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LA ALPUJARRA

Sesenta leguas a caballo
precedidas de seis en diligencia

Pedro Antonio de Alarcón


PARTE SEGUNDA

LA TAHA DE ÓRGIVA


- I -

Lo que hay donde no hay nada

    Delante de nosotros había una reducida cañada, inculta y melancólica, sin más vestigio humano que una ondulante vereda, -la cual bajaba á lo hondo, se remontaba luego á la loma de enfrente, y desaparecía en busca de otra cañada y de otra loma.

    La segunda cañada estaba tan sola como la primera. Quiero decir que su absoluta soledad excluía hasta la presencia, más ó menos remota, de otras montañas u otro cielo que el cielo y las montañas de su limitadísimo horizonte.- Era aquello de «á solas, sin testigos», que dice Fray Luis de León.- Era una soledad sin esperanza, ó sea sin perspectivas del mundo.

    Aquellas cañadas, y otras que recorrimos sucesivamente; todas olvidadas ó desatendidas por la industria del hombre, -a tal punto que sus mismos propietarios ignorarían si eran suyas ó ajenas ó del común de vecinos de Lanjarón (pues todo tiene dueño en Europa, -lo cual no acontece en el Desierto de Sahara, granja-modelo que se proponen copiar entre nosotros los novísimos filósofos del más ilustrado de los siglos-); aquellas cañadas, vuelvo á decir, encerraban, sin embargo, sus moradores especiales, y hasta su rústico reyezuelo, unos y otro libres de toda fiscalización política, estadística ó geográfica.

    Sus moradores eran: primero: algunos pájaros que piaban acá ó acullá, como dándonos el ¡quién vive!; segundo: varios pobres matorrales que se habían establecido en aquel terreno; y tercero: tal ó cual florecilla silvestre que, sabedora sin duda de que ya había mediado marzo, abría allí los ojos á la luz del sol, constituyendo por sí sola una primavera en miniatura, como aquellos Alcaldes pedáneos que hacen en su cortijada el pronunciamiento prevenido en el Boletín oficial.

    En cuanto al reyezuelo de cada uno de los mencionados parajes, era un arroyillo de agua cristalina, que charlaba si había que charlar con todas las guijas que encontraba á su paso; reía si había que reír con la menuda arena, y se alejaba triscando como un bendito, ignorante, por lo visto, el desgraciado de que moriría de consunción, como todos sus antecesores, no bien llegase la Canícula.

    Estos arroyuelos anónimos; aquellos arbustos, no incluídos en el catastro; aquellas flores extraoficiales; aquellos pájaros que no tenían ni la más remota idea de una escopeta ó de una jaula, y las innumerables hordas de insectos que ya empezaban á romper sus crisálidas y á invadir el aire (como aquellas razas del Norte ó del Sur que alternativamente hicieron su irrupción internacional en nuestra patria Historia, brotando del hielo ó de la arena); toda aquella población, en fin, de cada solitario pliegue de tierra que recorríamos.... hacíanos pensar á cada instante en el fragoso país de las Batuecas, -cuyos antisociales moradores pasaron tantos siglos, al decir del vulgo, en el centro mismo de España, sin que nadie sospechase su existencia ni la de sus escondidos valles, y sin pagar contribución ni entrar en quintas.

    Pero por mucho que nuestra pendenciera fantasía se empeñase en animar y poblar aquellas desiertas cañadas, lo cierto es que estaban solas, y que transmitían á nuestra alma la paz y la quietud de los recintos inhabitados, de los parques sin cazadores, de las iglesias sin gente, de nuestra casa en los días de adversidad política, de un coliseo sin público ni gladiadores, ó de un monasterio por el estilo del que dio hospitalidad al cantor de Beatriz, cuando erraba por el mundo cercando la pace.


    ¡Oh! Sí: en la carencia de lontananza de aquellos breves horizontes; en el alto silencio que allí reinaba; en la religiosa austeridad que respiran siempre los países montuosos; en aquella ausencia de toda relación con la vida social, había, en efecto, algo del claustro.

    Figurábasenos, pues, que recorríamos la planta baja de un convento campestre á la hora de la siesta. El aislado y sonoro murmullo de los arroyuelos recordaba el sempiterno monólogo del caño de agua que cae allá sobre amplias y repletas tazas de mármol, amenizando con su son el sosiego de patios y crujías. El olor del espliego, del heno y del tomillo suplía por la tufarada de incienso que transciende de la iglesia á toda la santa casa. Píos de aves tampoco faltan jamás ni en los cinamomos del patio de una cartuja, ni en los frutales de su huerta, ni en los cipreses de su cementerio....

    La ilusión era completa; y yo no podré olvidar nunca la benéfica tranquilidad que experimenté aquella tarde en un terreno al parecer tan ingrato y fastidioso como el que sirve de compás ó de atrio á la Alpujarra.

    Ni se crea que he incurrido en contradicción al hablar simultáneamente del silencio de tales sitios y de canto de pájaros y de susurro de agua.... -El silencio verdadero no está á merced de los fenómenos que se atreven á turbarlo, sino que es un estado inmanente y esencial de ciertos lugares y determinados momentos. El silencio reside ó no reside en el fondo de ésta ó aquella situación. Cabalmente, cuando no hay silencio, no se oye nada; á lo menos, de una manera distinta; y, cuando lo hay, por profundo que sea, se oye siempre algo; el vuelo del insecto, el llanto del agua, el beso del aire en la hoja, el latido de vuestro propio corazón.- ¡Cuántas cosas se oyen de noche! ¡Cuántas no se oyen de día!

    Pues lo mismo digo de la ciudad y del campo.- Y es que de día, ó en la ciudad, los sonidos se destacan sobre el fondo del ruido, y de noche, ó en el campo, sobre el fondo del silencio.

    Entonces también; cuando todos callan y todo habla, percibe el hombre, si quiere (y esto es lo más importante de mi peroración), tenues voces que bajan de la excelsitud de su espíritu ó se alzan de los abismos de su conciencia.... ¡Entonces oye, dentro de sí, á poco que escuche, las tácitas bendiciones de su agradecimiento; el gemido apagado de sus recuerdos juveniles; el cuchicheo de los celos, de la sospecha ó de la duda; el blando aliento de la esperanza; el vuelo remoto de los amores que se fueron; el roer de las deudas; los pasos de la muerte (más cercanos cada día); el tartamudeo de los remordimientos; la confidencia misteriosa de la Gracia; los ayes de sus víctimas; los suspiros de los menesterosos; el clamor de la opinión; los encargos de los que murieron, y sobre todo, aquella gran voz, cuyos ecos llenan el mundo, denominada ¡Voz de lo Alto!

    Por lo demás, á mí no se me oculta hoy que casi todo lo que encontrábamos de particular en aquellas primeras lomas y arroyadas de la Alpujarra procedía principalmente de la circunstancia de haber montado ya á caballo.

    La prueba es que en el Valle de Lecrin habíamos pasado por lugares muy parecidos, sin reparar en ellos. -¡El ruido del coche y su inflexible marcha nos habían impedido allí entrar en íntimas relaciones con la soledad, y merecer, como ya merecíamos, toda la confianza de la Naturaleza!

    Y es que, como dije anteriormente, el caballo nos da la independencia y la libertad al darnos la fuerza: aíslase uno fácilmente con ayuda de él; quédase atrás, ó echa delante de la caravana, según le acomoda; apártase del sendero; sube á la cima; desciende á los barrancos; registra todas las fases de las peñas; párase ante los arroyos para verlos correr, ante las aves para oírlas cantar, ante las flores para contemplarlas enamorado.... ¡Es uno, en fin, rey del mundo!.... ¡Tiene alas!

    Volemos, pues; y tratemos de llegar temprano á Órgiva, -término de nuestra jornada de hoy.



- II -

Dos encuentros.- Llegada á Órgiva

    Caminando íbamos en esta dirección, sin hallar otros lances ni espectáculos que más soledad y más silencio (como si no fuéramos á ninguna parte, ó recorriésemos un país encantado), cuando la casualidad nos deparó un encuentro.... que no lo dispusiera mejor un novelista.

    Por lo alto de una gran cuesta que nosotros empezábamos á subir, después de haber atravesado la cuarta ó quinta cañada, vimos aparecer mucha gente á pie, en deshilada procesión, precediendo á una cosa cuadrangular, que pronto conocimos ser una silla de manos, -en cuyo seguimiento venían después otras personas, montadas en variedad de caballerías y en diferentes posturas.

    Imagínaos el efecto que nos produciría semejante cortejo, saliendo de aquel incógnito país en que hasta entonces no habíamos encontrado alma ni vivienda humana....- ¿Quién iba tan cuidadosamente encerrado en aquella litera? ¿Era un Santo en andas de viaje, como San Torcuato cuando lo llevan desde la catedral de Guadix á su selvática ermita? ¿Era una princesa mora que trasladaban de un harem á otro? ¿Era el Duque de Sesa, que, afligido por la gota, iba á presentar la batalla á ABEN-ABOO? ¿ó era ABEN-ABOO, después de sufrir el más bárbaro tormento?

    Como la caravana bajaba la misma ladera que nosotros subíamos, presto nos encontramos; y como todos los criados del universo, habidos y por haber, son confidentes natos unos de otros, supimos en seguida por los nuestros lo que habíamos empezado á adivinar....- En la silla de manos iba un enfermo (como en recurso de alzada) á que lo reconociesen y curasen los más célebres facultativos de la capital.

    Rico y poderoso, respetado y querido en mayor ó menor parte de la Tierra, debía de ser el paciente, á juzgar por su comitiva.- Entre los que marchaban á pie, no sólo había muchos mozos de labor encargados de relevarse en la conducción de la litera, sino algunas personas más acomodadas (colonos sin duda del sentenciado), que no se separaban de las portezuelas, ó miraban dentro de la silla al través de sus pequeños y ovalados cristales. Unos y otros presentaban el más grave continente, con su uniforme traje campesino.... ¡de los días de fiesta!

    Los jinetes eran dos señores de imponente aspecto, semirural, semiurbano, caballeros en sendas yeguas, -y una señorita y una labradora, la primera en mulo y la segunda en jumento, á cuál más circunspecta y más guapa, arrellanadas las dos en amplias jamugas, muy guarnecidas éstas de pontificales colchas y almohadas.... dignas de formar parte de una carta dotal.

    Finalmente, cerraban la marcha cuatro mulas cargadas de todo lo nacido, aparte de lo que ocultaran sus enormes capachos.- Sólo por fuera, veíanse baúles, catres, colchones, cestas muy empapeladas, sartenes, ollas de cobre, trébedes de hierro, y hasta una gran jaula de mimbres llena de gallinas y pollos.... vivos y cacareando.

    La señorita y los dos señores constituían á todas luces la familia del infeliz desahuciado por los médicos de la Alpujarra, -el cual debía de ser viudo. -La joven labradora iría en calidad de dama, de la que acaso era su hermana de leche. -El equipaje y las provisiones, custodiados por cuatro escopeteros, iban, en fin, á las inmediatas órdenes de una venerable ama de llaves y directora de cocina, encaramada en lo alto de la carga más voluminosa....

    ¡Miseria humana! Todo aquello, que era un curioso espectáculo para nosotros y un caso de honra para la familia viajera, -el orden etiquetero de la procesión; el silencio y compostura con que caminaban todos; la pesadumbre de que hacían no sé qué enfático alarde, y el ceremonioso respeto que les infundía.... la silla de manos, -¿qué le importaba al afligido, enfermo, encerrado con sus implacables dolores dentro de aquellas cuatro tablas? -¡Para él, aquella hora y aquella cuesta no eran más que trámites neutros y pavorosos del tremendo litigio en que se ventilaba su vida ó su muerte! Para él se reducía ya el mundo á estos solos términos: «¡Granada: los facultativos: su enfermedad: la salud.... ó el sepulcro!»

    Del dinero y del amor propio había ya prescindido, -como prescinde el náufrago de su equipaje.


    Pasó y desapareció la caravana, camino del infinito, donde á la postre van á perderse todos los viajeros, enfermos ó sanos; y nosotros llegamos á la altura que tan distante nos había parecido desde lo hondo de la cuesta.

    Allí nos esperaba otro encuentro, mucho más grato que el referido. -El horizonte se ensanchó un poco, dejándonos ver las modestas cumbres de algunas lomas sucesivas, que se escalonaban ondulando á nuestro frente, hasta acabar por estorbarnos de nuevo la perspectiva de verdaderas lontananzas.... Pero estas mismas lomas tuvieron por la izquierda dos leves descuidos, casi simultáneos, que nos permitieron divisar, durante algunos momentos, allá, lejísimos, tras los angulosos claros de varias laderas coincidentes, como por los postigos de un balcón, dos triángulos (ó dos pañoletas, que dicen los caminantes clásicos) de un azul más oscuro que el del cielo.... -¡Era el mar!

    La Diligencia de Motril habría llegado ya á la costa....- Nosotros estábamos á la misma distancia del Mediterráneo que cuando dejamos el coche.... -Esto fué lo primero que se nos ocurrió al descubrir aquellas vislumbres del húmedo elemento. -¡Tan trivial es algunas veces la expresión del más acendrado cariño, de la más profunda pena, de la admiración más entusiasta!

    Luego pensamos en que semejante descubrimiento demostraba la exactitud de nuestras noticias sobre la configuración de la Península Española, idea mucho más fútil que la primera, pero de la cual tampoco éramos responsables. ¿Quién es árbitro de sus pensamientos?

    En seguida nos sentimos casi disgustados. La aparición del mar por aquel punto realizaba brusca y sumariamente nuestro deseo de robarle su secreto á la Alpujarra. Aquel agua era el término, el lindero, el non plus ultra, de nuestras ilusiones. Allí [acababa] concluía lo que estábamos empezando á ver. El teatro de nuestra peregrinación quedaba acotado ya de Norte á Sur entre el Veleta, que acabábamos de contemplar, y las dos pañoletas azules que á la sazón [estábamos contemplando] contemplábamos.... -Nuestro disgusto era, pues, análogo al del lector que oye referir, á su pesar, el desenlace de una novela que le va interesando mucho, ó al del enamorado que se encuentra con que es fácil y obvio el corazón de la mujer que suponía inconquistable....

    Pronto nos consoló, empero, devolviéndonos nuestras ilusiones, lo fugitivo de aquel espectáculo, y la veleidosa ligereza con que desapareció. Cobraron entonces nuevo [brío] ímpetu nuestras [ansias] deseos de explorar en varios sentidos todo lo encerrado entre aquel monte y aquellas olas, y de dormirnos al son de aquellas olas mismas; -como se aumenta el hambre cuando no se ha hecho más que probar el apetitoso guiso, ó como redobla el incendio cuando se le echa poca agua, ó como.... pero suficit.

    Y entonces también recobró á los ojos de nuestra imaginación toda su peculiar importancia el mar alpujarreño, y volvieron á nuestra memoria las horribles crueldades de que su oleaje había sido cómplice.... -¡Aquél fué (y esto lo dice todo) el más frecuente escenario de las expulsiones de israelitas y moriscos!.... -En sus playas, pues, teníamos que redactar una especie de fe de livores, ante los doloridos espectros de aquellas pobres gentes, -dado que se nos aparecieran....

    Por todas estas consideraciones, no había más remedio que seguir adelante.


    Y, en efecto, seguimos; y atravesamos otras dos ó tres de las innumerables soledades incultas que cubren la mayor parte de nuestra misma civilizada Europa; y bajamos, y subimos, y tornamos á bajar, y ya principiaba á atediarnos, por no decir á alarmarnos, una tan prolongada ausencia de todo indicio de población humana, cuando llegamos á unos frondosísimos olivares....

    Ninguna señal más elocuente de la proximidad del hombre. El olivo es uno de sus primeros amigos y de sus mejores camaradas natos. Así es que, á poco que lo cuidéis, os dará (aparte de la oliva de la paz, las aceitunas aliñadas, etc., etc.) todos los milagros contenidos en una gota de aceite, cantados ya por Pelletan y por nuestro Meliton Martín. Yo no agregaré cosa alguna á sus inimitables panegíricos: sólo os diré que, aún después de inventados el gas y el petróleo, una aceituna en su rama sigue pareciéndome el más precioso emblema de la Providencia Divina, y que, al penetrar aquella tarde en los mencionados olivares, representáronseme todos los quinqués, lámparas, velones y candiles con que los hijos de Órgiva prorrogarían diariamente el pleno ejercicio de su vida, á pesar de todas las tinieblas de la noche.... -Y digo de Órgiva, porque los tales olivos no podían ser sino de aquel renombrado pueblo, -que ya debía distar muy poco, á juzgar por lo que llevábamos andado....

    Con efecto: algunos instantes después, el grave son de unas hermosas campanas, que todavía (a las tres y media de la tarde) andaban á vueltas con el día de San José, nos avisó que estábamos llegando á la importante villa (cabeza de Partido judicial, de Distrito electoral y de una Taha moruna) en que habíamos de recobrar el uso de nuestras piernas. En seguida empezó á descorrerse ante nuestros ojos un pintoresco paisaje, que constituía otro oasis de la Sierra, bastante parecido al de Lanjarón.Y, por último, en medio de él, sobre una colina, en la confluencia de una rambla y de un valiente río, vimos surgir por grados, primero dos torres gemelas; luego la iglesia á que pertenecían las dos torres, y, finalmente, el apiñado caserío de una extensa población....

    Estábamos en Órgiva.


    Pero vamos á cuentas, lectores.

    Antes de penetrar en esa villa, tenemos que discurrir breves momentos sobre la etimología y verdadero sentido geográfico e histórico de la voz que sirve de título á la presente obra.

    No se me oculta ciertamente que semejante digresión á estas alturas va á pareceros muy árida y enfadosa.... Mas ¿qué remedio? Yo la he retardado cuanto me ha sido posible, á ver sí hallaba manera de ahorraros ese disgusto; y si os lo causo ahora, es porque ya me llega el agua al cuello.... -¡Qué se diría de un autor que escribiese todo un libro denominado LA ALPUJARRA, sin explicar en él lo que esta palabra significa!

    Perdonadme, pues; -y, en cambio, yo os ofrezco hacer la vista gorda, si por ventura desairáis esa digresión de mis pecados, pasando por alto (como os lo aconsejo) el capítulo siguiente.



- III -

¿Cuál es la etimología de la palabra Alpujarra? -¿Se debe decir La Alpujarra, ó Las Alpujarras? -¿Cuáles son los verdaderos límites de esta región? -Historia antigua.- Geografía moderna

    Discordes andan historiadores y orientalistas acerca del origen y significación de la palabra Alpujarra.

    (Creo que este es el tono en que se suele hablar de antigüedades.... Pero yo no puedo insistir en él: ¡estoy muy de prisa!- Resumiré, pues, desde luego.)

PRIMERA OPINIÓN.- Según Luis del Mármol, Alpujarra proviene de la voz árabe abuxarra, que él traduce: la rencillosa, la pendenciera.

SEGUNDA OPINIÓN.- D. Miguel Lafuente Alcántara dice lo mismo, como si lo copiara reverentemente, permitiéndose tan sólo traducir indomable en lugar de rencillosa, y conservando lo de pendenciera.

FUNDAMENTO DE ESTAS DOS OPINIONES.- Todos los cronistas antiguos están contestes, principiando por el historiador musulmán Aben-Ragid, en que los Agarenos no lograron dominar las fragosidades alpujarreñas ni reducir á los Cristianos que allí vivían, sino pasados siglos de la batalla de Guadalete y de la ocupación de casi toda la Península por las legiones Africanas y Asiáticas 1 . Y, aún después; si éstas penetraron y reinaron en la Alpujarra, fué por la buena y á condición de tolerar la Religión del Crucificado, cuyo culto siguió, en efecto, siendo libre durante otros dos ó tres siglos, hasta que poco á poco, y sin violencia alguna, los más absorbieron á los menos, ó los menos se refundieron en los más, al punto de no quedar un solo alpujarreño que se acordase de la fe de sus mayores.- Creen, pues, Mármol y Lafuente Alcántara que los calificativos de rencillosa, pendenciera e indomable le venían como de molde á aquella región en los tiempos en que los moros tuvieron la primera idea de [ella] de que existía.

IMPUGNACIÓN DE TODO LO DICHO.- Es, sin embargo, muy de extrañar que el mismo Aben-Ragid, relator de esos hechos, nunca llame á la Alpujarra sino la Tierra del Sirgo (por la mucha seda que en ella se criaba); y sorprende aún más, que, después de haber publicado Mármol la citada versión, otros filólogos e historiadores hayan continuado poniendo en tela de juicio la verdadera significación del nombre que hoy lleva aquel territorio.

    Romey y Mr. Sacy, por ejemplo (TERCERA OPINIÓN), se fijan en que Suar-el-Kaici y otros revoltosos de la Andalucía oriental levantaron por las Serranías de Granada algunas fortificaciones llamadas Al-Bord-jela, (Castillo de los Aliados), y creen que de este nombre vino á formarse el de Alpujarras 2.

    En cambio (CUARTA OPINIÓN), Xerif Aledrix y nuestro insigne Conde aseguran por otro lado que Alpujarra vale tanto como Al-bugscharra, voz árabe que se interpreta Sierra de hierba ó de pastos.

    Finalmente, el ilustrado orientalista y literato de nuestros días, Sr. Simonet, dice (QUINTA OPINIÓN) que no le parece buena ninguna de las traducciones que conoce de Albuxarrat (que, según él, era como verdaderamente llamaban los moros á aquella Serranía), y aventura la idea de si podrá traducirse Alba Sierra, aunque añade modestísimamente á renglón seguido que está muy lejos de creer haber acertado más que los otros.

    Ahora...., el que leyere (si alguien me está leyendo) puede escoger, entre esas cinco, la opinión que más le guste ó le convenga. -Yo no escojo ninguna...., por la sencilla razón de que no sé el árabe.


    En lo que, á pesar mío, no puedo abstenerme de dar un humilde dictamen (o, por mejor decir, he tenido que darlo anticipadamente, al ponerle título á esta obra), es respecto de si debe escribirse La Alpujarra ó Las Alpujarras.

    Como habéis visto, precisado á elegir entre uno y otro número, he optado por el singular; pero debo confesaros que no ha sido sin pasar antes por angustiosas vacilaciones.

    Figuraos que el plural tenía en su abono estos antecedentes:

1.º El empleo que hacen de él varios autores antiguos y modernos siempre que hablan de aquel país;

2.º El usarlo en la conversación bastantes gentes, bien que fuera de Andalucía;

Y 3.º, y mucho más importante: La autoridad de la Academia Española, que define así, en su Diccionario de la Lengua Castellana, la voz ALPUJARREÑO, ÑA: «Adj. que se aplica al natural de Las Alpujarras, y á lo perteneciente á ellas».

    Había, pues, harto motivo para decidirse por el plural, -y ya lo había usado yo mismo en cierta ocasión, obligado por la fuerza del consonante....

    Sin embargo, hacíaseme cuesta arriba escribir Alpujarras al frente de este libro y en la mayor parte de sus hojas, cuando toda mi vida había dicho y oído decir La Alpujarra; y como me pusiera á excogitar razones para mantenerme dentro de mi dulce rutina (¡qué rutina no es dulce en estos tiempos de tantas dislocaciones y extravíos!), encontré en apoyo del singular los tres fundamentos siguientes:

1.º Que Hurtado de Mendoza, Mármol, Lafuente Alcántara y otros escritores de muchas humanidades y escrupulosa conciencia, en sus Historias relativas á aquella región, la llaman siempre La Alpujarra;

2.º Que del propio modo la mientan constantemente casi todos los naturales de la provincia de Granada, empezando por los de su culta capital;

Y 3.º, y principalísimo: Que así la nombran los mismos alpujarreños.

    Perdone, pues, la Academia, solícita guardadora del habla de nuestros padres, si yo, en caso tan dudoso 3, y por razones de querencia á lo tradicional, me he apartado, á sabiendas, de la respetable norma de su Diccionario; y crea aquella docta corporación (a que siento no pertenecer) que de manera alguna me hubiera lanzado á tal temeridad, si no contara en todo evento con que la indulgencia es compañera inseparable de la sabiduría 4.

    Por lo demás, comprenderéis que á mí me importa un bledo que la Alpujarra se llame de este ó del otro modo; -pues, como dice muy oportunamente la Julieta de Shakespeare: «Lo que llamamos rosa embalsamaría lo mismo el aire si tuviera cualquier otro nombre.»


    También hay varias opiniones acerca de los límites de la Alpujarra; pero en este punto la verdad y el error son más evidentes á mi juicio, y más fáciles, por tanto, de separar.

    No sé quién sería el primero (tal vez Méndez de Silva) que escribió la peregrina especie de que «la Alpujarra, mide diez y siete leguas de longitud desde Motril á Almería, por once de anchura, desde Sierra Nevada al mar»....- Fuera quien fuese, este deslinde tuvo la fortuna de que lo copiasen al pie de la letra muchos graves autores, y hoy sigue dando la vuelta al mundo, en Diccionarios geográficos, Enciclopedias, Guías, y toda clase de itinerarios pintorescos, como una verdad de á folio, (B) en Diccionarios geográficos, Enciclopedias, Guías y toda clase de itinerarios pintorescos.

    Sin embargo, nada más inexacto y absurdo que semejante afirmación. La prueba es que los mismos historiadores del siglo XVI, que la transcriben á cierraojos, distinguen luego entre «Tierra de Motril», «Alpujarra» y «Tierra ó Río de Almería», presentando cada región por separado como cosas muy diferentes. Y, por si esto no bastara, esos mismísimos historiadores, al describir en otros pasajes la comarca alpujarreña, la dividen en las tahas ó distritos que contenían, resultando de sus propios datos que no abarcaba, ni con mucho, las vertientes orientales de Sierra de Gádor ni las occidentales deSierra de Lújar. Por último: ningún motrileño ni almeriense (exceptuando á los nacidos en la banda occidental de Sierra de Gádor: que tienen razón en creerse alpujarreños), se ha considerado jamás á sí propio como hijo de la Alpujarra.- ¡Y, á confesión de parte!....

    Desechados con tan incontestables razones los datos erróneos del geógrafo mencionado, ó del que lo engañase á él, voy á ver de fijar ahora los linderos exactos de la Alpujarra, con arreglo á los antecedentes históricos, á la opinión de ilustradísimas personas de aquel país y á lo que dicta el sentido común.

    Ya lo he indicado muchas veces (apoyándome en idénticas consideraciones que ahora): por Alpujarra se entiende todo el terreno comprendido entre Sierra Nevada y el mar, y encerrado luego, como en un rectángulo, por las sierras laterales; es decir: todo lo que queda dentro del horizonte sensible que se abarca desde las cimas del Cerrajon de Murtas; todo lo que [sería un solo valle, á no existir la Contraviesa; todo lo que (A)], visto desde el mar de Albuñol, mirando al Mulhacén, tiene, [en fin] como si dijéramos, un cielo común....

    Y esto del cielo común es indudablemente una de las leyes naturales en que se funda esa geografía popular, tradicional, consuetudinaria, que creó ó delimitó la Mancha, Rioja, Maragatería, Vera de Plasencia, Vega de Pas, Tierra de Barros, Tierra de Campos, Alcarria, Loma de Úbeda, Río-Almanzora, y otras innumerables circunscripciones [muchas comarcas] tan extraoficiales como la Alpujarra. Cada uno de los países representados por esos nombres, ó sea todos los pueblos y despoblados que comprende cada cuál, reconocen una especie de común denominador, tan antiguo como la fisonomía actual del Planeta, que sirve para sumarlos y definirlos; -ora un río, ora una cordillera, sea una llanura, sea un valle, aquí la identidad de vegetales, allí la ausencia de ellos, ya el verse reducidos á una misma incomunicación, ya el tener á la vista un mismo horizonte.- El común denominador, la razón de ser de la Alpujarra como comarca, es el cinturón de cumbres y olas que la rodea, el pedazo de cielo que la cobija.

    Así, pues, la frontera occidental de la Alpujarra principia en el Picacho de Veleta; baja con el río de Lanjarón hasta el río de Órgiva; gana luego la Sierra de Lújar, y corre (por donde mismo va la raya del Partido judicial de Motril) hasta caer al mar entre Castel de Ferro y Torre de Paños. Y la frontera occidental empieza hacia Ohánes; busca las crestas de Sierra de Gádor, y va á morir en la Punta de las Sentinas.- Dicho se está, por consiguiente, que quedan reducidas á diez u once las famosas diez y siete leguas del consabido geógrafo.

    De los límites Norte y Sur no hay que hablar: ellos se defienden por sí mismos: son el Mediterráneo y Sierra Nevada.- Sólo advertiré que, entre Sierra Nevada, y el Mediterráneo, [perpendicular] en línea recta, no median nunca las pretendidas once leguas, sino ocho, todo lo más; y esto, sólo hacia el Campo de Dalias; que, por los puntos restantes, apenas llegarán á siete, -midiendo siempre á vuelo de pájaro.

    Y ahí tenéis demarcada la tierra que vamos á recorrer en varios sentidos [ya que no completamente, hasta sumar las sesenta leguas á caballo prometidas en el programa ó título de esta obraTexto recogido solo en la 1ª edición].

    Acerca de la estructura interior de la Alpujarra, ó sea de aquel pintoresco laberinto de valles y montes en que la convierte la Contraviesa, hablaremos en su lugar correspondiente, desde un punto de vista menos árido [y pedagógicoTexto recogido solo en la 1ª edición] que el de la presente digresión.

    En cambio, voy á hacer ahora, para dejar completamente servidos á los aficionados á ciertos datos y noticias, un brevísimo resumen de la Historia antigua del territorio alpujarreño, ó, por mejor decir, de su Historia anterior á la Conquista de Granada. -Tal historia [que hasta la presenteTexto recogido solo en la 1ª edición] no ha sido compuesta por nadie; pero que yo hilvanaré aquí con retazos tomados de varios libros, ó sea aprovechándome de los estudios del prójimo....; cosa muy corriente en esta clase de trabajos [....; -tan corrienteTexto recogido solo en la 1ª edición], que, con ocasión de lo mucho que he tenido que leer para escribir el presente capítulo, [me he divertido lo que no es decible viendoTexto recogido solo en la 1ª edición] he gozado extraordinariamente al ver rodar de obra en obra, plagiadas ad pedem literae, páginas enteras, llenas de erudición, que cada escritor presentaba como cosecha propia.... [, bien que sin decirlo, pero sinTexto recogido solo en la 1ª edición], o, por lo menos, gurardándose muy bien de decir que eran de cosecha ajena.... [, y cuyo primitivo verdadero autor no he podido averiguar hasta ahora....Texto recogido solo en la 1ª edición]

    Con que historiemos.- Es cuestión de otros dos ó tres minutos de paciencia, amado Teótimo.


    La Alpujarra no tiene historia propia ó particular desde la llamada Noche de los tiempos hasta la Irrupción de los Sarracenos en España. Muchas y muy eruditas conjeturas se han escrito sobre los aborígenes de aquella región y sobre lo que pudo ser de ella durante la Dominación de los Fenicios, de los Cartagineses, de los Romanos y de los bárbaros del Norte; pero lo mas que resulta de las investigaciones historiales es que corrió la misma suerte que el resto de la provincia de Granada, y fué sucesivamente fenicia, cartaginesa, romana y vandaluza.

    De la antigua Bética, llamada ya entonces Vandalucía, componía parte, en efecto, cuando el suelo granadino fué conquistado, ora por el propio Tháric, ó Taric, ó Tarif, vencedor de D. Rodrigo, el mismo año de la batalla de Guadalete (711), ora en 712 por Abdalaziz, hijo de Muza, jefe de la segunda invasión, -que lo cierto no se sabe 5.

    Formaban entonces la población granadina, e indudablemente también la alpujarreña, romanos y godos (considerando ya embebidos ó fundidos en los romanos á los primitivos iberos), y además un gran número de judíos. Estos últimos conservaron siempre su fe; pero romanos y godos, ya muy cristianizados entonces (aunque todavía divididos por cuestiones de raza y de secta), uniéronse definitivamente bajo la bandera de Jesucristo ante el formidable enemigo común que entraba á sangre y fuego por su tierra, de donde llamóseles á unos y otros mozárabes, que quiere decir cristianos sometidos á los islamitas. Sin embargo, como hemos visto más atrás, los valerosos cristianos de la Alpujarra tardaron siglos en merecer esta calificación.

    En otra mucho más cruel (aunque merecida) los incluyó la gente mora cuando, andando el tiempo, olvidaron la fe del Crucificado y abrazaron el mahometismo. Denominolos entonces muladíes, que vale tanto como renegados, ó moros bastardos; del propio modo que la gente cristiana había de apellidar en su día mudéjares (hijos del Antecristo) á los sectarios de Mahoma que, sin mudar de religión, se quedaban en un lugar reconquistado por la Cruz, y moriscos á los moros bautizados.

    Son cuatro palabras (mozárabe, muladí, mudéjar, morisco) que compendian novecientos años de guerras civiles; -y digo civiles, admitiendo como artículo de fe la aseveración francesa de que el África principia en los Pirineos.

    Pero, aunque los alpujarreños dejasen al cabo de competir en constancia con la inmortal Asturias, y aceptasen primero el gobierno y luego la religión de los invasores, no por eso se sujetaron á la dominación de nadie, sino que, comunicando su espíritu de independencia á los mahometanos que se establecieron allí (o respirándolo también éstos en aquellas encumbradas montañas), unos y otros camparon siempre por su respeto, confundidos ya en una sola raza, y hasta llevaron muchas veces la guerra á los que se consideraban sus señores.

    Vemos así á los árabes y bereberes de aquel territorio (sumamente poblado, y por gente muy belicosa, según el historiador Ben-Katib-Alcatalami) rebelarse contra el Emir ó Sultán de Córdoba, á fines del siglo IX, y salir en su busca, á librarle batalla campal, acaudillados por el que se decíaRey de la Alpujarra, SUAR-BEN-HAMBOUN-EL-KAISI.- El Sultán cordobés envió á su encuentro al Walí de Jaén, Gand-ben-Abd-el-Gafir, y, trabado el combate hacia el Sur de Andújar, la victoria fué de los alpujarreños, que hicieron prisionero al Walí, después de matarle hasta siete mil hombres.- La noticia de esta derrota afectó y alarmó extraordinariamente al Sultán, por lo que reunió en seguida un gran ejército y buscó personalmente á los rebeldes, que le aguardaban «en la falda de la Alpujarra» (el historiador árabe no determina en cuál).- Allí le tocó al KAISI ser vencido y caer prisionero; y, presentado que fué al Sultán, éste le hizo cortar la cabeza.... que por cierto envió á Córdoba, como una especie de parte abreviado de su campaña, más lacónico aún que el «Veni, vidi, vici» de Julio César.

    Tal, por lo menos, habían contado hasta hoy nuestras Historias el fin del célebre KAISI; pero, de último estado, y en vista de lo que refieren otras crónicas árabes, cuéntase de un modo muy diferente.- Parece ser que SUAR-BEN-HAMBOUN-EL-KAISI (que es como ahora se escribe el nombre de este mismo personaje) fué muerto en una emboscada, cuando se apercibía á defenderse, no de las huestes del Sultán de Córdoba, sino de las de otro caudillo, rebelado también contra el propio Sultán; esto es, del famoso Omar ben-Hafsun, dueño ya de casi toda Andalucía.

    De cualquier modo, treinta años después nos encontramos á los árabes y bereberes alpujarreños dándose otra especie de Rey, llamado ADMED-BEN-MOHAMIED EL-HAMBDANI, -del cual sólo se cuenta que añadió muchas fortificaciones artificiales á las que la Naturaleza puso en aquella comarca. -Al poco tiempo volvemos á verlos en armas, levantados contra el nombramiento de Soleiman para Califa de Córdoba. -Y, finalmente, en 1162 los hallamos batallando, bajo las banderas de un cierto MOHAMMED BEN-SAID, no contra Califas cordobeses, como hasta entonces, sino contra los mismísimos Almohades de Granada.

    Era que el Califato de Córdoba se había derrumbado, y formádose, de parte de sus escombros, el primer Reino granadino; era que en este trono se habían sucedido ya tres dinastías, la de los Ziritas, la de los almorávides y la de los almohades, todas ellas de raza africana y tributarias de los Sultanes de Berberia; y era que ni los altivos alpujarreños ni el resto de los que ya se decían Moros andaluces (de origen asiático en su generalidad) podían llevar con paciencia semejante estado de cosas.... -No descansaron, pues, hasta que formaron un Reino árabe-español, independiente del África, lo cual se realizó á principios del siglo XIII, siendo alpujarreño, ó saliendo cuando menos de la Alpujarra, el primer musulmán que ensayó un pensamiento tan atrevido.

    [Tal fué] Refiérome a MOHAMMED BEN-HUD, que otros llaman solamente IBN-HUD. -Este insigne y desgraciado príncipe, árabe puro por la sangre, oriundo de los antiguos Emires de Zaragoza, hízose proclamar Rey en Ugíjar (que ya era la metrópoli de la Alpujarra); dominó en Granada algún tiempo; fué obedecido en Córdoba, Sevilla y parte del Reino de Valencia, y murió asesinado en Almería en 1238. -«La fortuna de este caudillo (dice Simonet) fué breve y no correspondió á sus grandes ánimos, quedando reservada esta empresa á otro príncipe de prendas aún más altas y de más venturosa estrella».- Con lo cual se refiere á ALHAMAR (el Rojo), natural de Arjona, en la provincia de Jaén, esclarecido vástago de la muy antigua y principal familia árabe de los Nazaritas.

    Cúpole, en efecto, á Alhamar la gloria de ser el verdadero fundador del Reino moro de Granada, de construir el maravilloso Palacio Real de la Alhambra, -lleno todo de su nombre y de su divisa la Ghalib illa Allah (sólo Dios es vencedor), -y de inaugurar la renombrada serie de veintiún monarcas de su sangre y dinastía, que ocupó aquel trono durante doscientos sesenta y dos años, y que terminó en el desgraciado BOABDIL, destronado por los REYES CATÓLICOS.

    La Alpujarra, formó parte del nuevo Reino granadino, cuyo litoral se extendía desde Gibraltar hasta el río Almanzora, ó sea hasta los confines de Murcia, y los alpujarreños vivieron dedicados á las dulces tareas de la paz, fomentando la riqueza de su suelo, hasta convertir en vergeles las más ásperas montañas, y no dando, que se sepa, mucho que hacer á los soberanos nazaritas. -Estos, sin embargo, cuidaron de tomar algunas precauciones contra la indocilidad de aquellas valerosas gentes, y así se explica que la Alpujarra fuese el único Clima de la Cora de Elvira que dividieron en Tahas, edificando castillos en casi todos sus alhauces.

    Explicaré esta jerga á los que no la hayan entendido (como tampoco la entendiera yo, si no me la hubieran explicado alguna vez). -Cora, amelia ó waliato son como sinónimos de lo que nosotros llamamos provincia.- Elvira es el nombre de la primitiva capital de Granada.- Clima quiere decir zona, circunscripción ó partido.- Táa ó taha, equivale á distrito (y también á partido cuando el clima no comprende más que una taha).- Y alauz vale tanto como término, de donde viene la palabra castellana alfoz, que figura en el Diccionario de nuestra lengua....- Por consiguiente, lo que debí escribir desde luego, en lugar de un párrafo tan revesado, es que la Alpujarra «fue el único Partido de la provincia de Granada que los descendientes de Alhamar dividieron en distritos, edificando castillos en casi todos sus pueblos ó jurisdicciones».

    Volviendo á lo que hemos calificado de Historia antigua de aquella tierra, y pasando por alto muchos sucesos de menor cuantía que no le atañen peculiar y directamente, -diremos, para terminar, que BOABDIL entregó la Alpujarra á los REYES CATÓLICOS en 1490, después que éstos hubieron tomado á Baza; que los alpujarreños se rebelaron al año siguiente; que le costó al Rey mucho trabajo reprimirlos, y que, para tenerlos á raya en adelante, se vio obligado á ponerles un Gobernador.

    Del célebre y desdichadísimo Rey ZAGAL, precursor de BOABDIL en las tristes sendas del destierro, y acerca de su breve y azarosa permanencia en Andarax, cuyo Señorío obtuvo á cambio del trono de Guadix y de Almería, ya hablamos en la primera parte de este libro.... Y como además hayamos bosquejado allí, poco después, el período histórico comprendido entre la Conquista de Granada y la proclamación de ABEN-HUMEYA, cátanos al corriente de todos los sucesos que nos importaba saber antes de proseguir nuestro viaje.....

    No soltaré, empero, la pesada pluma con que he borroneado trabajosamente este insoportable capítulo, (A) sin decir que la Alpujarra comprende hoy sesenta y cinco pueblos, ó cabezas de Distrito municipal; otros treinta o cuarenta lugarcillos y aldeas sin Ayuntamiento propio; más de quinientos caseríos y cortijadas (muchas de ellas compuestas de veinte y hasta treinta domicilios); más de dos mil (!) cortijos y casas de campo, y unos cuatrocientos grupos de chozas y cuevas pastoriles, especie de aduares encaramados en los alto de la Sierra. - Total: 115.000 almas, poco más ó menos.

    Entremos, pues, ya en Órgiva, á cuyas puertas nos quedamos al fin del capítulo anterior, y descansemos allí de nuestro primer día de viaje y de la fatigosa excursión que acabamos de hacer por las regiones de la Primera y Segunda enseñanza.



- IV -

En Órgiva (por la tarde).- La Posada del Francés.- El ALCALDE DE OTÍVAR.- Moras y cristianas.- Una torre célebre.- La tapia de un huerto.- Albacete de Órgiva.- El Río Grande y el Río Chico.- Los Jamones de Trevélez.- La Taha de Pitres

    Gratísima memoria conservaré eternamente, y creo que lo mismo mis compañeros de glorias y fatigas, de la tarde y la noche que pasamos en la renombrada villa deÓrgiva.


Lámina V
....por las ramblas y barrancos de la despedazada Alpujarra.

    Allí encontramos amigos: unos, que lo eran hacía mucho tiempo, y otros, que lo fueron desde aquel día. Figuraba entre los primeros un inspirado poeta, autor de muy conocidos y celebrados romances caballerescos y antiguo Comandante de Artillería, que nos hizo los honores de la población discretísimamente, á fuer de venturoso amante de la Naturaleza y de la Historia, de las Armas y de las Letras.- Por cierto que á él le debo más de una noticia sobre aquel deleitoso rincón del mundo, donde vive retirado, en toda la extensión de la palabra, repitiendo sin duda con Horacio: «Hoc erat in volis: modus, agri non itu magnus».

    Encontramos allí además, o, por decir mejor, llegaron allí aquella misma tarde en nuestra busca, procedentes del riñón de la Alpujarra, otros buenos e inolvidables amigos, que desde aquel punto y hora, y durante algunos días, formaron parte de nuestra expedición, -y que ya os presentaré en el momento oportuno.

    Entre estos obsequiosos recién llegados de Levante (que eran seis) y nosotros los recién llegados de Poniente (que éramos cuatro) compondríamos, cuando menos, agregadas las respectivas servidumbres, unos diez y seis recién llegados; lo cual comprenderéis perfectamente ¡oh madres de familia! que era demasiado recién llegar para que aceptásemos ni por asomos la hospitalidad que, con vivísimos ruegos, nos ofrecían en sus pacíficos hogares nuestros amigos de Órgiva.

    Nos resistimos, pues, heroicamente, alegando sobre todo la potísima razón de que los diez viajeros de caballería queríamos vivir ó morir juntos; esto es, dormir en un mismo cuarto, vigilando á los viajeros de infantería, á fin de que éstos por su parte vigilasen á las bestias; y tan pesados estuvimos, y de tal modo los embromamos, que los orgivenses hubieron de ceder, dejándonos hacer de nuestra capa un sayo y pasar la noche toledana que apetecíamos.

    En virtud de esta capitulación, ocupamos militarmente la Posada del Francés.


    ¡El Francés! ¡Cómo abunda este posadero en España! Quizás era ya aquélla la quingentésima posada del mismo nombre que visitábamos en nuestro país; todas ellas excelentes, por supuesto.... en comparación del purgatorio.

    ¡Posada del Francés!.... ¡Y luego dicen allende el Pirineo que los españoles somos salvajes, feroces, inhospitalarios como las hordas del Riff! Pues ¿qué mayor prueba se quiere de la suavidad de nuestro carácter y de nuestras costumbres que esas quinientas posadas abiertas por un francés.... ó esos quinientos franceses con posada abierta.... en otras tantas poblaciones de esta patria de Daoiz y Velarde.... y del Alcalde de Otívar?

    A propósito del Alcalde de Otívar: -Nuestra Academia de la Historia prestaría a la Patria un gran servicio si buscara, adquirienra y diese á luz el libro manuscrito en que se refieren los hechos heroicos realizados por aquel insigne patricio durante la Guerra de la Independencia:libro acerca del cual dice el malogrado Lafuente Alcántara en el catálogo de las obras y documentos que le sirvieron de norte para escribir su Historia de Granada:

  «HAZAÑAS GLORIOSAS DEL ALCALDE DE OTÍVAR, D. JUAN FERNÁNDEZ.- Este guerrillero en la época de la invasión francesa, se valió de algún amigo para redactar una Memoria ó relación de sus hechos de armas, en un tomo en folio que conserva su familia y nos ha sido remitido para su examen por un Cura conocido. Sus correrías, sus batallas y aventuras están referidas con una puntualidad notable, y lo que es más, justificadas con testimonios de los Ayuntamientos, con declaraciones de habitantes fidedignos, y hasta con cartas autógrafas de algunos españoles puestos al servicio de los franceses, y empeñados en vencer con halagos al indócil y valiente partidario».

    No creo, pues, que sea difícil encontrar el manuscrito. -En cuanto á la oportunidad y pertinencia de esta digresión, que alguien podría suponer traída por los cabellos, consisten en que el terreno de Órgiva fué precisamente uno de los principales teatros de las proezas del Alcalde de Otívar (citadas y ensalzadas por el ilustre Conde de Toreno en su monumental Historia de la epopeya española del presente siglo), y en que aquella tarde nos encontrábamos á cinco ó seis leguas del humilde lugar que gobernaba en paz y gracia de Dios el buen Fernández antes de salir á medir sus fuerzas con las del primer Capitán de todos los tiempos 6.

    ¡Ah! La Alpujarra se acordó entonces (¿cómo no?) de lo que había hecho en el siglo VIII y en el siglo XVI para defender su independencia.... Sus ásperas montañas y sus indomables hijos fueron, por tanto, seguros escollos en que también se estrellaron una vez y otra las legiones de Napoleón. Y así se explica que en los alpujarreños y en la Alpujarra se apoyara de continuo el intrépido Alcalde, ora fuera para aumentar y municionar su hueste después de una costosa victoria, -ora para lamerse sus heridas en una cueva, como un verdadero león, y volver de nuevo á la lucha, todavía chorreando sangre 7

    Ni creáis que hoy día de la fecha muéstrome yo tan celoso guardador y panegirista de los recuerdos de 1808 á 1814, con la indigna intención de molestará los honrados posaderos franceses que se ganan la vida en la Península.... -¡Oh! ¡No soy tan beduino!- Tampoco me anima el trivial propósito de enardecer el patriotismo de los españoles contra los conquistadores extranjeros....- ¿Para qué? ¡Hoy no trata nadie de conquistarnos, que yo sepa! (B). ¡Contra quien sí considero urgentísimo [inflamar] irritar ahora el amor de patrio es contra otra clase de enemigos más terribles, más odiosos, más abominables que los conquistadores extranjeros! -¿Sabéis contra quién?
[¡Contra los españoles que reniegan de la patria misma; ]
¡Contra los impíos y blasfemos que reniegan de la idea de la patria; contra los españoles (porque también hay españoles entre ellos) que discuten la legitimidad de tan santo amor; contra los que predican un cosmopolitismo feroz y descastado; contra los que sacrificarían gustosos la nacionalidad en aras de no sé qué individualismo ó colectivismo salvaje; contra los filántropos parricidas, en fin, que derribaron ayer la Columna de Vendôme y que hoy hablan de derribar el Obelisco del Dos de Mayo 8!


    Pero no olvidemos que estamos en el año pasado y en Órgiva.

    Pues bien: una vez zanjada la dificultad de los alojamientos, dimos una vuelta por la población, tarea que resultó muy breve; y luego salimos á contemplar el campo, tarea siempre infinita y que siempre parece nueva.

    La población consta hoy de 4.897 habitantes repartidos en las 847 casas de la villa; en una cortijada de 24 edificios, llamada Las Barreras, distante cosa de un kilometro; en el caserío de Los Carrascos, á tres kilómetros y medio, compuesto de 16 viviendas, y en varios cortijos menores.- Todo esto.... según el Nomenclátor de la Dirección General de Estadística. Por lo que á nosotros toca, diré que visitamos la célebre Torre inmortalizada hace trescientos años por Gaspar de Sarabia, quien demostró en ella ser todo un hombre, tan previsor como denodado y tan ingenioso como previsor....

    La cosa fué (según nos refirieron sobre el terreno los orgivenses, y confirman los historiadores) que, no bien cundió la noticia de los primeros horrores cometidos por los Moriscos contra las Autoridades, los Sacerdotes y los demás cristianos viejos de otros pueblos de la Alpujarra, Sarabia, Alcaide de Órgiva, hizo recogerse á esta villa (Lugar entonces) todos los fieles del Distrito de su mando. -Reuniéronse, pues, allí unos ciento sesenta hombres, mujeres y niños, agrupados en torno de doce Curas, Beneficiados y sacristanes, condenados todos, desde el primero hasta el último, á sufrir los más crueles suplicios y al fin la muerte, tan luego como llegase á aquella tierra el huracán revolucionario que la rodeaba por todas partes....

    Pero Sarabia no los había llamado para que muriesen tan aina, ni él estaba dispuesto á dejarse matar impunemente; sino que ya tenía formado su plan de defensa, que consistió en apresar á cuantas moriscas notables y moriscos pequeñuelos halló á mano, mezclar esta gente con las familias cristianas, y encerrarse en la mencionada Torre con todo aquel complicado personal, á esperar socorro del Capitán General de Granada ó de la Divina Providencia, no sin enviar antes á los padres y maridos de aquellos preciosos rehenes un mensaje por este orden: «Yo no pienso hacer daño alguno á las débiles criaturas que os he arrebatado, y que os devolveré si salgo de aquí; pero tampoco pienso entregar la Torre sino al Marqués de Mondéjar, que me confió su custodia: por consiguiente, si los Monfíes le ponen fuego á la Torre, arderán á la vez las mujeres y los niños de ambas castas, y si nos faltan víveres, todos moriremos juntos de sed ó de hambre».

    Resultado de tan atrevida determinación fué que, cuando los rebeldes, capitaneados por Farag-Aben-Farag, entraron en Órgiva, y bloquearon la Torre (bloqueo que duró diez y siete días mortales), los moriscos de la población tuvieron buen cuidado de proporcionar sigilosamente á los Cristianos todo linaje de municiones de boca y guerra, por cuyo medio pudieron resistir un día y otro, aunque sin dormir ni dejar de pelear un momento, los furiosos ataques de millares de Monfíes. ¡Hasta máquinas de las empleadas en la antigüedad construyeron éstos, unas para acercarse á minar y volar la Torre, y otras para asaltarla; pero piedras enormes, aceite hirviendo, aguarrás inflamado, alquitrán, demonios vivos, reemplazaban entonces al arcabuz y la flecha, y destruían todas las trazas de los sitiadores!. El valor y los recursos de Sarabia no tenían término.- El valor se lo suministraba su corazón animoso: los recursos.... los parientes de las moriscas.

    Llegó al cabo con muchas tropas el Marqués de Mondéjar (a quien nosotros dejamos en el Puente de Tablate, como recordará el lector), y libertó en seguida á aquellos héroes y mártires, -quienes no se descuidaron tampoco en devolver á sus respectivos dueños, sanas y salvas (y ¡quién sabe si á disgusto ya de algunas de ellas!) las secuestradas moriscas, ni en entregar á sus respectivos padres aquellos aprendicillos de infieles que tales méritos tenían ya que alegar ante Mahoma.

    Por lo demás, la Torre que nosotros estábamos mirando no era precisamente la misma que creíamos mirar; quiero decir, no era la que veíamos con los ojos de la imaginación, sino otra (que forma parte del palacio de Conde de Sástago) edificada sobre los cimientos de la defendida por el buen Sarabia.... -Lo de que era otra, ya nos lo advirtieron desde luego los orgivenses, y harto lo acusaban además la materia y la forma de la construcción.... -Y lo de que ocupa el propio solar de la primitiva, no admite tampoco la menor duda, puesto que en el Libro de Apeo de Órgiva, hecho en 1572 (cuatro años después del secuestro de las moras), se ve, dicen, un croquis de la villa ó lugar de entonces, en que la famosa torre árabe aparece escueta, justamente donde mismo se levanta la actual; esto es, al lado de la iglesia, y separada de ésta por un huertecillo....

    Pero para nosotros todo era igual. De un modo ó de otro, la Torre legendaria hubiera acabado por hundirse y volver á la Madre Tierra, como Sarabia se hundió en el sepulcro cuando le llegó su hora. -El hecho histórico, que era lo importante, subsistía, y subsistirá siempre, en la memoria de los hombres, para eterno loor y fama de aquel héroe y satisfacción de los orgiveños.


    Hágoos gracia de los demás recuerdos históricos relativos á Órgiva.- Enumerarlos solamente, fuera cuento de nunca acabar.- Figuraos, por ejemplo, las veces que sería tomada y perdida aquella villa, los innumerables combates que se reñirían en sus inmediaciones, y los famosos caudillos moros y cristianos que entrarían alternativamente en ella, hallándose, como se halla, situada á la puerta del laberinto alpujarreño y en la confluencia de dos grandes ríos.... -Remítoos, pues, á Mármol, que es el historiador más minucioso de aquella guerra, y vengo á los tiempos presentes.

    La actual villa de Órgiva, conserva todo su prístino carácter arábigo, así en la red de sus estrechas, tortuosas y pendientes calles, como en la disposición de sus casas, como en su fisonomía general, -que ofrece una pintoresca amalgama de jardines, terrados, azoteas, bajas tapias, erguidas torres, verdes huertos, viejos muros y simétricas fachadas á la moderna, -todo esto cuajado de macetas, cajones, toneles y cacharros de varias formas, llenos de diferentes plantas, que esperaban á la sazón una sola caricia del Sol en Aries para cubrirse de gayas flores....

    A propósito: recuerdo [... ¡Y vaya si es delicado lo que voy á decir! -Pero el Arte no reconoce ciertas leyes: el Arte era liberal antes de que hubiese liberales en el mundo. Recuerdo, digo,Texto recogido solo en la 1ª edición] que cuando nos dirigíamos al campo por el extremo X de la calle X, vimos un cuadro primaveral que nos dejó parados por un momento á los diez viajeros de Poniente y de Levante, -sin distinción de estado, edad, ni circunstancias.

    Tal fué la tapia de un huerto, recamada de lujosa hiedra y de otras plantas trepadoras, sobre la cual se alzaba luego, al modo de dosel, una extensa y añosa parra.- Asomadas á aquella especie de palco mitológico; departiendo amigablemente; morena la una y rubia la otra; las dos vestidas de luto, y ambas hermosas como una doble bendición de Dios, había.... (C)

    Creo que no debo decir lo que allí había.... Tanto más, cuanto que se quitaron en seguida que nos vieron.- ¡No; no es lícito ir por el mundo, con una máquina fotográfica debajo del brazo, retratando á las gentes contra su voluntad!


Yo, con erudición, ¡cuánto sabría!
(ESPRONCEDA.)

    Una vez fuera de la villa, la conversación giró algunos minutos alrededor de un problema histórico, cuyos términos eran éstos:

    DADO el hecho (patente en todas las historias) de que los escritores árabes y españoles del siglo XVI, tan pronto nos hablan de Órgiva, como de Albacete de Órgiva, y así hacen mención de Ugíjar como de Ugíjar de Albacete; -y CONOCIDO, es decir, NO CONOCIDO en toda la Alpujarra, pueblo, ruina, tradición ni paraje alguno que lleve el nombre de Albacete, -AVERIGUAR qué Albacetes eran aquéllos.

    Maldito el resultado que dieron nuestros generosos esfuerzos de aquella tarde por aclarar semejante enigma, y maldito también lo que este resultado negativo tenía de particular, por lo que á mí toca, atendida mi criminal ignorancia en todas las materias que de obligación debía tener al dedillo el autor de una obra titulada LA ALPUJARRA.... Pero lo que sí me pareció raro fué que ni el Libro de Apeo ni los demás documentos antiguos del Archivo Municipal de la villa (que los orgivenses nos dijeron haber registrado ya con el mismo objeto) diesen luz alguna sobre el particular.

    Propúseme, pues, firmemente desde entonces no dejar ni á sol ni á sombra, en cuanto regresase á Madrid, á todos los eruditos que tengo el honor de tratar, hasta lograr salir de dudas ó perder la esperanza de ponerlas en claro; y habiendo al fin obtenido de su bondad y de su celo la que ellos han juzgado resolución del problema, voy á participársela aquí á mis estimados amigos de Órgiva, como una especie de cariñosa continuación de nuestro coloquio del año pasado.

    Dedúcese de los informes que he recibido hasta el día: -1.º Que antes de existir el pueblo de Órgiva, existía el Castillo de Órgiva (Hisn-Órgiva).- Hisn, en árabe, equivale á Castillo. -2.º Segundo: Que al pie de este castillo había un pequeño llano (gran rareza en la montuosa Alpujarra), conocido con el nombre de Al-basath de Órgiva.- Al-basath, en no sé qué dialecto árabe, significa La llanura. -3.º Tercero: Que cerca de esa llanura, (la Vega actual) fundaron luego los moros el lugar que hoy es villa, el cual tomó el nombre del propio sitio que ocupaba, apellidándose, por lo tanto, Al-basath de Órgiva (La llanura de Órgiva). -4.º Que el uso de los mismos moros Andaluces convirtió después á «Al-basath» en «Al-bacete» (denominación que ya dieron á toda llanura), acabando de formarse por tal medio la equívoca y endiablada frase de Albacete de Órgiva 9

    Como se ve, esta lógica explicación le cuadra también perfectamente á Ugíjar, asentada en el único llano del confín oriental de la Alpujarra granadina, y le viene asimismo como de molde al gran Albacete de los desiertos de la Mancha, sito en una planicie inmensa. -Ugíjar de Albacete querría, pues, decir: Ugíjar de la llanura, -y el Albacete manchego sería para los morosLa llanura á secas; esto es, La llanura por antonomasia.- Permítome, en consecuencia, considerar indudable la versión de mis muy amados eruditos, y les doy las gracias por la señalada merced que me han hecho. (D)

    Conque demos punto á la sección de antigüedades, y volvamos á las afueras de Órgiva.
[y volvamos en busca de nuestros lectores; pues no está bien, me parece, dejarlos así plantados y solos, en las afueras de un pueblo que les es totalmente desconocido. Texto aparecido en la 1ª edición]

    Ya engolfados en el campo, nuestras observaciones y pláticas contrajéronse al estudio ó á la enumeración de las bellezas silvestres en que también abunda aquel privilegiado suelo. Su flora, su fauna, sus montes, sus ríos, sus más célebres paisajes, todo lo trajimos á colación durante un largo, deleitoso, inolvidable paseo por huertas, campiñas, naranjales y numerosísimos ejércitos de alineados olivos.... Y de lo que allí observamos y platicamos resultan, entre otras cosas, las particularidades siguientes:

    Muchos pueblos de los que componían la antigua Taha de Órgiva, hállanse enclavados en una gigantesca loma que se desprende del Veleta, haciendo pendant con la de Lanjarón. Al Este de la villa hay una descomunal ladera muy pendiente, pero toda ella cultivada, -donde, por más señas, verdeaban aquella tarde [á la sazón] las esperanzas de una gran cosecha de trigo, cebada y centeno. Y, por todos lados, en la Sierra como en el río, en lo llano como en lo escabroso, corresponde al favor de los elementos, amigablemente concertados en obsequio de aquel país, una exposición universal de vegetales, desde el árbol más corpulento á la hierba más humilde, desde los que sudan goma en el Ecuador hasta los que crujen de frío más allá de los Círculos Polares. -¡Sólo Sierra-Nevada y el sol de Berbería, puestos de acuerdo, producirían tales milagros!

ITEM.- Como ya indiqué antes, Órgiva, se alza en la confluencia de dos ríos. Estos son: el legítimo de su nombre (que nace encima de ella, muy arriba, en las nieves del Picacho, y baja á buscarla casi de cabeza, como un hijo cariñoso), y el mucho más importante río de Cádiar, que viene de muy lejos (después de haber serpenteado al través de gran parte de laAlpujarra y de haber sido rey de un largo valle), y pasa orgullosamente por delante de Órgiva, apoderándose de su verdadero río, como de todas las demás corrientes indígenas que le salen al encuentro.... -Pues bien: el Río de Cádiar, al llegar allí, pierde para el vulgo, y para algunos geógrafos, su primitivo apellido, y se llama Río Grande de Órgiva; ¡mientras que al otro infeliz lo dejan reducido á llamarse, por contraposición, el Río Chico!.... [Esto clama á los cielos, ¿no es verdad?] ¿No es verdad que, áun tratándose de ríos, estas injusticias claman á los cielos?

ITEM.- Otras dos ó tres corrientes de menor cuantía afluyen á el Cádiar; pero más acreedor que todas ellas á que se le mencione en primer término es el Barranco de Poqueira, especie de sima puesta de pie, que parte de arriba á abajo la Taha de Órgiva.- El mejor punto de vista para contemplar aquella feracísima hendidura, por cuyo negro fondo se despeña espumando un desenfrenado torrente, es, según nos dijeron, el Molino de la Cascada de Pampaneira, situado al promedio de la tajada loma.... Pero ¡ay! á nosotros nos había sido imposible incluir este molino y toda aquella admirable ladera en la enmarañada red del plan de nuestra expedición....
[-red tan enmarañada, que, á fuerza de idas y venidas, vueltas y revueltas, multiplicó por el número seis la máxima longitud de la Alpujarra.Texto recogido solo en la 1ª edición] -En cambio (el que no se consuela es porque no quiere), tuvimos el gusto, al siguiente día y en otras ocasiones, [durante la prosecución de nuestro viaje habíamos], de considerar varias veces, a distancia y en conjunto, el mismo, mismísimo espectáculo que se disfrutará por partes y detalladamente desde Pampaneira.

    Dejando, pues, para mejor ocasión el dar idea de aquel célebre barranco, diré ahora al lector (¡mucho ojo!) que....

    Pero este asunto merece párrafo aparte.


    Uno de los pueblos del Partido judicial de Órgiva es el nunca bien ponderado Trevélez, -la tierra clásica de los más típicos y famosos jamones alpujarreños.

    Tan especiales son los de Trevélez, que, como recordarán los que hayan leído cierto librejo titulado «DE MADRID Á NÁPOLES», Rossini, el inmortal Rossini, el primer glotón de la glotona Italia, hablaba de ellos con frenético entusiasmo.- ¡Creo que es un dato digno de tenerse en cuenta!

    Por lo demás, la excelencia de estos perniles proviene de que se curan á la ventilación de la nieve; de que los difuntos (me repugna decir los cerdos) se crían en los riscos de la Sierra (lo cual hace que su carne esté muy trabajada y enjuta), y de que los asesinatos, ó matanzas, se perpetran siempre en jóvenes de corta edad. -Por eso sus jamones resultan tan dulces, tan magros y tan chicos.

    Añádase que Trevélez es el pueblo más alto de la ya muy alta Taha de Pitres. De él á la cumbre excelsa del Mulhacén sólo hay media legua, en línea oblicua. Reina, pues, allí casi un perpetuo invierno, y los frutos y cosechas maduran mes y medio ó dos meses después que en otros lugares de la misma Sierra. En fin, para que se vea si estará elevado sobre nuestro bajo mundo aquel agreste émulo de York y de Westphalia, baste saber que la musa popular orgivense dice con tosco y expresivo lenguaje:

    ¡Trevélez.... donde se oye
los querubines cantar!

    No creo yo, sin embargo, que fuera por esto por lo que el egregio autor de El Barbero de Sevilla, Otelo y Semíramis preferiría las magras alpujarreñas á las inglesas y á las prusianas, sino porque su paladar epicúreo habría llegado á advertir lo bien que cae el agrillo del tomate á las ancas del paquidermo de Trevélez, -no curadas á fuerza de sal, y, por consiguiente, irreemplazables para fritas de aquel modo.

    ( ¡Es como se gastan y deben gastarse! -¡Para crudos ó cocidos, encontraréis jamones más á propósito en otros muchos puntos de Europa, y también en la mismaAlpujarra! - Pero no estarán curados á la ventilación de la nieve.- ¡Nieve y el tomate!.... Este es el quid: este es Trevélez: así se escribió el Guillermo Tell.)


    Finalmente: hablaré algo de la Taha de Pitres con referencia á las noticias que me comunicaron los orgivenses y al tenor de lo que yo veía ó había de ver a lo lejos....

    Taha de Pitres se llamaba antaño un apiñado grupo de pueblecillos (enclavados [que comprenderán] en cosa de una legua de terreno) situados á una inmensa altura, en los pendientísimos declives del Mulhacén, y pertenecientes hoy al Partido de Órgiva. Casi todos ellos están defendidos de la fría vecindad de los ventisqueros por una especie de cortina de terreras coronadas de robles, carrascas y castaños, lo cual hace que sean muy ricos en trigo, maíz, centeno, habichuelas y toda clase de frutos y legumbres.

    A principios de este siglo producían también muchísima seda, lo mismo que el resto de la Alpujarra; pero esta industria, que les legaron los moros y los judíos, ha venido tan á menos en todo aquel país, que hoy la mayor parte de los opulentos morales que allí quedan, más parecen destinados por Dios á dar dulces moras al hombre que útiles hojas á la primorosa oruga. -¡Ah! ¡Volviera á ser Granada, «la Damasco de Occidente», y la Alpujarra, seguiría llamándose la «Tierra del Sirgo»! -Si ya no merece este nombre, la culpa no es de los alpujarreños, de las moreras ni de los gusanos 10.

    Pitres (Petras en latín); la antigua capital de aquella diminuta comarca, duerme el sueño de la Historia entre dos ríos paralelos, el Bermejo y el Sangre (que, como se ve, llevan dos señores nombres de ríos).- Á mayor abundamiento, al pie de la Taha eleva sus moles de pizarra el Cerro de la Corana, puesto allí indudablemente para impedir que ruede ladera abajo aquel delicioso nido de pueblos.- Y, por último, sírvele de foso á esta muralla y de nueva defensa á la patria de cierto antiguo amigo mío, ex-Diputado á Cortes por mas señas, el pujante Río de Trevélez.... (de Trevélez, ¿entendéis bien?), que baja.... de donde se oye cantar á los querubines, cargado de exquisitísimas truchas....- Hay pueblos que tienen estrella en todo: ¡hasta en el río!

    Innumerables cosas más hubiéramos visto y oído en nuestro paseo por los alrededores de Órgiva; pero, [con éstas y las otras] con tanto hablar, se había puesto el sol (este final es Garcilaso puro).... y [ya hacía rato que caminábamos] tuvimos que dar la vuelta hacia la moruna villa, -en donde entramos cuando empezaba á cerrar la noche.



- V -

En Órgiva (por la noche).- Más de un candil en viga.- El Rosario.- La taza de Teresa.- Entre el día y la noche no hay pared

    Mis recuerdos de aquella noche no se parecen en nada á los del día.

    Es el primero, en el orden cronológico [nada más], nuestra comida en la Posada, -reunidos los diez viajeros en un grupo digno de Velázquez, ó de David Teniers, -a la pretendida luz de dos candiles (¡y eso que eran dos!), -y celebrando y sellando recientes amistades con el placer de yantar allí juntos.... no así como quiera en mesa redonda, sino en sartén redonda, todos á una, con militar franqueza, á fin de que la paella de rigor no perdiese su virginal perfume al pasar por el trámite de la vajilla....- ¡Cuántos banquetes, precedidos de programa de divertirse mucho en ellos, y muy preparados, muy costosos y muy opíparos, no han resultado tan alegres, tan cordiales, tan apetitosos, tan gratos al alma y al cuerpo, como aquel improviso y humilde festín, sazonado de hambre, de novedad, de indulgencia, de cariño, de confianza, de pimientos picantes, y de aquella cortesía del corazón que vale más que todos los primores del ingenio!- Sin embargo, confieso que no nos hubieran venido mal otro par de candiles.

    Mi segundo recuerdo se refiere á unas religiosas campanillas, á unas grandes farolas, á unos santos estandartes, á muchas ramas de tejo, y á más de cien indescriptibles caras de chiquillos, cuyas alzadas bocas cantaban en coro y á voz en cuello: «¡Dios te salve, Reina y Madre!»....

    Porque habéis de saber que todo esto, y algo más, penetró de golpe en la Posada, cuando estábamos en lo más profundo del arroz, dejándonos suspensos, atónitos, embelesados... (E)

    ¡Ah! La voz de los niños tiene algo del cielo; y cuando esta voz canta y reza á un tiempo mismo, cuando, en medio de las borrascas de la vida, óyense sus puros acentos en son de mística plegaria, más que los hijos de los hombres empezando á gemir y llorar en este valle de lágrimas, parecen ángeles que desde la Gloria intervienen por nosotros, repitiendo como suyas nuestras preces.- Si conservéis la buena costumbre de ir á la iglesia, habréis sentido esto mismo oyendo á los seis niños de coro de nuestras catedrales alzar sus francas y agudas voces sobre el concertado estruendo del órgano, de los sochantres y de todos los instrumentos y cantores de la Capilla, como se perciben claros trinos de atribuladas aves sobre el ronco estrépito de majestuosa tempestad.- Y los que sólo vayáis al teatro, habréis experimentado también algo parecido (ya que de manera alguna lo propio), durante el cuarto acto de El Profeta, cuando aquellos otros seises (que por lo regular son los mismos) cantan el grandioso villancico:

Le voilà le roi Prophète!
Le voilà l'elu de Dieu!

    ¡Oh! ¡Los niños!.... ¡Los niños!....- «¡Lástima que se conviertan en hombres!....» exclamaba Lord Byron.- «¡No tenemos padre!» gritan ellos en el místico poema de Jean Paul.- «¡No escandalicéis á estos pequeñuelos», dice la Palabra divina.

    Por todas estas razones, y porque sí (que es la gran razón de tejas abajo), nos quedamos embebecidos oyendo la fervorosa Salve que cantaban los muchachos de Órgiva.En cuanto a lo demás, pronto [supimos que en aquella sublime escena] conocimos que allí no había nada de [insólito] nuevo ni de peregrino, sino que era el Rosario....; el cual, en la sana y bendita Alpujarra sigue visitando todas las noches, en tiempo de Cuaresma, [ciertas y ciertas casas de la villa] las principales casa de cada pueblo, cuidando de no olvidar las posadas, donde siempre hay fieles transeúntes, más necesitados que nadie de los consuelos de la Religión.... (F)

    ¡El Rosario!.... Veinte años hacía ya por lo menos que no lo veíamos recorrer á aquella hora y de aquel modo (según la inmemorial costumbre) otras ciudades, villas y aldeas de la proverbial Tierra de María Santísima.... -¡Y qué veinte años! Durante ellos, los mismos que solíamos felicitarnos de la desaparición del antiguo orden social y político de España, si bien no hayamos llegado, ni creamos posible llegar jamás, á poner en duda la bondad abstracta de las nobles, justas y sinceras ideas de nuestro siglo, hemos venido á reconocer, en cambio, á fuerza de crueles lecciones (¡oh desengaño! ¡oh conflicto! ¡oh problema para el porvenir!), que esa libertad y esas ideas, lejos de domesticar, de civilizar, de dignificar más y más cada día á las clases bajas (como nos dignificaron á nosotros), las han hecho retroceder á la primitiva barbarie.

    Inútil, ocioso, necio, y sobre todo peligrosísimo (señores del Centro de todas las Cámaras del mundo), fuera cerrar los ojos á esta verdad que palpita en el fondo de la conciencia de cuantos hemos dirigido la voz al pueblo (creyéndonos sus redentores) desde el periódico ó desde la tribuna, desde el libro ó desde la cátedra....- ¡Imposible escapar á nuestros remordimientos! Los espantosos resultados de nuestras bien intencionadas pero imprudentes predicaciones están harto á la vista en todas partes....- Mirad: los ignorantes de ayer se han trocado en los insensatos de hoy. La antorcha de la filosofía moderna, en lugar de iluminar la mente de los desheredados por la fortuna, la ha incendiado, dejándola llena de humo y de cenizas. Quisimos enseñarles mucho, y les hemos hecho olvidar lo poco que sabían. Creían algo, amaban algo, respetaban algo, adoraban algún ideal, y hoy no creen, aman, respetan ni adoran sino lo concerniente á sus sentidos corporales. Tenían fe, paciencia, esperanza, y los hemos exasperado y desesperado. Eran cuando menos seres sociales, y los hemos convertido en enemigos de la sociedad. Eran ya hombres, y los hemos vuelto á hacer fieras .... .... .... .... .... .... .... ....
.... .... .... .... .... ....

    Así pudiera continuar mucho tiempo, á riesgo de que se me considerase neocatólico, ultramontano, retrógrado, oscurantista, persa, carlino y partidario del Tribunal de la Inquisición.... -Mas creo haber dicho ya lo bastante para explicar la profunda complacencia que nos causó aquella noche ver al pueblo orgivense, representado por sus hijos, hacer pública profesión de su fe cristiana, [Pero aquí se me ocurre otro orden de lamentaciones] - y paso á otro orden de lamentaciones.

    ¡Pobres Alpujarreños! Eran Cristianos cuando vinieron los moros, y éstos no los dejaron en paz hasta que los hicieron Islamitas. Eran ya Islamitas en el siglo XVI, y FELIPE II los exterminó porque no quisieron hacerse cristianos. Hoy son cristianos otra vez, y ¡Dios sabe las amarguras que les estarán haciendo pasar los que han convertido la Revolución de 1868 en una conspiración contra la Religión católica!

    -Pues usted ¡bien votó la libertad religiosa en las Cortes Constituyentes de 1869....! -me argüirá en este punto alguno de esos conspiradores.

    -¡Hombre.... déjeme usted en paz! ¿Qué culpa tengo yo de que usted sea un majadero? -Yo no le mandé á nadie con mi voto que dejara de ser católico, apostólico, romano, ó lo que quiera que fuese, para convertirse en ateo, materialista y bestia, como va siendo la plebe urbana de toda Europa!. -Lo que yo hice con mi voto fué rendir culto á otra libertad mucho más antigua y sacrosanta que la política; esto es, al libre albedrío ó libertad de pecar en que Dios dejó al hombre y en que los hombres debemos dejar asimismo á nuestros semejantes para todo aquello que no [salga de] traspase la órbita de su conciencia [individual], ni se traduzca en actos que vulneren el derecho y la libertad de otro. (G). Es decir: yo voté en contra de toda persecución, de toda crueldad, de toda inhumanidad fundada en la intolerancia religiosa.... nuestra o ajena; pero no en contra de que el Estado procurase catequizar y convertir mansamente á todos los infieles del mundo, comenzando, para ello, por pagar, y defender y difundir el culto y el clero católico, á cuya religión pertenece la casi totalidad de los españoles.... -Y en fin, señor mío, si erré también en aquel instante, y llego á conocerlo algún día, lo confesaré públicamente, con propósito firme de la enmienda, tal y como me declaro y confieso hoy culpable y arrepentido de haberme propasado á dar lecciones á los que.... sabían más que yo, ó sea á los pobres de espíritu, que dice el Evangelio.... .... .... .... .... .... .... ....
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    Mi tercer recuerdo de aquella noche revolotea dulcemente, con las flojas alas del cansancio, del sueño y de la pereza, por la sosegada atmósfera del gabinete de estudio de un poeta-soldado, ora posándose en raras y preciosas armas, cristianas y moras, antiguas y modernas; ora acariciando de pasada una variada multitud de interesantes libros; ora viendo elocuentísimas muestras de un religioso, inteligente y entusiasta culto á las flores.... -Y flota luego mi memoria, sin salir de aquella [deliciosa] noble morada, en el luminoso ambiente de un salón [presidido por una] cuyos honores hacía cierta dama tan amable como ingeniosa; y allí recuerdo una agradabilísima tertulia; -un José, que era el amo de la casa, al cual todos le daban los días; -retazos de conversaciones electorales (era tiempo de elecciones á Cortes) (H); -infinidad de nuevas conjeturas sobre [cuál sería] la significación del nombre de Albacete de Órgiva; -muchos obsequios y atenciones con que se nos agasajaba á los tertulios; -brindis, anécdotas, paradojas; -unas tazas chicas en que había depositado sus insomnios el haba prodigiosa de la Arabia feliz; -otras tazas más grandes en que brindaba devaneos á la imaginación la hierba aromática de la China, -y un tazón monumental, en fin (la Taza de Teresa), en que otra hierba no menos preciosa, la incomparable y especialísima manzanilla de la Sierra, regaló al más humilde de los allí presentes su rica fragancia, su tónica virtud y su savia vivificadora.

    En fin: mi último recuerdo de aquella noche...

    Pero esto merece también capítulo aparte.


Cada uno tiene su modo de matar pulgas.
(Frase vulgar.)    

    Mi último recuerdo de aquella noche es inenarrable, por lo fantástico y sobrenatural. ¡Solamente Hoffmann ó Edgard Poe, Flaxman ó Gustavo Doré, echando mano de toda su facundia figurativa, acertarían tal vez á darle forma, color, cuerpo, naturaleza artística ó literaria! -Mi tosca pluma tiene que limitarse, por consiguiente, á invocar el auxilio de la intuición de los lectores.

    Figuraos, pues, como podáis -¡oh vosotros, que me habéis seguido desde Granada hasta aquí, durante esa infinidad de días de San José que hemos pasado en el camino! -lo que sería ver transcurrir toda aquella única noche correspondiente á tantos y tan solemnes días compendiados en uno solo, del modo y manera que la vi transcurrir yo; esto es, en una perdurable vigilia, sin lograr pegar los ojos ni tener adonde volverlos, y reconociendo que efectivamente, como dice el refrán, entre el día y la noche no hay pared.

    Figuraos la silla por lecho, la mesa por almohada, el insomnio por pesadilla, el velón, ya extinguido, por compañero, y, por todo recurso y vecindad, el Infierno del Dante, ó sea la cama redonda en que mis pobres amigos gritan de vez en cuando: «¡No hay esperanza!» con la angustiada voz de un horroroso duerme-vela....

    Y cuando vayáis por aquí en vuestras figuraciones, paraos un rato á considerar el diabólico baile de trajes que armarían dentro de mi cerebro, iluminado a giorno por la fiebre, todos mis recuerdos y emociones de aquel día, todos los personajes históricos con que habla andado á vueltas, todas las quimeras forjadas por mi atrabilis, todos los seres ideales de que había poblado arbitrariamente los más solitarios sitios, y todas las gentes que había matado, resucitado ó hecho nacer á mi paso por los pueblos....

    Baile de trajes.... ¡Sí!.... Esta pudiera ser la fórmula sensible más aproximada á lo que vi rodar por mi imaginación durante aquellas horas.... ¿qué digo? ¡durante aquellas eternidades que permanecí en vela y á oscuras en la sala principal de la Posada del Francés!.... -Pero, así y todo, ¿cómo daros, idea de aquella galop infernal (divertidísima hasta cierto punto), en que danzaban á un mismo tiempo, ó paseaban su gravedad en el centro del vórtice inconmensurable, mujeres y hombres, montañas y ríos, bestias y pájaros, flores ó insectos, con la humorística singularidad de haberse usurpado recíprocamente sus vestiduras los Tres Reinos de la Naturaleza? ¿Cómo describiros todas aquellas nuevas fábulas de Esopo, todas aquellas nuevas metamorfosis mitológicas, todas aquellas nuevas alegorías apocalípticas, todas aquellas metempsícosis fehacientes, en que los montes y los edificios tomaban, por ejemplo, el aspecto humano, y los hombres se convertían en árboles ó arroyos, y las flores y las frutas en mujeres, y las mujeres en caprichosas nubes, y los irracionales en lo que mejor les parecía (del propio modo que en el presente libro), trocándose por lo general lo inmueble en semoviente y viceversa, y ofreciendo todos estos disfraces, en su misma excentricidad, algún sentido filosófico, alguna paridad remota, alguna lógica íntima, alguna verosimilitud y congruencia, dentro de la ilimitada libertad de la metáfora?

    ¡Imposible! ¡Imposible!

    Básteos, pues, saber (y supla esta árida enumeración por el trasunto pictórico que no me atrevo ni á ensayar) que, entre las cosas creadas que se habían dado cita en mi cabeza para pasar aquella noche de jolgorio, estaban los Pepes y las Pepas del Padul, -los Josés y las Josefas de Dúrcal, -los Don Josés y Doñas Josefas de Órgiva, -Aben-Humeya, -Lord Byron, -Felipe II, -los Inquisidores, -napoleón, -el Marqués de Mondéjar, -Meyerbeer, -el Alcalde de Otívar, -los canarios que gorjeaban en Béznar, -los chicos que aquella noche habían cantado la Salve, -las voluptuosas laderas de Sierra Nevada, -las coquetas olas de la mar, -los arroyuelos que hacían de las suyas en las cañadas anónimas, -las flores que se adherían al pronunciamiento de marzo, -los cristianos que quemaron una mezquita llena de moriscos, -los moriscos que quemaron una iglesia llena de cristianos, -los puercos de Trevélez á quienes acababa de tocar la quinta, -los historiadores árabes que más habían escrito contra el jamón y sobre la Alpujarra, -las naranjas, cautivas, haciéndose las suecas, y requebradas por dinamarqueses y rusos, -los Reyes Católicos penetrando por primera vez en la Alhambra, -el Picacho de Veleta deseando la muerte del Mulhacén, -Boabdil rebelado contra su padre, -el mayoral conducido en triunfo por el Postillón y las mulas, -el río Grande destronando al río Chico, -Rossini componiendo la sinfonía de El Valle de Lecrin, -Mármol, Hurtado de Mendoza y Pérez de Hita tirándose sus historias á la cabeza, -el caballo que se creía el verdadero novio de la novia del jinete, -los elementos y las estaciones subordinados á Lanjarón, -Chite imponiéndole silencio á Talará, -la soledad haciéndole hablar al silencio, -Aixa perdiéndose en el desierto, -Zoraya convertida en Doña Isabel de Solís, -Granada, enflaqueciendo debajo de su blanco alquicel, -Sierra Nevada, armada siempre de punta en blanco, -Moraima amortajada por Boabdil, -el cadáver de Boabdil arrebatado por las ondas, -Muley Hacem enterrado en la nieve, -Aben-Aboo colgado cabeza abajo, -el enfermo de la litera, -Carlos V, -el sol de Aries, -la venta, -D. Quijote, -Albacete, -los silfos,-las pulgas, -los seises, -la taza de Teresa, -y otra infinidad innumerable de figuras, de entidades, de conceptos, de abstracciones, de fantasmas y de locuras.!

    Todo esto se hallaba allí conmigo, dentro de mí, alojado en mi ser, bajo formas indeterminables, en imágenes intraducibles y con vestimentas estrafalarias, acosándome sin misericordia en las tinieblas producidas por la extinción de una gota de aceite, en el insomnio causado por el mismo exceso de mis fatigas, y en la soledad resultante del conato de sueño de los demás.!

    ¡Y la aurora no venía! ¡El tiempo no pasaba! ¡Los cristales del balcón seguían siempre negros!!

    Dijérase que se había parado el reloj de la eternidad, y que mi pobre pensamiento, única rueda que había quedado moviéndose en el roto mecanismo de los mundos, estaba encargado de contar por millonésimas los instantes de aquellas inacabables horas.

Barranco de Poqueira
Lámina VI
Trepaban por lo alto de una vastísima ladera.... á orillas del consabido Barranco del Poqueira.... tres ó cuatro lugarcillos, con sus campanarios...., todos en dirección al mismísimo Picacho (....) aquellos pueblos debían ser Pampaneira, Bubion, Poqueira....





FIN DE LA SEGUNDA PARTE


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