Escritos y publicaciones

 

Cástaras en los libros

 

Historia del rebelion y castigo de los moriscos del Reino de Granada

 

 

Luis del Mármol Carvajal escribió esta obra a finales del siglo XVI y fue publicada en Málaga en 1600 (puede consultarse una copia digitalizada de la primera edición en la Biblioteca virtual de Andalucía y una versión digital de la edición de 1852 en la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes).

Portada de Historia del rebelión y castigo de los moriscos del reyno de Granada, 1ª edición, Málaga, 1600.

Al contrario de lo que ocurre con las otras dos obras de referencia para el estudio del levantamiento morisco, las de Diego Hurtado de Mendoza y Ginés Pérez de Hita, en las que no he encontrado ninguna noticia sobre Cástaras, el libro de Luis del Mármol contiene varios e interesantes pasajes que refieren, si bien sucintamente, sucesos acaecidos allí durante aquel turbulento periodo de nuestra historia. No contiene nada, sin embargo, sobre hechos y efectos del levantamiento en Cástaras, a pesar de relatar en el capítulo XI del libro cuarto «como se alzaron los lugares de la taa de Jubiles», a la que pertenecía la aldea. En esa parte se narran, con asombroso detalle, los destrozos consumados por los revolucionarios en las iglesias y otros bienes de sus antes vecinos y luego enemigos, y los castigos infligidos a cristianos viejos de los lugares de Juviles, Alcútar, Narila, Cuxurio de Bérchul, Mecina Bombarón, Válor, Yégen y Yátor, los días 24 de diciembre y siguientes de 1568. No dice Mármol que la iglesia de Cástaras —la que hubo en el Barrimedio— fue quemada en aquellas fechas, según consta en el folio 54 vuelto del Libro de apeo y repartimiento de Cástaras y Nieles, y debemos suponer que este suceso formaría parte del conjunto de actos revolucionarios, entre los que no faltarían crueles torturas y asesinatos como en el resto de los pueblos de La Alpujarra.

Veamos los tres hechos, sucedidos en Cástaras, incluidos por Luis del Mármol en su «Historia del rebelión»:

  1. La acampada de las tropas de duque de Sesa en los Prados (Libro octavo, capítulo  XX),
  2. La muerte de 37 personas en la cueva de Castares (Libro décimo, capítulo V),
  3. El hallazgo de documentos en la misma cueva, entre los que detalla:

    • un jofor o pronóstico (Libro  tercero, capítulo III), y
    • «los papeles de Aben Aboo» (Libro  octavo, capítulo VIII).

     

Acampada en los Prados

Corría la primavera de 1570, segundo año de incursiones, celadas, escaramuzas, correrías, riñas, batallas y persecuciones originadas por la rebelión de los moriscos alpujarreños a finales de 1568 que, en conjunto, denominamos guerra de La Alpujarra, de los Moriscos o de Granada. Había partido el duque de Sesa el seis de abril bien de mañana desde Órgiva, con ocho mil infantes, muchos soldados de señores y particulares, quinientos cincuenta caballos, doce piezas de artillería de campaña y más de mil bestias cargadas con la propia impedimenta, al mando de Luis de Cardona, Martín de Padilla, Hernando Álvarez de Bohorques, Carlos de Samano, Ruy López de Ávalos, Íñigo de Arroyo, los condes de Orgaz y de Bailén y el marqués de la Favara entre otros muchos capitanes.

Aljibe de Campuzano en una fotografía reciente.

 (Cortesía de Jesús Rodríguez).

Lo esperaba Aben Aboo, atrincherado y fortificado por debajo de Capileira, con un contingente de más de doce mil hombres, reclutados por los pueblos de La Alpujarra y del Valle de Lecrín y mandados por los capitanes Hocey el Maalux, de Pitres, el Hox de los Guájares, Hamete el Bobaybar, de Busquístar, Ali el Camfor, de Atalbéitar, Hamete Sobeide, de Bubión, Hamete el Zambri, de Capileira de Poqueira, Ali Deudi, de Capileira de Ferreira, Hamete el Xahxah, de Ferreirola, Caçim el Bahbur, de Mecina, Farage el Jusmol, de Fondales, etcétera.

Pero el duque, en lugar de dirigirse hacia el barranco de Poqueira, dio un lento rodeo para alcanzar la loma de Campuzano en la que hoy llamamos sierra de Mecina. Percatado Aben Aboo de la maniobra, trasladó presto sus tropas hasta donde Sesa, acuciado por la caída de la tarde, había alojado su campamento, entre Pórtugos y el río de Trevélez. Los moriscos estuvieron hostigando hasta bien avanzada la noche y el porte de los soldados del duque careció en aquella ocasión de virtudes marciales. En su descargo diremos que eran días de neblinas viento y frío, que llevaban toda la jornada de marcha por terreno escabroso y empinado y que los moriscos estaban tan cerca que, atacando retaguardias, lograron hacerles daño causando algunos muertos y heridos.

Así continua Mármol en el siguiente capítulo:

 

CAPITULO XX.

Como pasó el duque de Sesa á Pórtugos, y envió á correr las sierras.

El duque de Sesa veló toda la noche, y la pasó con harto trabajo de su persona; y luego en siendo de dia claro, queriéndose apartar de aquellos lugares ásperos y fragosos, mandando que toda la gente se pusiese en orden para caminar, y teniendo aviso de dos cristianos que vinieron huyendo del campo de los moros aquella noche, como el enemigo iba la vuelta a Jubíles, y que tenia fortalecido el castillo, pensando defenderse en él, tomó por la loma de la sierra de Jubíles, y sin llegar á Pórtugos, caminó todo aquel dia hasta las tres de la tarde, que llegó al lugar de Cástares; y en un prado que está encima dél, donde habia agua, aunque poca, alojó el campo, y mandó estar toda la gente en arma, creyendo que los enemigos harian algun acometimiento porque estaba el alojamiento al pie de la sierra. Aquella mesma noche mandó á don Jorge Morejon que con sus caballos y los del conde de Tendilla, y cuatro compañías de infantería, cuyos capitanes eran don Hernando Alvarez de Bohorques, Juan Fernández de Luna, don Carlos de Samano y Iñigo de Arroyo Santistéban, fuese á reconocer Jubíles; el cual lo reconoció, y hallando que los moros lo habian dejado desamparado, y que no habia nadie en el castillo, dió luego vuelta al Duque. Otro dia siguiente partio el campo de Cástares, y fue a ponerse en Pórtugos [...]

Luis del MÁRMOL CARVAJAL: Historia del rebelión y castigo de los moriscos de Reyno de Granada. Libro octavo, capítulo XX.(Los resaltados son nuestros).

 

 

Vista parcial de los Prados, lugar de acampada del ejército del duque de Sesa el 7 y 8 de abril de 1570.
(Cortesía de Mª Pilar Mezcua)

 

Izquierda: Nacimiento de la fuente Solís, (cortesía de Ángel Bañuelos). Derecha: Soldado bebiendo, (detalle de la Galería de Batallas del Monasterio de El Escorial).

El agua prodigiosa de la fuente Solís saciaría la sed de hombres y de bestias, y aquellos prados de Cástaras, ahora cubiertos por verde tapiz que urden miles de freseras moteadas de rojo por sus frutos, acogieron en breve descanso a los soldados que al día siguiente, ocho de abril de 1570, marcharon hacia Pórtugos para continuar ejerciendo su áspero oficio por tierras de Granada.

La cueva de Castares

Antes de seguir conviene aclarar que tiene que ser la cueva Fresca, la que Luis del Mármol denomina cueva de Castares. ¿Cuál otra podría ser? La de la tía Aneta, también en la Fuente Baja, bajando justo antes del puente a la izquierda, cuya entrada han ido taponando la maleza y el terreno hasta hacerla desaparecer; la del Barribalto a la derecha del camino tras pasar el barranco de la Torna, habitada a mediados del siglo XX por aquella familia gitana compadres de mi madre; la de la piedra Jorá, ancha pero sin profundidad; las dos del cerro de Mansilla, por encima de la cuesta de los Corrales; la situada en los Cominarejos junto a la alberca de la Sendilla, capaz de albergar cinco o diez personas; la pequeña del Cornicabral, útil tan solo para guarecerse de la lluvia; y la del camino de Lo Hondo más allá del cementerio del Albercón, no tienen la ubicación, tamaño y profundidad necesarios para esconder tantos enseres y albergar a tantas personas como parece que se refugiaron huyendo de la persecución. Únicamente la del camino de la Moraleda, utilizada ocasionalmente por algunas familias como refugio en tiempos de guerra, podría equipararse a la cueva Fresca en la misión de escondite y defensa. La leyenda asegura que es la misma cueva Fresca, cuyas oquedades se prolongarían bajo el cerro de las Eras hasta asomar en el pecho de los Almeces por esta segunda embocadura, inmediata al camino que antaño conducía a Nieles y a la Rambla entonces llamada arroyo del Deyre. Es pues la cueva Fresca la única de Cástaras que reúne condiciones que los moriscos juzgarían adecuadas para mejor defenderse, ocultarse y esconder sus posesiones más preciadas.

 

Embocadura de la cueva Fresca de Cástaras.

Embocadura de la cueva Fresca de Cástaras.
 (Cortesía de Josetxo Curiel)
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No faltan leyendas sobre esta poco conocida caverna, pero lo que consigna Mármol en la cruda frialdad de una cifra no es ficción, sino la tragedia padecida por treinta y siete castareños anónimos, que intentando evitar la implacable persecución a que estaban sometidos, fueron a envolverse en las tinieblas de la cueva Fresca, allá en la Fuente Baja, y allí murieron, ¡sabe Dios de qué manera!, a manos de sus enemigos cristianos, pagando con sus vidas culpas que seguramente eran de otros, como suele suceder harto frecuente en los conflictos humanos.

Relata Mármol en el capítulo V del libro décimo como el comendador mayor de Castilla se hacía con el control de los lugares y villas de nuestra zona: Cádiar, Cujurio, Berchul, Jubíles, Mecina de Bombaron, etcétera, por septiembre y octubre de 1570 ya al final de la guerra, y cuenta lo sucedido en algunas cuevas que los moriscos utilizaron para esconderse y defenderse. Escribe así:

 

En la cueva de Mecina de Bombaron se tomaron doscientas y setenta personas, y se ahogaron de humo que se les dio otras ciento y veinte. En otra cueva cerca de Bérchul se ahogaron sesenta personas, y entre ellas la mujer y dos hijas de Aben Aboo; y estando él dentro, se salió por un agujero secreto con solos dos hombres que le pudieron seguir. En la cueva de Castáres murieron treinta y siete personas y en la de Tíar se tomaron vivas sesenta y dos, y en todas se hallaron muchas armas, vituallas y ropa. Ganarónseles otras cuevas menores por fuerza de armas, y ellos desamparaban algunas cuando veian la pérdida de sus vecinos; y finalmente, la procesion que ellos decian que pasaba cuando veian pasar a nuestro ejércitos, les fue quitando el último refugio.

Luis del MÁRMOL CARVAJAL: Historia del rebelión y castigo de los moriscos de Reyno de Granada. Libro décimo, capítulo V.(El resaltado es nuestro).

 

En una carta fechada en Cádiar el uno de octubre de 1570, remitida por el comendador don Luis de Requesens a don Juan de Austria, le informa del envío de cien arcabuceros al mando de Hernando de Mendoza «a recorrer ciertos barrancos y a ver si volvió gente sobre la cueva de Castaras». Quiere decir que la cueva Fresca se había desalojado días antes, dentro de la campaña desarrollada por el Comendador a lo largo del mes de septiembre de aquel año en todas las cuevas de La Alpujarra, donde se refugiaron sobre todo mujeres y niños moriscos, escondiendo con ellos bienes muebles, suministros, cereales y otros alimentos susceptibles de conservación. La misma carta, en una posdata, cuenta el infausto resultado de la expedición: «también llegó esta tarde [a Cádiar] don Fern.do de Mendoza y reconoció la cueva de Cástaras donde se dio el otro día fuego y halló ahogadas en ella 37 personas y quemada harta vitualla». El dato, de primera mano, confirma y amplía el ofrecido por Mármol. En la misma misiva, Requesens decía tener «aviso que han desamparado algunas [cuevas] después que supieron que se les quema la gente que tenían en la de Cástaras y en otra de Mecina». Se deduce de estas palabras que los graves hechos sucedidos en la cueva Fresca tuvieron carácter ejemplificador cuando ya estaba prácticamente terminada la guerra.

Fragmento de la carta de don Luis de Requesens a don Juan de Austria, fechada en Cádiar el 1.º de octubre de 1570, donde le comunica la muerte de treinta y siete moriscos en la cueva de Cástaras.

Fragmento de la carta de don Luis de Requesens a don Juan de Austria, fechada en Cádiar el 1.º de octubre de 1570, donde comunica la muerte de treinta y siete moriscos en la cueva de Cástaras.
(Archivo General de Simancas, CCA 2155-105).

El jofor de Castares

Entre los bártulos que los moriscos escondieron en la cueva Fresca, había un jofor o pronóstico de los que circularon tras la conquista del reino granadino para sostener la esperanza de aquellos forzados conversos, «que debieron hacer algunos gramáticos árabes para consuelo de los espectantes [...] en los cuales ponian alguna manera de confianza á los rústicos ignorantes, haciéndoles creer los que les leian que seria infalible lo que alli se contenia».

Manuscrito aljamiado.

(Copia de Al Kitab de Samarqandi realizada por moriscos aragoneses en el s. XVI; Biblioteca Nacional, MSS 4871, f. 5v.).

En la obra que nos ocupa, libro tercero capítulo III, se incluyeron traducciones, realizadas por el morisco Alonso del Castillo, de tres de estos augurios, dos de los cuales se encontraron en unos libros árabes en poder de la Inquisición de Granada, y el tercero en Cástaras, escondido junto a otros documentos en la recóndita cueva Fresca. Una versión autógrafa de Mármol de estos tres pronósticos se conseva en el Archivo del Sacromonte (l. IV, f. 24-28) junto a un informe también de Mármol e igualmente autógrafo (l. IV, parte 1ª, f. 17r-22r) realizado en 1593 para el arzobispo de Granada, Pedro de Castro, sobre el pergamino de la torre Turpiana, donde recomienda cotejar su letra y estilo con los del jofor de Cástaras, que suponía en poder de Alonso del Castillo, quien le había dado una traducción del mismo para colocarla en la Historia del rebelión.

En el primer jofor se predecía que «el poniente y la Andalucía» se volverían a conquistar «el año 96» apareciendo «un cometa anunciador del bien y la libertad». El segundo anunciaba que la liberación llegaría con «una nube de aves, y en ella parecerán dos aves señaladas, que la una será el ángel Gabriel y la otra el ángel Miguel, y será el origen de las demás aves de tierras de los papagayos». El tercero, encontrado por «un soldado en la cueva que dicen de Castares,  en  la Alpujarra», es el más extenso de los tres y para nosotros el más interesante por haberse hallado en Cástaras. Lleva por título Taúco el-Hamem (Ṭawq al-ḥamāna), el mismo del famoso libro de Ibn Ḥazm de Córdoba sobre el amor y los amantes, que se ha utilizado con bastante frecuencia en la literatura árabe y cuya traducción sería «pecho de la paloma». Augura la conversión en moro del rey cristiano Dolarfe, que hallarán sus ejércitos encubierto en la mezquita de Fez, visto lo cual todos los cristianos se convertirán también en moros. Luego vendrá el Anticristo y Dios enviará siete años de sequía y hambruna. Finalmente «Jesucristo, hijo de María», enviado por Dios, «le saldrá al encuentro en las tierras de Hexen, y en viéndole se deshará ante él como un cobarde afeminado; y dirán las piedras y lugares: ―Entrado ha el enemigo de Dios debajo de nosotros;― y quedará el guiador Cristo, en cuya virtud el lobo andará con la oveja en amor».

Las esperanzas, fundadas en estos u otros jofores, que hubiesen concebido aquellos treinta y siete moriscos, quedaron ahogadas junto a sus vidas en el frescor de la cueva castareña.

Los papeles de Aben Aboo

Los moriscos de Cástaras habían escondido en la cueva Fresca más manuscritos. Estaban entre ellos «los papeles de Aben Aboo», el rico hacendado de Mecina Bombarón, segundo y último rey de La Alpujarra, elegido por conspiradores y confirmado por el gobernador de Argel para sustituir a su pariente Fernando de Válor, aquel malaventurado caballero que había sido proclamado en Béznar rey de Granada y Córdoba con el nombre de Muley Mahamete Aben Humeya, y asesinado en su morada de Laujar de Andarax por Diego de Arcos en compañía de Diego Alguacil o del propio Aben Aboo, según quien cuente la historia.

 

Aben Aboo o Diego López. (Ilustración de Los monfíes de las Alpujarras, edición de 1859, p. 229).

Selim II

Selim II. (Retrato atribuido a Haydar Reis, Estambul, c. 1570. Los mundos del Islam en la colección del Museo Aga Khan, p.138).

 


De todos los papeles escondidos en las profundidades de la cueva Fresca, Mármol insertó en su obra, a más del jofor ya reseñado, la traducción de una carta escrita por Daud en nombre del caudillo alpujarreño, fechada el 9 de sa'ban de 977 (17 de enero de 1570) y dirigida al menftí de Constantinopla, «que es como obispo», para el sultán de Turquía, Selim II, donde solicita la ayuda prometida para aquella guerra que había de perder sin remedio. Fue entregada por don Luis de Requesens a don Juan de Austria y este a Pedro de Deza, quien encargó a Alonso del Castillo su traducción. Este es el texto:

 

CARTA DE ABEN ABOO AL MENFTI DE CONSTANTINOPLA, PIDIENDO SOCORRO DEL GRAN TURCO

«Loores a Dios. Del siervo de Dios, que está confiado en él, y se sustenta mediante su esfuerzo y poderío. El que guerrea en servicio de Dios, el gobernador de los creyentes, ensalzador de la ley, y abatidor de los herejes descreídos, y aniquilador de los ejércitos que ponen competencia con Dios, que es Muley Abdalá Aben Aboo; ensálcele Dios ensalzamiento honroso, y haga señor de notorio estado y señorío. El que sustenta el alzamiento de la Andalucía, a quien Dios ayude y haga vitorioso, mediante la fuerza de su brazo, que es el que tiene el cuidado y el poderío para ello; a nuestro amigo y especial querido nuestro, el señor engrandecido, honrado, generoso, magnífico, adelantado, justo, limosnero y temeroso de Dios, a quien Dios gualardone con la felicidad del perdón, y después desto la salud de Dios general y comprehendiente sea con vuestro estado alto, y la gracia y bendición abundante de Dios. Hermano y amigo muy preciado nuestro, ya hemos tenido noticia de vuestro estado alto y ser tan generoso, y como de compasión que habéis tenido de la desamparada y abatida gente, habéis siempre preguntado con cuidado por nosotros para certificaros de nuestros sucesos, y os habéis dolido de todo nuestro trabajo y aprieto en que nos han puesto estos cristianos; y también nos envió una carta el alto y poderoso Rey, sellada con su sello, prometiéndonos socorro de gran número de gente con su armada, y todo lo que más hubiésemos menester para sustentar esta tierra. Y porque estamos con estos malos en gran congoja, ocurrimos de nuevo a las altas y muy poderosas puertas, y pedimos el socorro de vuestra parte y la vitoria por vuestra mano. Por tanto socorrednos; socorreros ha Dios altísimo sobre todas las gentes. Y vuestra señoría informe de nuestro negocio al Rey poderoso, y le haga saber de nuestro ser y estado, y de la grandísima guerra que de presente tenemos entre las manos. Y dígasele a su alteza que si es servido de nos favorecer, nos socorra presto y se dé mucha priesa, antes que perezcamos, porque vienen dos ejércitos poderosos contra nosotros para acometernos por dos partes; y si nos perdemos, le será pedida cuenta de nosotros, y terná largo juicio el día de la resurrección; y la razón desto se podría alargar en esta parte; y porque el hombre no tiene más poder ni esfuerzo para hablar, ceso. La salud de Dios y su gracia y bendición os acompañe. Que es escrita martes a 11 días de la luna de Xahaban el acatado del año de 977; que conforme a nuestra cuenta, fue a 11 días de la luna de febrero en el año de 1570. Y decía en el sobrescrito: Sea dada al señor alto vicario y consejero mayor de Constantinopla, que está debajo del amparo de Dios». El registro desta carta se tomó en la cueva de Cástares entre los papeles de Aben Aboo, y se mandó romanzar después en Granada, dándola el comendador mayor de Castilla a don Juan de Austria; el cual la envió al presidente don Pedro de Deza para aquel efeto.

Luis del MÁRMOL CARVAJAL: Historia del rebelión y castigo de los moriscos de Reyno de Granada. Libro octavo, capítulo VIII. El resaltado es nuestro.
La traducción original se encuentra en «Sumario é recopilacion de todo lo romançado por mi el licenciado Alonso del Castillo, romançador del Santo Oficio...» (Cartulario de Alonso del Castillo). Memorial Histórico Español, Tomo III. Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia,1852; pp. 54 - 56.

Estos hechos, tan poco conocidos como la propia gruta, habrían de conferir a Cástaras y a la cueva Fresca cierto protagonismo en la guerra de La Alpujarra, puesto de manifiesto por Alonso del Castillo al comunicar a Luis del Mármol sucesos acaecidos allí, y dejar, ambos humanistas, noticia escrita de ellos.

 

Memorial Histórico Español. Cartulario de Alonso del Castillo

Ya se ha dicho que Alonso del Castillo, conocido y amigo de Luis del Mármol, fue el traductor de los documentos antes mencionados. Este médico morisco, hijo de musulmanes conversos, se había licenciado en la universidad de Granada, donde aprendió latín y griego además de las materias propias de la ciencia médica. Por su cuna, conocía bien el árabe, particularmente la peculiar variedad dialectal granadina. Estos talentos le permitieron ejercer de intérprete del Santo Oficio y más tarde de Felipe II, que le encargó la adquisición y catalogación de manuscritos arábigos para la biblioteca de El Escorial.

Luis de Requesens y Zúñiga, comendador mayor de Castilla. (Ilustración de Historia de la Marina Real Española, edición de 1856).

Consta que en la primavera de 1570 anduvo por Órgiva, Pórtugos, Juviles, Ugíjar y otros lugares de La Alpujarra, romanceando documentos por encargo del comendador Requesens, de don Juan de Austria y de otras autoridades civiles y militares. El presidente de la Real Audiencia, Pedro de Deza, le mandó recopilar todo lo que había traducido del árabe desde antes de la sublevación morisca hasta enero de 1575. La compilación resultante, integrada en la colección Salazar y Castro, sería adquirida por la Real Academia de la Historia y publicada en 1852 en el tomo III del Memorial Histórico Español.

Contiene, copiadas con caligrafía exquisita, las traducciones de los documentos ya mencionados y de más escritos, entre ellas la de una carta, sacada también de la cueva Fresca, que había enviado Abençabaha desde Argel para informar a Aben Aboo sobre cautivos y esclavos cristianos. Esta misiva, cuya traducción va en el recuadro siguiente con la ortografía original y las notas insertadas por los editores al publicarla en 1852, fue romanceada en Granada «por horden del Comendador mayor con las demas cartas que se obieron en la cueva de Castazar, yendo el Señor Comendador mayor en alcance e busca del tyrano Abenabo», según anotó el propio Alonso en el índice del manuscrito.

 

MEMORIAL HISTÓRICO ESPAÑOL. CARTULARIO DE ALONSO DEL CASTILLO

 

 XVIII

 

Romançamiento de una carta que embió el dicho Ali Aben Çabaha al dicho tyrano Abenabo, haziendole saber lo que avia negociado un criado suyo con con ciertos captivos xpianos, que avia llevado á presentar en la cibdad de Argel, e la romançe en Granada por horden del Comendador mayor[1], y es de las cartas que se hallaron en la cueva de Castazas[2], yendo el Comendador mayor en seguirnienlo y alcance del tyrano Abenabo.

«Con el nombre de Dios piadoso e misericordioso: al estado alto, e corte[3] exellente bellicosa del rey alto, engrandecido, justo, nuestro señor el rey Muley Abdalla Abenabo (¡que Dios haga victorioso!). E lo que le hago saber (¡que Dios le haga saber todo bien!) es que aqui vino un hombre que se dize llamar El-mequi[4], e me dixo que él tenia cargo de los xpianos., e me dio una carta escripta de mano y letra de de mi señor El-habaqui, en la qual dezia que eran veinte e cinco xpianos, e yo no recebi mas que diez y seis, y este tomó un xpiano y el arraez otro, e otro de Xerxal tomó otro; pediles dellos recaudos e no tenian, púsele demanda dellos y este hombre que los truxo mató á uno dellos con una pedrada, e juró contra él Ali El-mahdi el viejo, vezino desta cibdad, e tomé los dineros del xpiano, e pusome en pleyto con el arraez; e mis compañeros os informaran. Escribidme si se entregaran estos xpianos a este hombre. Y el arraez Ramadan[5] e Hamete el Ohaydeb de Locaynena han hecho de manera que Vuestra Alteza perdiese mas de quatrocientos ducados, porque vinieron con los xpianos a Xerxal[6] y estuvieron alli diez y ocho dias, en los quales murieron ocho xpianos; e los que quedaron son los que me truxo, los quales venian perdidos que no se podian tener, e se vendieron muy baratos por causa de su grand perdicion; e quando llegaron a Xerxal, desataron la seda e tomaron della veynte e cinco libras, e me hurtaron un maço, hasta oy dia no me lo han buelto; e cada uno dellos escogió un xpiano, el mejor que dellos avia, e no me dixeron á mi nada desto. E quando esto supe, embie por El-ahdeb e le tomé el xpiano. Lo que ruego e suplico á Vuestra Alteza es que des [que] estos vayan alla, hagais dellos justicia, por que la merezen muy bien: e sabed que pague al arraez Ramadan sesenta e dos ducados para llevar treinta hombres, e se ha absentado e no he sabido mas dél. En yendo allá, si diere los treynta hombres bien, e sino, cobre Vuestra Alteza dél los sesenta y dos ducados, e me avise por su carta de lo que se ha hecho e de lo que se haze. E la salvacion sea con Vuestra Alteza, e la gracia e bendicion de Dios: que es escripta miercoles nueve dias del mes de Xahben de 977. Ali Aben Çabaha, e ansi está sellada con el sello del rey de Argel.»

 

 

[1] El Comendador mayor de Castilla D. Luis de Requesens, llegó á la costa de Granada á primeros de Mayo de 1569, con una escuadra de 25 galeras. Véase á Marmol, loc. laud, lib. VI, cap. XXII.

[2] Asi en el original; pero Marmol y otros escriben Castazar.

[3] Véase lo que ya dijimos acerca de esta palabra: entiéndase «magestad.»

[4] Quizá El-melqui. Véase á Mendoza, lib. IV, § 14.

[5] Este Ramadan fué un turco corsario, famoso por su crueldad y valentia, de cuyas presas y desembarcos en nuestras costas estan llenas las relaciones de aquel tiempo. Llamóse Ramadan ó Romadan Sardo, por ser natural de Cerdeña, y obtuvo el gobierno de Argel en 1574.

[6] Xerxal ó Xerxel que Leon Africano llama Sersel, era una ciudad considerable de la costa, entre Argel y Tunez, la misma que Tolomeo llama Jol Cæsarea y Procopio Julia Cæsarea.

«Sumario é recopilacion de todo lo romançado por mi el licenciado Alonso del Castillo, romançador del Santo Oficio...» (Cartulario de Alonso del Castillo). Memorial Histórico Español, Tomo III. Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia,1852; pp. 74 - 75.

 

Portada y fol. 59r. del manuscrito 9/512 «Sumario e recopilación de todo lo romançado por mi el licenciado Alonso del Castillo», conservado por la Real Academia de la Historia.

Aunque en bastantes documentos de la primera mitad del siglo XVI aparece escrito Cástaras con la misma grafía actual, hemos visto que Mármol utiliza Castares, y Castillo Castazas. Esto denota que, bien avanzado el siglo, todavía no se había castellanizado plenamente el topónimo y que existían discrepancias entre los amanuenses al representar la pronunciación, particularmente la vocálica, de los moriscos.

Estos sucesos, que nos transmitieron Castillo y Mármol, junto con la expulsión de los vecinos moriscos de Cástaras y la repoblación llevada a cabo cuatro años después, son los más significativos que conocemos en la historia del lugar, hasta que pasados tres siglos y medio, la guerra civil volviera a dejar dolorosa huella en la modesta historia de Cástaras.

 

 

 

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Fecha de publicación:

21-2-2009

Última revisión:

26-04-2023