombre propio, integrada normalmente por parcelas de cultivo o de aprovechamiento agrícola localizadas en una misma área geográfica. Su origen etimológico remite al latín pāgus ‘aldea’, ‘distrito rural’, lo que refuerza su carácter como entidad territorial menor, a menudo heredera directa de la parcelación andalusí.
En términos funcionales, los pagos solían coincidir con parajes identificables por sus características físicas (una ladera, un barranco, una vega o los alrededores de una fuente), por su uso agrario (viñas, huertas, secanos, etc.) o por algún elemento de infraestructura o simbolismo cultural (molinos, aljibes, rábitas, caminos). En este sentido, constituían la división más pequeña del territorio con nombre propio —salvo en algunos casos de hazas o huertos destacados— y representaban una base fundamental de la organización agraria tradicional. El análisis de los pagos permite, por tanto, reconstruir la configuración del paisaje y las formas de ocupación y uso del suelo durante la transición de la sociedad islámica a la morisca, y de esta a la plenamente cristianizada.
La toponimia de estos pagos es una fuente de información histórica de gran valor. Los nombres conservados en los documentos —casi todos de origen árabe— reflejan una compleja interacción entre lengua, territorio y memoria social. Podemos clasificarlos, grosso modo, en tres grandes categorías: (1) nombres descriptivos del entorno físico o vegetal (Alhayarat, Çehla, Almaguara); (2) nombres antroponímicos que aluden a individuos, familias o linajes vinculados al lugar (Harata Benhanize, Abexyahia); y (3) nombres funcionales o culturales relacionados con el uso de la tierra o con construcciones significativas (Gima Alquibir, Ayni Aldefi o, tal vez, Azneya).
Los habices de Cástaras recogen más de cincuenta pagos, distribuidos entre las 121 partidas documentadas, lo que revela una organización agraria intensiva y una notable fragmentación del suelo. Muchos de estos topónimos se repiten con ligeras variaciones fonéticas, producto de su transmisión oral, de los procesos de castellanización y de las corrupciones gráficas introducidas por los escribanos cristianos. Todo ello plantea notables dificultades en la interpretación etimológica. Si bien para muchos topónimos se han identificado orígenes claros y documentados en la bibliografía especializada, en otros el origen permanece desconocido. En estos casos, se proponen etimologías basadas en el análisis lingüístico, mientras que algunos nombres se han mantenido sin interpretación y bajo estudio, a causa de la complejidad de sus variantes o de dudas persistentes. Este fenómeno, junto con la desaparición casi completa de la toponimia menor árabe en el paisaje actual, dificulta la identificación de los pagos en la cartografía contemporánea. Solo algunos nombres, como el de la Fuente Caliente —documentada en el siglo XVI con variantes como Ayni Aldefi, Fuente Callente y Fuente Caliente en un mismo documento— han sobrevivido, fosilizados en la toponimia moderna.
En la tabla siguiente se analizan uno a uno los pagos registrados en los habices de Cástaras de 1527, ofreciendo un breve comentario etimológico y su posible significado. Para ello, se han tenido en cuenta las propuestas publicadas en obras académicas de referencia —recogidas en el apartado de bibliografía— y, en los casos en que no ha sido posible establecer una etimología, se han planteado hipótesis de trabajo preliminares, fruto de un análisis lingüístico inicial y sin respaldo académico. Aunque el ejercicio está limitado por la fragmentación documental y la transformación del paisaje, permite recuperar una parte fundamental de la geografía histórica de Cástaras y acercarnos a la percepción del hábitat de sus antiguos habitantes. La explicación detallada de cada topónimo puede consultarse en el glosario emergente, accesible desde sus distintas apariciones en la edición.
Nombre del pago | Origen | Significado | Partidas |
---|---|---|---|
Abreviaturas usadas: [np] nuestra propuesta; [nl] nuestra lectura; [Mt] Martínez Ruiz; [Pk] Pocklington; [TyH] Trillo y Hernández; [Dz] Dozy;
lt. = latín; ár. = árabe; áa = árabe andalusí; mz. = mozárabe; rm. = romance; suf. = sufijo; ⁎ adaptación fónetica con dificultades |
|||
Abexyahia / Abeyyahia [nl] | [np] ár. Abū al-Šayj Yaḥyā ‘el padre del Jeque Yaḥyā’ o ár. Abū Yaḥyā ‘el padre de Yaḥyā’ | Abexyahia (topónimo antroponímico) | 113 |
Aduzduqui | [np] ár. al-ḥawz ad-daqīq ‘el cercado estrecho’ o ‘el cercado de la harina’ o al-ḥawz dār al-qarya ‘el cercado de la casa de la alquería’ o dār al-qāḍī ‘de la casa del juez’ o ad-darb ‘del camino’ | Cercado estrecho, de la casa de la alquería, de la casa del juez o del camino | 110 |
Aha Alhavz | [np]* ár. al-ḥāffa ‘borde, margen, cerca, valla’ y [Mt] al-ḥawz ‘el pago’ o ‘término rural’ | Margen del Pago | 2 |
Albarcoque | [Pk] ár. al-barqūq ‘los albaricoqueros’ | Los Albaricoqueros | 102 |
Alharrba / Alharroba | [np] ár. al-jarrūba ‘algarroba’ | Algarroba | 100 |
Alharraz | [Mt] ár. al-jarrāz ‘el zapatero’ | El Zapatero | 91 |
Alhayarat | 1. [Mt] ár. ḥaŷar ‘piedra’ + [np] sufijo -at indica plural femenino regular | Las Piedras o Peñascos | 86, 99 |
Almaguara | [Mt] ár. magar o magāra ‘cueva’ [Pk] / [Eg] ár. al-magār ‘cuevas’ | La Cueva | 85 |
Almojaybaha | [Pk] Diminutivo del ár. maŷbaḥa ‘colmenar’ | Colmenarillo | 22 |
Alquistar / Quistar / Alquistir / Quistir | [np]* ár. al-qasṭal ‘fuente’, ‘manantial’ o ‘canal’, según [Dz] derivado del lt. castellum | Manantial o Canal | 40, 44, 45, 46, 47 |
Alquiniça/Quiniça | [Pk] ár. kanīsa ‘iglesia’ | Iglesia | 1, 13, 14 |
Alxubra | [np] ár. al-jabra / al-jabrāʾ ‘el lugar de la noticia/descubrimiento/revelación’ | El lugar donde [Cástaras] se hace visible o se descubre, ahora la Asomadilla | 111 |
Almorayar (macaber) | [np] ár. al-Murayyar ‘amargo’ | La Amargura (posible alusión simbólica a la muerte) | 28 |
Arat Aziz | [Mt] ár. ʿarḍ ‘tierra’, ‘territorio’, ‘terreno’, ‘campo’ y [np] ʿAzīz (antropónimo) | Campo de Aziz | 19 |
Ayni Aldefi / Aymi Aldefoy [Aymyal de Fez] | [Pk] ár. ʿAyn al-Dafī ‘fuente caliente’ | Fuente Caliente | 97, 98 |
Ayni Alquibir | [Pk] ár. ʿayn al-kabīr ‘fuente grande’ | Fuente Grande | 34, 35, 36 |
Aynat Alnajar / Ayni Alnajar | [Pk] [Mt] ár. ʿAynat al-Naŷŷār ‘fuente del carpintero’ | Fuente del Carpintero | 50, 51 |
Ayçoad / Ayça Ada / Ayçada | [np] del antropónimo árabe Ayça + sufijo rm. -ada en sentido de ‘conjunto’ o ‘gran cantidad’ | Pago conjunto de la familia o el linaje Ayça | 71, 72, 73 |
Ayzorayte / Ayni Azorait | [Pk] ár. ʿAyn al-Ṣurayṭ ‘fuente del caminillo alto’ | Fuente del Caminillo Alto | 30, 31 |
Azueya [Aznera] / Azneya [nl] |
Para [nl] Azneya [np]* ár. al-sāniya ‘la aceña’ | La Aceña | 101 |
Azulix | Origen desconocido | Desconocido | 79 |
Casas Altas/Alcaría Alta | rm./ár.-rm. descriptivo | Referencia clara al Barribalto | 15, 16 |
Castala | [Pk] ár. qasṭala ‘castaño’ y [Mt] ár. qastalla ‘castaño’ | Castaño | 107 |
Çaquifa Albeni | [Mt] ár. saqīfa ‘pórtico, galería cubierta’ o ṣuqūf ‘estructura para dar sombra, techo’ y antropónimo Beni | Cobertizo del Beni | 29 |
Çehla | [TyH] ár. al-sahla ‘la llanura’ o ‘el valle’ | Llanura | 9, 10 |
Chupina | [np]* ár. šiʿb ‘quebrada’, ‘hondonada’ o ‘paso entre montañas’ con sufijo -ina como diminutivo | Hondonadilla | 80, 81 |
Cotayahat | 1. Para «cotayayt» [Mt] ár. qutāyāt ‘pequeña cima’, dim. de qiṭāṭ. 2. [np] ár. quṭayʿāt ‘parcela’ |
1. Cumbrecilla 2. Parcelillas |
88 |
Cotaybit de Padul | [np] ár. quṭayb ‘pequeño polo/centro’ + sufijo dim. rm. -it y lt. paludem ‘laguna, charca’ | Centro de Padul o antropónimo de Padul | 63 |
Deyr | [Pk] ár. al-Dayr ‘el convento cristiano’ | Convento | 104, 105, 106 |
del Barnit | [np] Antropónimo Barnit (origen incierto) | [Pago] del Barnit (topónimo antroponímico) |
114, 115, 116, 117, 118 |
Gima Alquibir | [Pk] ár. Ŷāmiʿ ‘iglesia, oratorio’ al-kabīr ‘grande’ o ‘mayor’ | Mezquita Mayor | 41, 42 |
Gollar/Golyar/Goliar | [np] ár. qulla ‘cumbre’, ‘cima de montaña’, o lt. gula ‘garganta’ o ‘estrechura’ | Cumbre o Estrechura | 5, 6, 7, 8 |
Hafaçahara | [Mt] ár. ḥaffa ‘borde’, ‘orilla’, ‘margen’ o hafa ‘peña enriscada, cerro enriscado, roca de monte, risco de peña’ y ṣajar ‘roca, peña’ | Borde de la Peña o Peña Enriscada Rocosa | 12 |
Handac Alacmar [Handar Alcamar] | [Mt] ár. jandaq ‘barranco’ al-āqmār ‘la luna’ | Barranco de la Luna (o Lunas) | 112 |
Handac Almoral | [Mt] ár. jandaq ‘barranco’ al- + rm. moral | Barranco del Moral | 84 |
Handac Aljoayza / Handar Aljoayza | [Mt] [Pk] ár. jandaq ‘barranco’ al-ŷuwayza ‘el nogalillo’ | Barranco del Nogalillo | 48 |
Hariayx [Farieyx] | [np] ár. Ḥarīš ‘rugoso’ o nombre propio | Rugoso, Dificultoso, Estrecho, o antropónimo | 37 |
Harat Alnajar / Haratalnajar / Haratalnaxar / Casas de Haratalnajar | [Pk] [Mt] ár. al-Naŷŷār ‘barrio del carpintero’ | Campo del Barrio Carpintero | 49, 52, 53, 55, 59, 60 |
Harata Benhanize / Benhayr | [Mt] ár. ḥārat ibn Ḥānī o Ḥanāṭi / [Mt] ár. ḥārat ibn Jayr ‘barrio de ibn Jayr’ | Las Tierras de Ben Hanice/Benhayr (es el mismo pago) | 3, 4 |
Haratalfahar | [Mt] ár. ḥārat fajjār ‘barrio del alfarero’ | Campo del Alfarero | 23 |
Haraxoayaz | [Mt] ár. ḥarṯ y [np] siguiendo a [Mt] y [Pk] ŷuayza o ŷuwayza ‘campo del nogalillo’ | Campo del Nogalillo | 11 |
Hofrat Haçin | [Mt] ár. ḥufra ‘fosa, hoyo, hoya’; [Pk] ár. ḥufrat ‘hoya’ + antropónimo | Hoya de Haçin | 108 |
Labjar [Laujar] / Lavjar | [Mt] lt. lausia o lausa a través del mz. lawsa o lawsar ‘piedra o piedras’ (no confundir con el ár. lawsa ‘almendra’) | Pedregal | 77, 78 |
Lahha / Alhhaja / Alahha / Alahaha |
1. [np]* ár. al-ḥāffa ‘borde’, ‘orilla’, ‘límite’, ‘cerca’ 2. [np] áa al-ḥāya ‘necesidad, cosa necesaria’ |
1. La Orilla 2. La Joya |
93, 94, 96 |
Mavzavpa / Mauzampa | [Mt]* ár. miʿzab ‘desagüe’, sin encaje fonético |
Desconocido | 74 |
Mogayb | [np] ár. Magīb ‘lugar de la puesta del sol’ o ‘lugar oculto’ o ‘apartado’ | Poniente | 121 |
Padul | [Mt] lt. paludem ‘laguna’, ‘charca’ | Laguna, Charca | 64, 65, 66, 67, 68, 69, 70 |
Pando | [Mt] lt. pandus ‘inclinado’ | Pendiente o Collado | 109 |
Pilano | [np] lt. pīla ‘mortero’ o ‘tina de batán’, lt. pīla ‘montón’ o ‘columna’ + suf. rm. -ano (pertenencia) |
[Lugar] de la Pila o del Pilar | 33 |
Vinares / Binues / Biñues | [Mt] lt. vinea ‘viña’ [np] lt. vīnāria ‘terreno de viñas’ |
Viñedos | 61, 62 |
Para una correcta interpretación de los términos de origen árabe citados en este estudio, la siguiente tabla presenta las convenciones de transliteración utilizadas.
Letra Árabe | Transliteración | Letra Árabe | Transliteración | Letra Árabe | Transliteración | Letra Árabe | Transliteración |
---|---|---|---|---|---|---|---|
ا | a i u | د | d | ض | ḍ | ك | k |
ب | b | ذ | ḏ | ط | ṭ | ل | l |
ت | t | ر | r | ظ | ẓ | م | m |
ث | ṯ | ز | z | ع | ‘ | ن | n |
ج | ŷ | س | s | غ | g | ه | h |
ح | ḥ | ش | š | ف | f | و | w |
خ | j | ص | ṣ | ق | q | ي | y |
Los morales, con un total de 69 árboles, 47,5 matas, 2 ramones y 2 pies, y una producción estimada de 376 arrobas de hoja, constituyen el cultivo más representativo del campo de Cástaras. Esta producción se distribuye en 73 de las 121 partidas registradas, reflejando la notable presencia de este árbol en el paisaje agrícola local.
La presencia de morales en toda la tierra cultivada de Cástaras evidencia su importancia y una característica particular de la organización de la propiedad: su fragmentación. Los morales están distribuidos en múltiples unidades pequeñas e independientes, no integradas en grandes parcelas continuas, un fenómeno común en las sociedades islámicas, mudéjar y morisca. Se han contabilizado 112 titulares, lo que confirma un modelo de propiedad muy atomizado, caracterizado por pequeños propietarios sin grandes concentraciones de terrenos.
Al igual que en otros lugares de la Alpujarra, los morales se hallaban en los márgenes y el interior de los bancales, en huertas, bordes de acequias y caminos, e incluso en corrales, calles y cementerios. Este patrón de distribución reafirma la fragmentación de la propiedad y la ausencia de grandes concentraciones de este cultivo.
La abundancia de morales en Cástaras sugiere un vínculo directo con la industria sedera del Reino Nazarí. Este árbol, como elemento vegetal predominante, eclipsaba a otros cultivos cuya presencia era meramente testimonial. Su preeminencia indica que Cástaras desempeñó un papel significativo en las redes de comercio de la seda durante el periodo nazarí, ya que su producción permitía alimentar una gran cantidad de gusanos. De hecho, la actividad sedera debió de tener una gran relevancia en la localidad, pues, a pesar de las transformaciones sufridas tras la repoblación de la década de 1570, en 1724 Cástaras aún destacaba con una producción de 526 libras de seda, superando a lugares como Trevélez, Pitres, Pórtugos, el propio Juviles e incluso Ugíjar, importante centro industrial de la comarca y canalizador de buena parte de la seda producida en la Alpujarra.
Este legado, aunque de manera residual, ha llegado hasta nuestros días, y se conserva incluso en el topónimo menor «La Moraleda», que remite a esta relevante práctica productiva.
Aunque los morales dominaban el espacio cultivado, coexistían con otras especies arbóreas que cumplían funciones complementarias, tanto económicas como ecológicas. La presencia del olivo, aunque secundaria frente al moral, no es desdeñable y permite esbozar la importancia de la producción de aceite en la economía local. En los habices se mencionan al menos 10 partidas con un total de 16 olivos —bajo las denominaciones de «aceytuno» o «azeytuno»—, casi todas con datos de producción que suman aproximadamente 40 arrobas y 9 libras de aceite. Esta cifra, aunque modesta, refleja un cultivo probablemente destinado al consumo local, dado que el aceite constituía un alimento básico, imprescindible en la cocina, la iluminación y ciertos usos rituales. La variedad en las medidas —arrobas, libras e incluso anotaciones vagas como «muy poco aceite»— y la dispersión de los ejemplares por huertas y hazas de riego refuerzan la hipótesis de un modelo agrícola diversificado, en el que el olivo cumplía una función complementaria más que comercial.
Junto a los olivos, se documentan otros árboles que contribuían al equilibrio agroalimentario del concejo. Se contabilizan al menos 22 higueras, distribuidas en distintas partidas, que aportaban higos tanto para el consumo humano como para alimentar al ganado. También se registran 9 fresnos, cuya madera, muy valorada por su flexibilidad, se utilizaba en la elaboración de herramientas agrícolas o como vigas de construcción. Los 17 almeces contabilizados proporcionaban una madera fuerte y ligera, ideal para bastones y yugos, y sus frutos —las almecinas— podían servir de alimento complementario. Además, aparecen dos álamos, seis cerezos, nueve ciruelos, un manzano, la rama de un peral y varias parras, casi siempre sustentadas en otros árboles —al menos 17 mencionadas expresamente—, indicando la existencia de un paisaje agrario variado y orientado a una autosuficiencia bien calculada.
Aparecen varias viñas registradas en las partidas 107, 108 y 121. Esta última fue plantada recientemente en un terreno eriazo por el arrendatario Sebastián López, beneficiado de la parroquia. Aunque la superficie exacta no se puede determinar debido a la falta de datos en una de las partidas, se estima que abarcaba algo más de dos marjales. Estas viñas se encontraban en las zonas más periféricas de los habices, en áreas de secano, probablemente en el cerro Quemado. A pesar de las restricciones religiosas sobre el consumo de vino en el Islam, la viticultura tenía relevancia, y las uvas podían destinarse al consumo directo, la producción de pasas o a otras tradiciones culinarias en las que no interviniera el alcohol.
Este inventario vegetal evidencia un sistema agrícola polivalente, en el que cada especie tenía su función específica, ya fuera alimentaria, maderera o estructural. La variedad de árboles y su distribución entre huertas, bordes de caminos, casas y hazas de riego revela un uso intensivo del espacio, cuidadosamente planificado para cubrir las necesidades básicas de la población local sin depender de grandes explotaciones. A ello se suman bienes inmuebles como dos casas y una cámara que generaban rentas, así como cinco solares —tres de rábitas y dos de casas— que, aunque no consignan producción explícita, también contribuían o habrían contribuido al rendimiento de estos bienes. Estos habices dejan entrever el grado de fragmentación de la propiedad, dividida hasta extremos tan notables como el que muestra el habiz de la partida 95: una rama de un simple peral cuya titularidad compartían, además de los propios habices, Pablo Alfaquí, Hernando Alacerac «e otros» individuos. Aunque anecdótico, este ejemplo ilustra con claridad la atomización extrema a la que podía llegar la propiedad en la zona.
La magnitud económica de estos bienes queda aún más clara si atendemos al Libro Becerro de los habices pertenecientes a las Yglesias de las Alpuxarras, de este Arçobispado de Granada que están dados a çenso perpetuo. Según este registro, los bienes habices que pertenecieron a la iglesia de Cástaras fueron arrendados a Juan Zacarías, quien debía abonar anualmente 10.875 maravedís por su usufructo. Este arrendamiento, formalizado mediante escritura otorgada el 9 de julio de 1549 ante el escribano Cristóbal de Luviano en la ciudad de Granada, ilustra con claridad la relevancia de estos habices como fuente estable de ingresos. Más allá de su función agraria inmediata, los habices operaban también como activos económicos estratégicos dentro de la estructura financiera de la Iglesia y en el sistema de propiedad local.
La distribución territorial y la persistencia de los bienes habices a lo largo de los siglos los convierten en una fuente estadística fiable para el estudio de la economía, la sociedad y el territorio en la época del apeo. Su análisis permite aproximarse a la estructura productiva de Cástaras, al valor estratégico que estas tierras tenían en el marco institucional del Reino de Granada tras la conquista y al funcionamiento cotidiano de una comunidad morisca de montaña en las décadas previas a la expulsión. En definitiva, constituyen una ventana al conocimiento de los patrones de asentamiento, explotación y articulación institucional en un momento clave de transformación histórica.
La siguiente tabla resume la tipología, cantidad y producción estimada de los bienes registrados, así como las partidas en las que aparecen:
Tipo | Cantidad | Producción / Medidas | Partidas |
---|---|---|---|
Morales | 64 | 173 arrobas de hoja | 3, 5, 6, 7, 16, 17, 18, 21, 25, 28, 36, 37, 38, 41, 50, 51, 53, 54, 57, 64, 67, 71, 72, 73, 76, 77, 80, 87, 88, 93, 101, 102, 118, 119, 121 |
Matas de morales | 47,5 | 202,5 arrobas de hoja | 1, 8, 11, 12, 13, 14, 17, 20, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 40, 42, 43, 44, 45, 49, 59, 60, 65, 68, 72, 75, 91, 93, 97, 98, 99 |
Ramones de morales | 2 | 1 arroba de hoja | 15, 23 |
Pies de morales | 2 | 3 arrobas de hoja | 46 |
Higueras | 22 | Frutos ( higos) | 19, 48, 52, 61, 62, 76, 77, 96, 103, 106 |
Cerezos | 6 | Frutos (cerezas) | 61, 75, 76 |
Almezes | 17 | Producto (madera) | 47, 61, 74, 76, 77, 96, 116 |
Fresnos | 9 | Productos (madera, leña) | 61, 62, 74, 75, 76, 77 |
Álamos | 2 | Productos (madera) | 76 |
Manzanos | 1 | Frutos (manzanas) | 77 |
Ciruelos | 9 | Frutos (ciruelas) | 74, 76, 96 |
Parras | 17 | Frutos (uvas) | 47, 61, 75, 76, 77 |
Olivos | 16 | 40 arrobas y 7 libras de aceite | 22, 63, 66, 67, 70, 78, 79, 82, 83, 92 |
Viñas | 2 + 1 «pedazo» | Más de 2 marjales | 107, 108, 121 |
Hazas de regadío | 18 | 27,25 marjales y 2 fanegas | 2, 4, 9, 10, 19, 52, 61, 62, 63, 67, 69, 74, 84, 86, 103, 104, 106, 114, 115, 116 |
Hazas de secano | 4,2 | 1 marjal y 3,1 fanegas | 96, 110, 111, 112, 113 |
Casas | 2 | 44 × 19 pies, 7 reales/año 28 × 24 pies, 12 reales/año 2.268 pies cuadrados |
27, 89 |
Cámaras | 1 parte | 8 × 7 pies | 56 |
Solares de casas | 2 | 44 × 19 pies 30 × 12 pies |
26, 55 |
Solares de rábita | 3 | 14 × 18 pies 15 × 15 pies 20 × 18 pies |
24, 58 |
El análisis detallado de los habices de Cástaras de 1527, mediante esta edición crítica, permite aproximarse a la compleja realidad de una comunidad morisca y su territorio en un momento de cambio significativo. Este documento, más allá de su función administrativa, constituye una fuente esencial para reconstruir una «geografía recordada», donde se evidencia la interacción entre el ser humano y el espacio físico a través de la onomástica que contiene.
El mosaico agrario se configura como un sistema productivo intensivo y adaptado a un medio montañoso, caracterizado por una acusada fragmentación de la propiedad, fiel reflejo de la estructura social de la comunidad. La toponimia, compuesta casi en su totalidad por términos árabes, da cuenta de la continuidad histórica y la memoria cultural del territorio, delimitando espacios y preservando sus significados. La antroponimia, que revela un sincretismo lingüístico y social, permite reconstruir en parte la estructura y la identidad comunitaria.
No obstante, conviene reconocer que la rica toponimia morisca, tan vívidamente reflejada en los habices de 1527, experimentaría una drástica desaparición tras la llegada de los repobladores y el consiguiente cambio lingüístico y cultural. Aunque los nombres antiguos se diluyeron en la nueva memoria colectiva, la persistencia del paisaje y de sus infraestructuras atestigua la continuidad de la vida y el arraigo humano a este terruño, legando una forma de pertenencia que, aunque reconfigurada, sigue presente.
Desde el punto de vista económico, los habices de Cástaras revelan una base productiva centrada en la sericultura, junto con una agricultura diversificada orientada mayoritariamente a la autosuficiencia. Los bienes inmuebles documentados y el valor asignado en censos posteriores resaltan la importancia económica de estas propiedades y la fragmentación de la tenencia, ya apuntada, en la propia fisonomía del paisaje.
En conjunto, los habices de Cástaras ofrecen una perspectiva del funcionamiento de una comunidad morisca de montaña en el siglo XVI, permitiendo ir más allá de interpretaciones generales para reconstruir la relación entre el ser humano y el territorio en aquel contexto histórico específico. Este análisis revela un paisaje habitado, trabajado, persistente y cargado de significado, cuyos ecos resuenan todavía en la geografía alpujarreña.
Deseo expresar mi reconocimiento a Ángel Bañuelos Arroyo por su colaboración durante la preparación de este trabajo. Su conocimiento del patrimonio histórico de Cástaras, así como su disposición para compartir información oral y facilitar copias fotográficas del manuscrito, han resultado especialmente valiosos para el desarrollo de esta investigación.
Agradezco asimismo a Dolores Almendros Alonso la información proporcionada sobre el territorio, basada en su conocimiento directo y profundo del entorno castareño, lo que ha permitido contrastar y enriquecer los datos empleados en el estudio.
Mi gratitud a María Pilar Mezcua Granados por haber facilitado fotografías para muchas de las ilustraciones incluidas, contribuyendo así a completar el contenido del trabajo. Igualmente, agradezco su aportación a los autores de las demás imágenes utilizadas, cuyos créditos se indican en los respectivos pies de ilustración.
Finalmente, agradezco a Mohamed Lamine Serauoi su asistencia en la interpretación, transliteración y análisis semántico de términos árabes, así como en la consulta de diccionarios especializados, lo que ha contribuido a una mayor precisión filológica en el tratamiento de las fuentes.
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Fecha de publicación: |
15-7-2025 |
Última revisión: |
16-07-2025 |