Escritos y publicaciones

 

Cástaras en la prensa

 

Cástaras, paraíso escondido

El abogado, periodista, fotógrafo, escritor e investigador radicado en Órgiva Miguel Ruiz de Almodóvar Sel, publicó en el segundo número de La voz de La Alpujarra, revista mensual de información comarcal y distribución gratuita, editada por Electroradio Alpujarra en julio de 1998, un reportaje sobre Cástaras. Ilustrándolo con siete fotografías en blanco y negro de Ana María Rivas Portillo acompañando al texto, y una a color en la portada de la revista, el autor traza en el artículo un perfil del municipio al tiempo que elogia las excelencias del «paraíso escondido» que forman «Cástaras y Nieles, juntas cerca del cielo», como resaltan el título del artículo y la portada de la revista respectivamente.

El reportaje mantiene vigencia a pesar de contener asertos errados, de haber pasado más de una década desde que se redactó, y de las transformaciones que en los últimos años van degradando y restando esplendor al paisaje urbano de Cástaras.

Se reproduce completo a continuación manteniendo su literalidad estricta, sin corrección de los errores tipográficos ni ortográficos y con las fotografías adaptadas a este medio. (Puede consultarse una copia del original en la web de la Asociación Cultural de Cástaras y Nieles).

 

Cástaras, paraíso escondido

MIGUEL RUIZ DE ALMODOVAR SEL

 

Posiblemente sea uno de los pueblos más bonitos y sorprendentes de toda la Alpujarra, al menos así lo afirman todas las guías consultadas al respecto. Lo avala de antiguo la fama, y atestigua como verdadero el visitante. Cástaras, enclavada en pleno corazón de la Alpujarra granadina, y distante casi por igual de todos, curiosamente es un pueblo desconocido, oculto y recóndito, alejado de toda ruta, al que solamente cabe disfrutarlo viajando expresamente a él. Esa es su suerte, pero también su desgracia. Paraíso escondido y en cierta forma abandonado, se asemeja en mucho a un oasis, incluida palmera, con abundancia de agua y frondosidad, que le hace sin duda merecedor a ese "slogan", tan antiguo como querido por los castareños de "Vergel dormido entre piedras y agua ".

Situada en el cauce superior del río Guadalfeo, a 1.022 metros de altitud, y perteneciente a la antigua Tahá de Juviles, forma Cástaras en la actualidad municipio, junto a su anejo de Nieles, y varias cortijadas importantes.

Su nombre de reminiscencias arábigas para unos e hispanorromanas para otros, proviene del verbo cascar, que a su vez procede del latin casicare = sacudir ó quebrantar, por encontrarse en lugar quebradizo y escarpado, bajo una gran peña, al abrigo de vientos y tempestades. Sorprende, para empezar y visto desde lejos, que sea tan minúsculo y recoleto alrededor de su iglesia, en claro contraste con la cementera mastodóntica que exhiben hoy otros. Sus calles de recorrido muy corto, terminan pronto e inexorablemente en mitad del campo. Curiosamente y a pesar de ello presume de tener tres barrios, el alto, el medio y el bajo ó pueblo propiamente dicho, donde en su plaza y junto al Ayuntamiento, se levanta majestuosa la iglesia de estilo mudéjar, construida a mediados del S. XVI, una de las joyas de la comarca en su género, no sólo por la riqueza artística que atesora, sino también por el mimo, buen cuidado y limpieza que exhibe. Impresión saludable y purificadora, la que uno se lleva al salir del templo tras admirar el artesonado de madera o la talla extraordinaria de San José, además de otras imágenes como las de los patronos San Miguel y la Virgen de Fátima, huesped  ésta por unos días, tras reciente romería desde la ermita.

Incrustada en la edificación o formando parte de ésta se encuentra la farmacia, que completa sus ventas medicinales con el anuncio rotulado en la pared de también “herbolario”, razón que explica la proximidad de una curandera famosa a la que acuden gentes de todas partes en busca de remedios y consejos que alivien y curen no sólo el alma y la esperanza. Secuelas de ése fervor, agradecimiento o simple generosidad, lo son las obras de reforma y mejora realizadas en la ermita de la Virgen, situada a pocos metros, dirección a Nieles, o más descaradamente las llevadas a cabo en la propia iglesia, con la colocación de la nueva solería por cuenta y gasto de quien tuvo a bien dejar cinceladas sus iniciales en la escalinata.

 

 

Aparte de ésta peculiar actividad sanatoria, y la que produce las visitas a la iglesia, sólo dos bares componen la total actividad del pueblo durante el año, la cual se ve multiplicada por cien en el mes de agosto, con la llegada de los emigrantes la mayoría provenientes de Barcelona y Pamplona. Vuelve por tanto por un sólo mes la vida al pueblo, y con ella las fiestas, que a pesar de ser teóricamente por San Miguel, desde hace años se celebran el 15 de agosto, para disfrute de todos los castareños, por vacaciones. Son dos días de encuentros y rememoraciones festivas, en los que por dos veces se procesiona al santo patrón, junto a San Antonio, con la variante de hacerlo el segundo día, cambiando el orden de las imágenes en el desfile.

La otra festividad local, la de la Virgen de Fátima se celebra el 13 de Mayo con una romería de gran tradición, y popularidad a la que asisten todo los que pueden. Ya menos en activo se sigue manteniendo los chiscos por San Antón, y la mauraca o tostonada de castañas por el día de todos los Santos. Sin embargo estas fiestas a todas luces testimoniales van decayendo y muriendo por falta de lo principal es decir juventud, y sobre todo esperanzas de haberla, como no sea que se tome conciencia del problema y se introduzcan nuevos asentamientos de población que la revitalicen y salven de una muerte más que anunciada. Obligación lo es sobre todo para los castareños de que retornen cuanto antes a su pueblo y lo levanten como se merece, y sólo saben hacerlo los hijos. Para ello nada mejor que rememorar o recordar lo que llegó a ser, por ejemplo en los años cincuenta, en los que contaba con una población superior a las 1.600 personas, las cuales tenían censados como ganado, a 2.500 cerdos, 500 cabras, 500 mulos, 250 asnos y 15 caballos, y una producción agrícola media al año de 200.000 litros de vino, 120.000 kg. de trigo, 100.000 kg. de habichuelas, 40.000 kg. de maiz, 35.000 kg. de higos, 20.000 kg. de almendras, y 12.000 kg. de aceite de oliva. Todo ello sin olvidar la explotación industrial de las minas del Conjuro y del Mercurio, donde se extraían hierro y mercurio respectivamente, o la turística de los baños termales denominados del Piojo, situado al oeste de la población, cuya antigüedad data de los siglos XII-XIV, y de la que se conservan algunos restos de la edificación. A pesar de la brutal estampida que desde hace años viene sufriendo la población, todavía quedan algunos que con buen sentido y responsabilidad vienen apostando por quedarse, haciéndolo de la mejor manera posible, es decir creando puestos de trabajo y dando jornales a los vecinos, única manera de recuperar lo perdido. Nos referimos a la pujante actividad de las plantaciones de frambuesa y fresa, cultivos en expansión que se abren paso en la zona con grandes perspectivas, dedicando casi por entero su producción a la industria conservera.

Fuera de todo eso, que por supuesto requiere inversión, dinero, y tiempo, hay una oferta más inmediata y palpable, cual es la promoción turística de Cástaras, dirigida especialmente a un sector tan exigente, como los pintores y artistas, sabedores como ninguno de la importancia y valor de la paz y la belleza. No es de extrañar por tanto que al menos uno de ellos se haya adelantado. Me refiero a José Ortuño Úbeda, nacido en Granada el 15 de Marzo de 1943 y en su calle Rosario, n°15, quien al parecer construye una casa en el barrio alto de Cástaras. Conocido como el pintor de la Alpujarra, por excelencia lleva más de treinta años pintándola y retratándola con la pasión, la devoción y el deseo de un principiante. Sobrecojiendo, y haciendo vibrar de emoción al espectador con la fibra de un dibujo certero, instintivo y sólido que sostiene y engancha los colores como centellas. No en balde sus comienzos lo fueron en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, de la mano de un gran profesor de dibujo, el pintor y escultor Nicolás Prados López. Sus cuadros por demás parecen respirar como si estuvieran vivos, se fuesen a echar a andar sus personajes, o moverse una rama por el viento. Son trozos de vida, ventanas a las que asomarse boquiabierto por tanta belleza junta.

Dejando atrás las pinturas y los pintores, y con ellos a Cástaras nos dirigimos a Nieles situada a tres kilómetros, y hoy en día bastante más animada que la “capital”. El pueblo, o mejor dicho aldea, es sencillamente encantador, idílico y sencillo como ninguno, flores a raudales adornan sus calles, dejando a su paso un aroma de alegria y vitalidad por doquier. Sus casas todas ellas aparentemente habitadas, como también sus plantas bajas donde descansan las bestias y revolotean gallinas, mientras allá arriba en los terrados la risa delata la presencia de chiquillos que asoman indecisos sus carillas traviesas, dando con ello una sensación bien diferente de la triste y melancólica Cástaras. Tal importancia viene tomando Nieles respecto a Cástaras, que incluso el acalde, así como la mayoría de la población lo son residentes del anejo, dando con ello muestras y ejemplo de unidad democrática, en contraste con la rivalidad que otrora se tuvieron, en parte agravada por la circunstancia de que en Nieles predominaban las mujeres, justo lo que faltaba en Cástaras. De esas expediciones románticas y andarinas, dos fechas sobresalían como favoritas las de San Blas el 3 de Febrero y las de San Bartolomé su patrono, el 24 de agosto, fiestas ambas de Nieles.

Ya para terminar y a fin de completar la información respecto a éste bellísmo lugar, reproducimos la descripción que se hiciera en 1.791, hace de ésto más de doscientos, con la vigencia y seguridad de saber que al menos Nieles sigue estando en el mismo sitio: “Dista de la metrópoli, que es Granada, 12 leguas, de la cabeza de la vicaría un cuarto de legua y de la cabeza de partido que es Ugijar cuatro, de Juviles que cae al Norte dista un cuarto de legua, de Tímar y Lobras que están al Levante cuarto y medio, de Albondón que está al Mediodía 3 leguas, y de Cástaras, con quien hace concejo, un cuarto de legua, que cae al Poniente; y su jurisdicción ocupa desde el Norte hasta el Mediodía legua y media, y del Poniente a Levante, media legua. Está el pueblo situado a la falda de un cerro y a la izquierda baja un arroyo que llaman de Polvos, cuyas aguas nacen en su término, y a la distancia de cuarto y medio de legua se incorpora con el rio que baja de Cádiar, llamado el Cádiar. El cerro que la domina se llama Cerrajón, que empieza a subir desde dicho pueblo y se necesita de media hora para llegar a lo alto, sin tener descenso, y desde el pueblo se baja al arroyo nominado hasta dicho rio, desde donde se sube a la cordillera, que será menester tres cuartos de hora y se llama la Contraviesa que confina con Lobras, y por el Poniente con Notáez.

Miguel RUIZ DE ALMODÓVAR SEL: «Cástaras, paraíso escondido». La voz de La Alpujarra. nº. 2 Órgiva, Electroradio Alpujarra, julio de 1998. pp. 6 - 10.

El mismo artículo, con ligeros cambios, algunas correcciones, los dos últimos párrafos relativos a Nieles suprimidos, y sin fotografías, se volvió a publicar el 14 de agosto de 2000 en la columna Tribuna abierta de la sección de opinión del diario IDEAL.

 

 

 

 

 

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Fecha de publicación:

26-12-2009

Última revisión:

2-05-2023